El Parlamento distingue a nuestros bomberos por el incendio de Gran Canaria
El Parlamento de Canarias ha distinguido hoy a instituciones y entidades que colaboraron activamente en la lucha contra los voraces incendios que sufrió Gran Canaria el pasado mes de agosto.
El Parlamento de Canarias ha celebrado hoy el acto de reconocimiento a las personas, entidades e instituciones que el pasado mes de agosto se dejaron la piel tratando de extinguir los voraces incendios que solaron Gran Canaria.
El presidente de la Cámara Regional, Gustavo Matos, ha indicado en su discurso que sólo se le da "formalidad y solemnidad al agradecimiento sincero, emocionado y espontáneo que ya los canarios y las canarias, a quienes este Parlamento representa, dieron en las plazas, en las calles y las avenidas de las islas".
José Domingo Crespo, en nombre de los bomberos de Lanzarote que participaron en la extinción del incendio de Gran Canaria, recogió su reconocimiento en presencia de la presidenta del Cabildo de Lanzarote, María Dolores Corujo, del consejero del área, Kiko Aparicio, y representantes de diversos ayuntamientos de la isla.
Intervención del presidente del Parlamento de Canarias, Gustavo Matos.
Señora ministra, señor presidente del Gobierno de Canarias, señora secretaria de Estado, señor consejero de Castilla-La Mancha, señores y señoras consejeros del Gobierno de Canarias, señor delegado del Gobierno en Canarias, señora alcaldesa de Santa Cruz de Tenerife, señor presidente del Consejo Consultivo de Canarias, señor fiscal superior de Canarias, señor Diputado del Común, señor teniente general y demás autoridades militares, señor presidente del Cabildo de Gran Canaria, miembros de la Mesa del Parlamento de Canarias, portavoces de los grupos parlamentarios, resto de autoridades civiles, autoridades militares, medios de comunicación, bienvenidos.
Estas islas nuestras son, sobre todo, un legado que hemos recibido de nuestros padres y madres, de nuestros abuelos y abuelas, una herencia de siglos de sacrificio y amor por una tierra que un día nosotros entregaremos a nuestros hijos e hijas.
Sentir esta tierra es saber que vivimos en un lugar privilegiado pero, al mismo tiempo, entender que es un espacio frágil, donde cada rincón es único e irrepetible y que su conservación no es solo un compromiso medioambiental, sino que es, por encima de todo, cuidar una tierra que en los peores tiempos, en los tiempos duros, nos dio lo necesario para que generaciones de canarios venidos de todas partes sacaran adelante sus proyectos de vida, tiempos en los que no había de casi nada y la tierra nos dio lo que necesitábamos.
Por eso, a los canarios y las canarias se nos encoge el corazón cuando vemos nuestro monte arder, porque tras las llamas no arden solo los pinos o las retamas; arde la piel de nuestra isla en la que, como arrugas del tiempo, los surcos que dejaron nuestros antepasados también arden.
Sí, en el pasado mes de agosto, a los canarios y a las canarias de las ocho islas se nos encogió el corazón cuando vivimos, junto a nuestros hermanas y hermanos grancanarios, los angustiosos días en los que el fuego devoró el corazón de la isla, porque desde Punta Fariones hasta la Restinga, esos días, todos y todas fuimos Gran Canaria.
Los canarios y las canarias no podemos evitar tener un sentimiento de angustia cuando el fuego incendia nuestra cumbre y se tiñe la noche de rojo, porque tenemos siempre presente, en nuestra memoria ancestral, tantos y tantos incendios que nos han encogido el alma en todas las islas.
Por esa razón, en agosto, mientras sufríamos por las llamas que devoraban Gran Canaria, esa memoria nos rescataba los dramas que vivimos en La Gomera en el año 1984, donde perdimos a buenos amigos, o los incendios recientes en la isla de La Palma, en 2016, donde también falleció el guarda forestal Francisco Santana, o también los graves incendios que azotaron a Gran Canaria y a Tenerife en 2007.
Todos los incendios son el mismo incendio para los canarios y las canarias, porque siempre, el fuego nos recuerda que en algún momento, algo nuestro se fue con las llamas.
Ese es el motivo por el que hoy tiene todo el sentido que este Parlamento de Canarias, donde reside la representación del pueblo de estas islas, abra sus puertas para reconocer a quienes esos días lo dieron todo, poniendo en riesgo sus propias vidas, luchando incansablemente para que la herida del fuego fuera lo menos dolorosa posible y, de alguna manera, hoy extendamos este reconocimiento a través de ellos a quienes en otros momentos lucharon contra otros incendios que perduran en nuestra memoria.
