COMERCIO

El Mercadillo de Teguise, 35 años de bullicio domingo tras domingo

Con una media de 5.500 visitantes, el Mercadillo de Teguise sigue siendo cada domingo un cita obligatoria para los turistas y residentes desde hace más de tres décadas.

Cada domingo de los últimos 35 años, el pueblo de la Villa se despierta de madrugada, llegan los vendedores del mercadillo y empiezan a montar sus puestos. En apenas unas horas, comenzarán a llegar los primeros turistas en busca de un recuerdo que llevarse a casa; quizás sea un mantel, un bolso o una crema de aloe que obra milagros.

El Mercadillo de Teguise es, sin duda, uno de los más consolidados del Archipiélago, el más importante de Lanzarote y el precursor de otros tantos que han ido naciendo y asentándose  en el resto de las Islas. Cada domingo, alrededor de seis mil personas llegan hasta el Mercadillo de Teguise, y en los meses de verano se calcula que son casi diez mil los visitantes, turistas nacionales y extranjeros, que no quieren perderse este atractivo que anuncian las principales guías y webs vacacionales.

Unas 80 guaguas, de línea y turísticas, y más de tres mil coches acercan a los turistas desde Playa Blanca, Puerto del Carmen y Costa Teguise. Las silenciosas calles de la Villa cambian su habitual fisonomía y se llenan de puestos que ofertan una amplia gama de productos, que van desde un pan alemán artesano a la funda más moderna para el móvil.

En total son 450 los puestos registrados en el Mercadillo en la actualidad, muy lejos de los primeros diez que se registraban en 1984. La mayoría de ellos se dedican a la venta de souvenirs; sin embargo hay puestos donde se venden productos muy originales y artesanos. Son 60 los artesanos que apuestan por vender en el Mercadillo, y, de hecho, hay una plaza dedicada solo a ellos. Jabones, pan, dulces, orfebrería, ebanistería y productos de cuero completan la amplia oferta de aquellos que han conseguido un puesto. Y es que no resulta nada fácil acceder a este mercado que desde hace años acumula una amplia lista de espera para obtener un puesto de venta.

La última convocatoria de puestos dio entrada al sector de la alimentación: en total dieciséis puestos relacionados con la agricultura y la ganadería, que venden quesos, vinos y frutas y verduras cosechadas en Lanzarote además de repostería elaborada en la isla.

Moustapha, May, Antón, Lola... historias del Mercadillo

Moustapha llegó al Mercadillo a los pocos años de su creación. Desde ese momento, cada domingo monta su puesto de bolsos y carteras, marroquinería, y espera ilusionado a que los clientes se animen a comprar. No le ha ido nada mal. Hasta hace algunos años asegura que se podía vivir de las ventas, “pero todo ha cambiado después de la crisis, y el turismo que llega solo quiere pasear, no quiere gastar a excepción de los nórdicos, de los alemanes y de los belgas. Ojalá llegara más turismo escandinavo o de Luxemburgo, ellos sí que aprecian el producto y no les importa gastar”, dice este pequeño empresario, que, por la experiencia de tantos años, se ha convertido en un especialista en marketing y turismo.

Cuando May Morales llegó al Mercadillo, lo hizo para vender pan y magdalenas a los dueños de los puestos. Transitaba las calles no en busca del turismo, sino de los vendedores que habían madrugado para montar sus puestos. Y, con el tiempo, se dio cuenta de que había una auténtica oportunidad laboral, y por ello no dudó en quedarse con el puesto de un amigo que fue haciendo suyo. Hoy, May vende jolateros de todos los tamaños y con todas las banderas a sus clientes, no sin antes explicar el origen de esta curiosa embarcación a los turistas. La reproducción de los jolateros es además un ejemplo de reciclaje, porque los hace con latas de atún, de leche condensada y con las láminas de madera de las cajas de naranjas. May asegura que no se explica porqué los turistas alemanes se llevan los jolateros con la bandera de Cataluña, la senyera y los ingleses prefieren la ikurriña. “¡Cosas del turismo!”.

Al lado de May, Antón, un vasco de Getxo, tiene su puesto de bisutería desde hace más de dos décadas. “Las cosas han cambiado, antes vivíamos de esto y ahora no se puede”, asegura. Sin embargo, no duda en montar su mesa cada domingo y en exhibir las pulseras, los anillos y los pendientes que con suerte, alguien no dudará en comprar y lucir como recuerdo de aquel viaje que hizo a Lanzarote.

Lola vende unos vestidos preciosos, unas originales camisas y otras piezas de ropa con tejidos de seda y algodón. Lleva 29 años en el Mercadillo de Teguise: “Llevo la cuenta por la edad de mis hijos y Marta tenía 6 años cuando empecé”, por lo que han sido casi treinta años de acudir cada domingo, ha vendido muchas cosas y ha acumulado mucha experiencia. Sin embargo ahora, Lola muestra su descontento con la decisión del Ayuntamiento de homogeneizar los puestos y hacer que cada vendedor haga un gasto importante en adquirir unas carpas que, realmente no son tan necesarias. “En vez de ayudarnos, hay medidas que después de tanto tiempo, nos perjudican”.