La casa de César Manrique de Haría, la intimidad del artista convertida en museo

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Casa-Museo César Manrique Haría. Imagen de archivo. (FCM).

Esta casa complementa el espacio de la Fundación, erigiéndose como museo personal del artista y subrayando su lado más humano

La casa de César Manrique de Haría, la intimidad del artista convertida en museo

La Casa-Museo César Manrique de Haría abrió sus puertas al público el 20 de agosto de 2013. La intimidad del artista adquiere forma de museo en la residencia en la que vivió y trabajó durante los últimos años de su vida, entre 1988 y septiembre de 1992. Su traslado a este pueblo apacible estuvo motivado por la búsqueda de un ambiente propicio para pintar. En él encontró el reposo y el contacto con la naturaleza que tanto apreciaría.

A mediados de los años 80 del siglo pasado, Manrique toma la decisión de cambiar el lugar de su residencia. Se trata de una idea que alumbró como consecuencia, sobre todo, del hecho de que su casa de Tahíche se había convertido en un acontecimiento. Allí recibía innumerables visitas que interrumpían su vida privada y, sobre todo, su capacidad creativa.

Recuperar la privacidad y reconquistar el tiempo

Es por eso que el artista se plantea vivir en otro lugar de Lanzarote con el fin de recuperar la privacidad y reconquistar el tiempo y la tranquilidad necesarios para pintar. Este hecho coincide en el tiempo con la decisión de poner en marcha su Fundación, para cuya sede piensa en su residencia de Tahíche.

A comienzos de 1986, inicia las obras de construcción de su nueva casa en esta finca agrícola que había adquirido en los años setenta. El terreno, de unos 12.000 metros cuadrados de superficie, contenía un palmeral y una antigua casa de labranza en ruina, sin techos, de la cual solamente algunos muros se mantenían en pie. 

Manrique reutiliza y adapta algunos elementos del edificio preexistente, creando una vivienda en la que recupera elementos de su propio vocabulario constructivo, además de otros que ya había empleado con anterioridad y que forman parte de la tradición arquitectónica insular, aunque tamizados por su visión moderna. Además de la casa, construyó un apartamento anexo para el servicio doméstico, un taller de pintura y unos garajes, recurriendo para ello a una empresa constructora privada.

Por encima de todo, Manrique se sentía pintor

El taller es un amplio espacio rectangular, aislado de la vivienda y semienterrado en un extremo de la finca. Allí se refugiaba el artista diariamente durante horas y horas para pintar, dando rienda suelta a su mayor pasión pues, por encima de todo, se sentía pintor. La obra es consumada a mediados de 1987 y, antes de concluir el año, Manrique duerme por primera vez en esta casa, la cual no inaugura hasta abril de 1988, un día antes de cumplir los 69 años de edad.

La espectacular casa de Tahíche es el reflejo de un joven Manrique que está conquistando una posición en el mundo del arte, que comienza a intervenir en los espacios públicos y que inicia su obra de relación con la naturaleza. Sin embargo, el Manrique que se retira a Haría es una persona con una carrera artística ya consolidada que busca intimidad, confort y tiempo para la creación artística. Las diferentes actitudes son claramente apreciables en un edificio y en otro.

Mientras que su casa de Tahíche intenta manifestar sus ideas acerca de cómo las construcciones deben relacionarse con la naturaleza, la residencia de Haría, en cambio, intenta reconciliarse con la tradición arquitectónica de la isla de una manera mucho más discreta, en la que desaparece su intervención como artista. El tipo de lenguaje que utiliza en esta vivienda se distancia del de la sede de la Fundación y rinde un tributo —esta vez directo— a la arquitectura tradicional de Lanzarote, la cual no trata de reinterpretar en este caso, como sí hiciera en su casa de Tahíche.

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Casa-Museo César Manrique Haría.

Museo personal del artista

A comienzos de 1992, César Manrique emprendió obras de reforma en la vertiente norte de la casa. Su propósito inicial era ampliar los espacios de ocio y descanso incorporando una piscina que pensaba cubrir con una gran cristalera y comunicar con el salón, creando un espacio continuo. Agregó dos pérgolas en el exterior, un pequeño cuarto y un aseo junto a la piscina, además de un amplio dormitorio para invitados. Las obras fueron interrumpidas por su repentina muerte, permaneciendo por tanto inacabadas y en el estado en que actualmente pueden verse.

El complejo consta de tres piezas: los antiguos garajes, reconvertidos en zona de servicio del museo, la vivienda y el estudio de pintura. Aquí se conservan los últimos años de su vida íntima, cotidiana y doméstica, todo aquello que no se podía mostrar en Tahíche. Por eso, esta casa complementa el espacio de la Fundación, erigiéndose como museo personal del artista y poniendo en valor su lado más humano para ofrendar al visitante con una imagen completa de Manrique y su obra.

Todo se preserva aquí tal y como Manrique predispuso en vida: el edificio, el mobiliario, los cuadros, los enseres…. En la Casa-Museo se exhiben en torno a un millar de objetos que continúan en su emplazamiento original. La intervención museográfica se limitó a subrayar los contenidos existentes, sin generar nuevos añadidos, excepto aquellos elementos que contribuyen a señalar que el visitante se encuentra en un museo.

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