El incendio nos ha dejado imágenes duras del corazón de la isla de Gran Canaria en llamas, pero también imágenes que van a perdurar durante mucho tiempo en nuestra memoria: la de los hidroaviones recargando sin cesar para volver una y otra vez al fuego mientras la luz les permitía operar, en el mayor operativo aéreo nunca visto en las islas. Esos mismos hidroaviones son los que sobrevolaron varias veces la Playa de Las Canteras para despedirse de quienes abarrotaron el paseo para agradecerles su incansable labor esos días.
Qué decir de las unidades de la UME ovacionadas de manera espontánea por la ciudadanía, o de las imágenes de los habitantes de Teror despidiendo, timple en mano, a quienes habían sido acogidos mientras tuvieron que abandonar sus hogares.
Fueron días de transistores, de familias de todas las islas esperando la comparecencia de los responsables del control y extinción del fuego para contarnos a qué nos enfrentábamos. Canarias fue una esos días, y todos y todas reconocimos en los momentos duros que se nos estaba contando con transparencia y honestidad lo que estaba sucediendo.
Y descubrimos a alguien que quedará para siempre en nuestro imaginario: Federico Grillo, quien hoy, por razones precisamente de su trabajo, no ha podido estar aquí, pero que tiene ya, por mérito propio, un lugar en el corazón de los canarios. Él simboliza también el trabajo y la entrega de todos sus compañeros, de sus compañeras y de todos lo que se dejaron la piel sin descanso en esos días.
Junto a esas imágenes que vimos y que perdurarán en nuestra memoria colectiva, hay cientos de imágenes que nunca veremos: las de tantas y tantas personas anónimas que esos días dieron lo que tenían, por poco que fuese, para acoger a las familias desplazadas o para ayudar a los medios de extinción con lo que se les pedía. Para todos ellos hoy hay una medalla simbólica que el pueblo de las islas les entrega.
En las situaciones difíciles, extremas, el ser humano saca lo mejor de sí mismo. Se ponen de manifiesto los valores de la solidaridad, de la entrega, de la cooperación, de la ayuda. Resulta simplemente emocionante comprobar cómo la ayuda llegó de todos lados. Todos los ayuntamiento de Canarias y los cabildos se ofrecieron para ayudar en las labores de extinción del fuego, con medios humanos y materiales.
Islas como Tenerife, La Palma, Fuerteventura o Lanzarote enviaron unidades de ayuda, volviendo a demostrar que cuando una isla arde, arden todas. El Gobierno de España contribuyó con todos los medios que le fueron solicitados, y otras comunidades autónomas igualmente ofrecieron su ayuda y su colaboración, como Castilla - La Mancha que envió sus hidroaviones. Incluso, Madeira y Azores ofrecieron lo que tenían si era necesario para ayudar en esos duros momentos. Por eso, este reconocimiento lo es además para quienes hoy están aquí, para realzar esos valores que en estos momentos en los que parece que la humanidad se desliza por el precipicio del individualismo y del egoísmo, suponen un encuentro con valores humanos que nos reconfortan y nos dan esperanza para el futuro.
Lo sucedido nos obliga, además, a hacer una reflexión colectiva sobre cómo nosotros, los seres humanos, hemos contribuido a cambiar el clima y qué podemos hacer para revertir la situación, porque desgraciadamente, estos incendios tan violentos, agresivos y difíciles de domar tienen que ver con ese cambio climático y con la manera como nos comportamos con el planeta. Lo ocurrido en agosto debe hacernos reflexionar sobre la forma con que nos relacionamos con nuestros montes y nuestros espacios naturales, y sobre cómo quizás nuestros abuelos y nuestros padres, con sus viejas costumbres y oficios, contribuían mejor que nosotros a evitar catástrofes como las del incendio de Gran Canaria.
Por todo ello, hoy, el Parlamento de Canarias, con estas distinciones, con este reconocimiento solemne a los hombres y mujeres que esos días se entregaron para mitigar los efectos del incendio más voraz que recordamos, solo le da formalidad y solemnidad al agradecimiento sincero, emocionado y espontáneo que ya los canarios y las canarias, a quienes este Parlamento representa, dieron en las plazas, en las calles y las avenidas de las islas.
Lo hacemos desde la esperanza y la fortaleza que los canarios y las canarias hemos aprendido de nuestros indestructibles pinos, que más pronto que tarde brotarán de nuevo y, con ello, nuestro anhelo de que esta tierra siempre tiene un futuro en manos de quienes tenemos el deber de cuidarla.