Opinión

Si lo hacemos bien

Cincuenta días encerrados en casa ha sido -está siendo- una experiencia tan inédita como exigente. En familia, en pareja, con o sin niños, o solos, siete semanas confinados marca un esfuerzo inmenso, sin precedentes para las generaciones actuales. Casi dos meses condenados a no poder ver de cerca a padres, hermanos, hijos o amigos se hace, sin duda, muy duro. Y todavía más difícil se nos hace este periodo con las noticias que, con ciertas dosis de incredulidad, escuchamos a diario describiendo el lastre que va dejando la pandemia que azota al mundo desde finales del mes de diciembre del pasado año.
Hasta que no aparezca la anhelada vacuna, o el medicamento que frene la mortandad del coronavirus, no recobraremos la tranquilidad
 
Millones de infectados, miles de muertos, millones de parados, de empresas en el mundo entre la parálisis y la ruina, de autónomos desesperados; en definitiva, millones de proyectos personales y familiares rotos por los efectos sanitarios del COVD-19 o por la gigantesca crisis económica que nos está dejando. Y lo peor, si cabe, es que aún no se ve con certeza cuándo vamos a dejar atrás esta horrible pesadilla. El confinamiento ha sido -y es- imprescindible, pero no será suficiente para terminar con los contagios y, fundamentalmente, para mantener un sistema económico que se nos hunde.
 
Hasta que no aparezca la anhelada vacuna, o el medicamento que frene la mortandad del coronavirus, no recobraremos la tranquilidad necesaria para volver a moverse en un mundo que había dejado atrás barreras y fronteras. Esta impensable -hace solo unos meses- crisis sanitaria, económica y social nos toca a todos muy cerca. En otras crisis vividas sufrimos las consecuencias pero las sentíamos más lejanas. Ésta es diferente. Todos conocemos directa o indirectamente a personas que están sufriendo los efectos de un virus que infecta sin distinguir lugar donde se vive, clase social, sexo o edad. Todos conocemos situaciones de mayores que sufren el aislamiento en centros, residencias o en su propia casa, sin poder sentir cerca el calor y el aliento de sus hijos o familia. Todos conocemos familias que en estos tiempos de confinamiento y alarma han perdido un ser querido -a los que lamentablemente no han podido siquiera  acompañar-. Mucho dolor y miedo nos está dejando esta pandemia; incontables temores que se nos han metido en el cuerpo arrastrados por un enemigo invisible que no sabemos dónde y cómo nos puede atacar.
La economía canaria depende fundamentalmente del turismo y éste de las garantías sanitarias en origen y destino
 
En las crisis anteriores hemos visto cómo descendía la llegada de turistas o cómo se resentía el empleo; también hemos vivido cómo en distintos momentos de la economía los problemas se traducían en una menor presencia de clientes en aviones, barcos, bares, restaurantes, ferreterías, gimnasios, cines, teatros, centros deportivos, campos de fútbol, pabellones de baloncesto, centros comerciales, peluquerías, floristerías o tiendas -por poner solo algunos ejemplos-. La crisis provocada por el COVID-19 es completamente distinta. Ha parado en seco a la economía canaria y amenaza con llevarnos a unas tasas de paro insoportables. El cierre de fronteras en los países emisores europeos y en España -particularmente también en Canarias- nos lleva prácticamente a un cero en la actividad económica de las Islas.
 
El control de la pandemia en los dos próximos meses será clave para que el parón que sufre la actividad económica en nuestro Archipiélago no desemboque -más de lo que ya está ocurriendo- en una situación económica y social explosiva. La economía canaria depende fundamentalmente del turismo y éste de las garantías sanitarias en origen y destino. Sin duda, la vacuna o el medicamento que neutralice los efectos del virus serán la mejor garantía para recuperar la confianza.
 
Sí está en nuestras manos hacer las cosas bien y cumplir con los protocolos correspondientes para garantizar la seguridad sanitaria en todas las islas; y, a partir de ahí, exigir al Gobierno de España la autorización para que el mercado interior canario empiece a funcionar. Es necesario empezar a recuperar ya nuestra maltrecha economía. La movilidad entre las Islas puede ayudar mucho a conseguirlo. Será un buen mensaje -un mensaje imprescindible- para peninsulares y extranjeros.

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