Las cien viviendas de Titerroy, en el ojo del huracán: "Va a pasar una desgracia"
Con casi sesenta años de historia, estos edificios fueron levantados entre 1959 y 1967 por y para albergar a familias trabajadoras de la isla. En aquel entonces, los propios vecinos se encargaban de pintar y mantener las instalaciones, un esfuerzo comunitario que reflejaba el alma solidaria del barrio. Sin embargo, hoy la realidad es otra: el deterioro estructural y el abandono administrativo de las cien viviendas de Titerroy, amenazan la seguridad y la calidad de vida de quienes allí se alojan.
“Nosotros sí hemos rehabilitado y hemos mantenido este edificio y a la vista está. Si no, esto ya se hubiese caído hace muchos años. Hemos cambiado las puertas, hemos pintado toda la parte de abajo, hemos arreglado las tuberías, los caños, quitamos todos los tanques de arriba de la azotea, volvimos a poner fibra y pintura en los techos de la azotea. Todo lo que ha estado en nuestras manos”, señala Jesús Ruiz, portavoz de la Asociación Vecinal.
Los principales problemas que señalan los vecinos son el deterioro generalizado de los bloques, el desgaste del cemento y pintura, aceras levantadas, humedades y el riesgo de desprendimiento. Además, algunos espacios exteriores a la barriada son utilizados como zonas de vertidos humanos, lo que agrava el mal estado del entorno.
Jesús Ruiz explica para Biosferadigital:“Las problemáticas son varias, pero lo primero que queremos resaltar es el mal estado y el deterioro de estos edificios, que tienen casi más de sesenta años. Pedimos a las autoridades que actúen, porque la situación es crítica. Los vecinos hemos rehabilitado el edificio muchas veces, pero hablamos de cornisas enormes, trabajos que requieren seguros y personal especializado. Eso se nos escapa del presupuesto.”
Ruiz relata además un incidente reciente: “Hace poco le cayó una piedra en la cabeza a una niña. Parece que cuando se pide una ayuda para los vecinos de Titerroy, molesta. Va a pasar una desgracia".
Debate mediático: competencias vacías y falta de actuación
El debate sobre quién debe asumir la rehabilitación se ha intensificado en los últimos meses. Las administraciones han comunicado a los vecinos que no tienen un control total sobre la barriada, ya que no todas las viviendas son públicas. Según otro testimonio vecinal recogido por Biosfera Media, alrededor del 60% de los residentes no son propietarios, y apenas una veintena de viviendas estarían registradas como privadas. Al respecto, Jesús Ruiz nos cuenta que les dijeron que "reparar cada edificio costaría, como mínimo, unos 100.000 euros. Nosotros no disponemos de ese dinero. Las cornisas se están desprendiendo, y esto es una zona escolar. Aquí detrás están la iglesia de San José Obrero, la escuela de adultos, el pabellón, la escuela de idiomas…pasan muchos niños todos los días.”, subraya.
El portavoz de la Asociación Vecinal también recuerda otros casos similares: “Las 100 viviendas de Argana Alta fueron pintadas de blanco cuando son prácticamente nuevas, y me parece perfecto, porque para eso pagamos impuestos. Pero nosotros también los pagamos. Yo no estoy pidiendo que vengan a ponerme una bañera nueva". Añade además que “las viviendas de Los Pitufos y en las de Los Alonso, también fueron rehabilitadas y pintadas sin importar si tenían propietarios o no, privadas o públicas. Aquí pasa lo mismo. Aunque haya propietarios, esto sigue siendo un edificio público. No puedo arreglar solo mi fachada si las demás están deterioradas, es como el pez que se muerde la cola, la humedad seguirá su paso.”
Y concluye: “No estamos pidiendo nada del otro mundo. Estas casas no fueron un regalo. Se construyeron hace sesenta años y los vecinos pagábamos un alquiler social. De regaladas, nada.”
Salud mental y ruidos: el otro problema de la barriada
A los problemas estructurales se suma “el ruido constante del pabellón deportivo de Titerroy”, según cuenta Jesús Ruiz. “El pabellón es otro tema serio. Antes de ir al Ayuntamiento o al Cabildo, hablamos con ellos directamente, pero se lo tomaron mal. No tenemos nada contra los chicos que entrenan ni contra los vecinos, pero el techo de aluminio amplifica el ruido como si golpearás una olla con una cuchara.”
Ruiz asegura que el exceso de ruido ha tenido consecuencias directas en su salud: “Ayer tuve que ir a urgencias por un ataque de ansiedad después de tres días seguidos de ruido. Tengo el informe médico. ¿Dónde está el derecho al descanso de los vecinos? ¿Dónde está la salud mental?". También comunica que “hay una normativa sobre ruidos, pero no se cumple. Están hasta las doce de la noche con tambores, cornetas y música a todo volumen. Mi casa está a menos de diez metros, y el edificio retumba. Los decibelios superan los límites saludables", insiste.
“Aquí viven mayores, enfermos y niños que necesitan descansar y estudiar. Hemos pedido ayuda en numerosas ocasiones, pero no vemos respuesta. Antes de acudir a los juzgados, solo nos queda pedir auxilio a través de los medios", concluye el vecino.