SECTOR PRIMARIO
Francisco Cabrera Matallana y el cultivo de la cebolla en Lanzarote

A principios de los setenta se dispara el cultivo de cebollas y se llegan a producir 25 millones de kilogramos sobre una superficie cultivada de 1.700 hectáreas.
A mediados de los años setenta del siglo pasado se intentó aplicar en la isla el sistema holandés en el cultivo de la cebolla con el fin de aumentar los rendimientos. La iniciativa partió de Francisco Cabrera Matallana (Arrecife, 23 de marzo de 1918 - Arrecife, 10 de marzo de 1998), entonces consejero del Cabildo de Lanzarote. Había viajado a Holanda en dos ocasiones, una de ellas en septiembre de 1973, para conocer el sistema de cultivo y su manipulación. Proponía adaptar la agricultura lanzaroteña al sistema holandés, un método que “en cierto modo, se empleó en Lanzarote hace muchísimos años con el nombre de cebolla de ajillo”, pero que se había olvidado.
Cultivo de la cebolla en la isla, un sistema rutinario y costoso
Junio de 1974. Francisco Cabrera Matallana eleva una moción al Pleno del Cabildo y expone que el cultivo de la cebolla se viene haciendo en la isla de una forma “rutinaria y costosa con el empleo necesario de excesiva mano de obra inexistente”. Y echa cuentas. Un peón a 400 pesetas y ocho mujeres a 300 pesetas cada una hacen un total de 2.800 pesetas (un euro equivale a 166,386 pesetas), y escasamente plantan una libra de cebollino al día en dos almudes de terreno. El almud es una medida de superficie equivalente a la doceava parte de la fanega, y esta es una medida agraria cuyo valor, aunque diferente en las distintas islas, oscila alrededor de los 5.000 metros cuadrados.
En aquellos años se seguía en Lanzarote la costumbre de sembrar la semilla en el mes de septiembre, regándose sesenta días para trasplantar luego la plantita o cebollino al cabo de ese tiempo, es decir, en noviembre o principios de diciembre cuando las tierras ya estaban mojadas con las primeras lluvias. En Holanda, en cambio, uno de los sistemas consistía en prolongar los semilleros hasta cien días, por lo que el bulbo se desarrollaba más y adquiría la forma esférica de una cebollita con un diámetro de entre 8 y 25 milímetros. A este se le cortaba la hoja y se trasplantaba con máquina. Aquí es donde estaba el quid de la cuestión para Francisco Cabrera Matallana.
Una tanganilla tirada por un burro podría plantar seis almudes en un día
Obteniendo bulbos de estas características, se podrían plantar mediante el arado de tanganilla, apropiado para los enarenados de la isla. Es una especie de arado provisto de un tubo, por el que se echa la semilla al tiempo que se va abriendo el surco. Cabrera Matallana vuelve a echar cuentas. Un hombre echando bulbos con la mano mediante una tanganilla tirada por un burro podría plantar seis almudes en un día, a 750 pesetas el jornal, resulta que el coste de plantar se habría reducido en más de un 90%. Además, la productividad podría ser mayor con una tanganilla que echara el bulbo automáticamente y tirada por un pequeño tractor. Por último, proponía adelantar un mes el plantado para recolectar en marzo-abril y beneficiarse así de la ausencia de competencia y los mejores precios en el mercado
Ahora bien, el sistema holandés no podría aplicarse al pie de la letra en la isla, decía Cabrera Matallana en su moción, aunque apreciaba datos aprovechables y de aplicación inmediata como densidad de siembra, duración de los semilleros, sistema para cortar la rama, forma y momento de arrancar los bulbo, cantidad de agua y abonos empelados, tratamientos preventivo de enfermedades, conservación y transporte del bulbo, maquinaria para plantar y de donde recoger algún dispositivo aplicable para una tanganilla automática.
El sistema de ajillo se impone al tradicional cultivo de semilleros de cebollino
Precisamente a principios de los setenta, coincidiendo con la caída y desaparición del cultivo de tabaco, se dispara el cultivo de cebollas que alcanza su máximo en la década siguiente, llegándose a producir 25 millones de kilogramos sobre una superficie cultivada de 1.700 hectáreas. En la segunda mitad de los setenta se inician los primeros ensayos de plantación de cebollas por el sistema de ajillo microbulbos. Además de adelantar la cosecha en un par de semanas, se consigue la mecanización de la plantación, con el consiguiente ahorro en mano de obra. Así fue aumentando el sistema de ajillo en detrimento del tradicional cultivo de semilleros de cebollino.
En abril de 1978, la Comisión Informativa de Agricultura del Cabildo analiza el Informe sobre ‘Conservación en frío de la cebolla lanzaroteña’ suscrito por el consejero Francisco Cabrera Matallana y el ingeniero de la Corporación José Manuel Fiestas Coll. La idea era almacenar la cebolla tardía, coincidiendo con la caída de los precios debido a la aparición en el mercado de la cebolla peninsular, para venderla en los primeros meses del año siguiente a mejores precios. Calcularon que el coste anual de una cámara frigorífica capaz de almacenar la tercera parte de la producción insular sería de 80 millones de pesetas (480.000 euros). Además apuntaron que “se debería insistir en la protección comercial de nuestra cosechas de cebollas”.
Francisco Cabrera Matallana, 85 años después
Hace unas semanas se presentó el libro Francisco Cabrera Matallana. 85 años después, escrito por su hijo, Daniel Cabrera Panasco y con prólogo de Sergio Millares Cantero. El libro recoge un período de su vida que abarca desde el año 1935 hasta 1943.
Al terminar el bachiller, viaja a la capital de España para preparar las oposiciones a Aduanas, pero en ese momento estalla la Guerra Civil y se ve atrapado a dos mil kilómetros de distancia de su isla natal y de su familia. En un principio, elude como puede participar en el conflicto y es declarado prófugo por los sublevados, pero finalmente es movilizado por el bando republicano, leal a la Constitución, hasta su reclusión en el campo de prisioneros de Barbastro (Huesca) casi al final de la contienda.