Opinión

La resurrección del bipartidismo

La resurrección del bipartidismo

Agosto ya es historia, pero, a diferencia de otros veranos, esta vez ha dejado a su paso una resaca que en buena medida condicionará el otoño político. El reciente cambio de gobierno en el ámbito del Estado, y el nombramiento de Pablo Casado como nuevo líder del PP, han provocado que en esta ocasión ni unos ni otros haya podido permitirse paréntesis veraniego alguno.
 
Las indecisiones -e incluso contradicciones- del Gobierno de Pedro Sánchez a la hora de comunicar a la opinión pública su posicionamiento sobre asuntos muy sensibles para la sociedad española como la inmigración, el acercamiento de presos, las relaciones con los independentistas catalanes, la exhumación de los restos de Franco o la defensa del juez Llarena, han dado mucho juego a la oposición, a los medios de comunicación  y a los tertulianos. Los continuos vaivenes -intencionados o no- del Gobierno de Sánchez sobre los asuntos citados han hecho que el debate esté más centrado en el ámbito ideológico y bastante menos en el escaso margen de maniobra que este Gobierno tiene para tomar decisiones, lastrado como está por los exiguos apoyos que supone contar con solo ochenta y cuatro diputados.
 
Mientras el foco esté centrado sobre quién es más progresista o quién más conservador a la hora de abordar asuntos como el de la política migratoria, el Valle de los Caídos y Franco, el conflicto catalán y las relaciones con los independentistas, Pedro Sánchez  y los socialistas irán arrinconando en la franja que sociológicamente representa la izquierda a Podemos. Al propio tiempo, el debate ideológico izquierda-derecha en el que PP y PSOE están centrados -en el evidente objetivo de reconstruir el bipartidismo- beneficia a Pablo Casado y al PP y deja con poco espacio a Rivera y los suyos.
 
El nuevo curso político que comienza con la llegada del mes de septiembre será clave para ver quién se va posicionado mejor para encarar con éxito un exigente calendario electoral que los partidos tienen que afrontar en 2019. Pedro Sánchez y su equipo harán lo posible por prolongar en el tiempo el debate izquierda-derecha, que deja sin oxígeno a Podemos, centra la confrontación con el PP y reduce de esa manera las expectativas de Ciudadanos.
 
El bipartidismo español parecía que era cosa del pasado cuando en el 2015 irrumpieron con fuerza Podemos y Ciudadanos con gran apoyo popular. Tanto Podemos como Ciudadanos incrementaban las opciones que tenían los ciudadanos a la hora de posicionarse en el espacio sociológico del centro-izquierda o del centro-derecha. Además, los nuevos partidos trajeron consigo una oxigenación importante, pues después de más de cuarenta años de democracia parecía romperse con la excesiva dependencia de los Gobiernos de España respecto a las fuerzas minoritarias territoriales.
 
A día de hoy, el balance de las expectativas creadas con respecto a los cambios necesarios en la política española – hace ahora apenas tres años- no pueden ser más decepcionantes. Salvo sorpresas a corto o medio plazo,  el bipartidismo vuelve a imponerse. Las expectativas de conformación de nuevas mayorías apoyadas en fuerzas emergentes parecen desvanecerse. Muy lejos de esa hipótesis, el Gobierno del Estado depende ahora de los apoyos que le presten no sólo fuerzas territoriales sino fuerzas rupturistas.
 
Los próximos cuatro meses servirán para ir calibrando las expectativas electorales de cada uno de los partidos de cara las elecciones que tenemos a la vuelta de la esquina. Las bazas electorales del PSOE y las del PP parecen estar muy claras, girarán sobre el eje ideológico de quien representa mejor los intereses de la izquierda y los de la derecha.
 
Dura tarea tiene Ciudadanos por delante para recuperar las magníficas expectativas electorales que tenía hasta hace tres meses; la necesidad de disputar al PP el apoyo del votante conservador le puede alejar del voto del centro que le permitiría ser bisagra entre los dos grandes partidos de estatales. Tampoco lo tiene fácil Podemos para parecer que apoya a Sánchez y, por lo tanto, no ahuyentar a sus votantes y, por otra parte, tener visibilidad como alternativa más útil y sólida para el votante de izquierdas. El bipartidismo está logrando lo estos últimos años parecía imposible: resucitar.

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