LITERATURA

'Carta para Anita', de Néstor García, primer premio del certamen literario 'Cartas para una fiesta 2023', de Tías

Cartas para una fiesta 2023.
Cartas para una fiesta 2023.
Los premios contemplados en las bases son 500 euros para el primero, 300 para el segundo y 200 para el tercero
'Carta para Anita', de Néstor García, primer premio del certamen literario 'Cartas para una fiesta 2023', de Tías

'Carta para Anita', de Néstor García Martín, ha obtenido el primer premio del Certamen literario 'Cartas para una fiesta 2023', de Tías. Los premios contemplados en las bases son 500 euros para el primero, 300 para el segundo y 200 para el tercero.

El pasado lunes 25 de septiembre, se reunían los miembros del jurado, Teresita Perera Brito, Manuel Martín-Arroyo Flores y Emilio Fernández Batista para deliberar y fallar el Certamen literario 'Cartas para una fiesta 2023, organizado por el Área de Cultura del Ayuntamiento de Tías, dentro de las fiestas en honor a Nuestra Señora del Carmen.

Habiéndose deliberado, tras el estudio y análisis de cada una de las misivas presentadas a concurso, los presentes por unanimidad optaron por conceder los siguientes puestos a las diez obras finalistas, en el orden que a continuación se señala:

1º. CARTA PARA ANITA, CON EL SEUDÓNIMO SUSO EL DE LAS CUESTAS. AUTOR: NÉSTOR GARCÍA MARTÍN (TÍAS)

2º. CARTA LA TIÑOSA, CON EL SEUDÓNIMO MAREJADA. AUTORA: MARÍA VANESSA PÉREZ ROSA (LA VEGUETA, TINAJO)

3º. CARTA PARA MARY, CON EL SEUDÓNIMO ZULEIMA. AUTORA: AZUCENA RGUEZ HDEZ (TÍAS)

'Carta para Anita'

El Poril, 14 de julio de 2023

Querida Anita:
Seguramente ya nadie te llame Anita. Te llamarán Ana, María o incluso abuela. A mí me siguen llamando Suso. Suso, el de Las Cuestas, cuando toca precisar, aunque lleve más de media vida afincado en La Tiñosa. Pero como Suso, el de Las Cuestas, vine, y como Suso, el de Las Cuestas, me iré. 
Te escribo desde El Poril. No hay noche del almanaque en la que no pase por aquí. Pero la de hoy es distinta a casi todas, casi igual que sólo una. 
Es la maresía nocturna la que empuja mis dedos a escribirte esta carta. Las estrellas suplen la ausencia de luna con una pasión tintineante. Miro sus redes estelares a través del espejo del mar; una balsa de aceite que en la orilla rompe, acariciando a los callaos, fundiendo tierra y agua. Si me concentro lo suficiente, puedo transformar, en mi cabeza, la lucha de cubiertos y habladurías de extranjeros procedentes de los restaurantes aledaños por esa Isa desafinada a timple y voz que aquella noche ambientaba nuestra despedida.
Cada año que se acercan las Fiestas del Carmen, es imposible no pensar en los días en que nos conocimos. Mi tío Pancho me bajó a La Tiñosa –contadas eran las veces que yo salía de Tías– con el fin de hacer su jolatero para la regata aprendiendo del mejor; tu padre Toño. Me acuerdo de que la incógnita de cada año no estaba en quién ganaría, sino en quién quedaría segundo, por detrás del «Angelote de Toño». Nunca supe si fue él quien así bautizó a su jolatero o fueron los tiñoseros, intentando enaltecer su figura.
Faltaba una semana para la regata. Mi tío Pancho y tu padre trabajaban la hojalata del bidón. Notorio tuvo que ser mi poco entusiasmo por aquello, pues tu padre, al verme, me invitó a ir al Poril para así «hacerle compañía a su hija Anita». Y allí me dirigí. Es bonito pensar en aquel Suso chico, bajando esas cuestas sin saber que unos instantes después le esperarían unos latidos nuevos, extraños y fogosos como el sol conejero.
Y allí estabas tú. Sola, sentada en la orilla. Tus pies jugaban al pilla-pilla con el vaivén de la marea. Era una de estas mañanas en las que ninguna nube se atrevía a manchar la cúpula celeste y el océano parecía pintado a brocha fina con una paleta de azules mágicos. Cuando llegué y giraste la cabeza para mirarme, parecía que tus ojos habían absorbido los tintes verdosos del mar. Me deslumbró su contraste con tus rizos ensalitrados y tu tez dorada, alumbrada por serpenteantes destellos marinos.
Se me llena el corazón al recordar aquella mañana. Me acuerdo de nuestras carreras a nado, perturbando las mansas aguas con nuestra viveza. ¡Cómo te burlabas de mi forma de nadar! Sin embargo, era imposible evitar la sonrisa al escuchar todo lo que decías para intentar picarme. Ojalá poder recordar todas las palabras que intercambiamos, pero sólo recuerdo que ese fue el día en el que empecé a escuchar las letras de las canciones de amor.
Esos días me enseñaste a querer. Me transmitiste tu amor por La Tiñosa, por sus fiestas y tradiciones, por la Virgen del Carmen, por los jolateros, por la playa y su olor a seba mañanera, por los cangrejos rojos del Poril, por tus amigos los pescadores… Daría lo que fuera por volver a bailar contigo en la verbena del solajero, en la Pila de la Barrilla. Todas estas memorias abren la puerta sin avisar y avivan en mí la esperanza cada año –cuando estas fechas se acercan– de que aparezcas. 
Espero que tu traslado a esa isla que nunca supe fuera lo más fácil posible y que tu tía Dolores haya cuidado de ti como mereces. Los tiñoseros nunca se recuperaron de la desgraciada pérdida de tu padre. Por aquí, el viento sigue arrastrando su nombre de boca en boca. No hay ni habrá corazón ni geito como el suyo. La regata anual inmortaliza ahora su nombre, y hasta los chinijos hablan de él como si de un superhéroe se tratase. En mi caso, y ahora sí, con entusiasmo, cada año remo, con las manos desnudas pero el alma vestida de orgullo, el «Angelote II».
Introduzco esta misiva en una botella de cristal, con la esperanza de que la luna nueva la guíe, danzando por los mares, hasta ti. Mientras tanto, aquí te esperaré, por las olas de nuestro Poril mecido, en mi jolatero como lobo de mar.
Tu amigo, que te quiere,
(Suso, el de Las Cuestas).

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