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La Villa regresa a la normalidad tras los fastos

La Villa vuelve a su rutina esperando que no se produzca otro sobresalto como el que aconteció en 1847, cuando perdió la capitalidad de la isla en favor de Arrecife.

La Villa regresa a la normalidad tras los fastos

Tras un intenso programa de conmemoración del sexto centenario de su fundación, la Villa de Teguise retorna a su runrún cotidiano. Las mil ochocientas almas que residen en la antigua capital insular regresan a los largos silencios cotidianos, sólo rotos por el frenesí dominical del mercadillo y algún que otro grupo de turistas amantes del patrimonio histórico y monumental.
 
Hombre, monumental, lo que se dice monumental… Fundada en 1418, la Villa conserva los rasgos más característicos de la construcción canaria, “pero en un grado que puede considerarse más arcaico. Su caserío, en general, es de poca altura, dominando las casas de una planta y excepcionalmente las de dos o tres. Con él contrastan las cuatro hermosas iglesias conventuales: la Vera Cruz, San Miguel, San Francisco y Santo Domingo, que, presentan una arquitectura extraordinariamente simple, pero expresiva”. Así reza el Real Decreto por el que la Villa es declarada Conjunto Histórico Artístico en 1980.
 
Ni el corsario Morato Arráez fue tan devastador como la falsa modernidad
La protección del patrimonio histórico en Lanzarote arrancó con brío en 1979, ya que en ese año se produjeron tres declaraciones monumentales, entre ellas la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en Teguise. Dos años después, llegó la protección del conjunto de la Villa y su panorama urbano, en el que sobresalen las chimeneas, algunas de gran altura, los muros blanquísimos, la cantería labrada y la carpintería de puertas, huecos, balcones y ventanas. 
 
En aquel momento, era profunda la convicción de que la Villa debía ser protegida y salvada de un mal entendido progreso que pudiera transformar sus características edificatorias. Así lo reconocieron en sus informes las reales academias de Bellas Artes y de la Historia, entre otras cosas para que no se repitiera lo de la Mareta. En 1973, se incoó un expediente de declaración de Monumento Histórico-Artístico a favor de la Mareta de la Villa, pero, cuando se declaró su protección, tres años después, ésta ya había desaparecido. Ni el corsario argelino Morato Arráez fue tan devastador como la falsa modernidad que asoló la isla en los años setenta y ochenta del siglo pasado.
 
La Villa vuelve a su rutina esperando que no se produzca otro sobresalto como el que aconteció en 1847, cuando perdió la capitalidad de la isla en favor de Arrecife y su pujante comercio portuario, con el consiguiente trasvase de poderes político-administrativos, sociales y económicos. En el litoral de sotavento, con más de ocho mil residentes —más de la tercera parte de la población municipal— y una pujante economía de servicios, Costa Teguise alza la vista hacia la Villa y enseña, desde lejos, su contribución a la riqueza municipal. ¿Otro susto en ciernes, quizá?

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