Arrecife con gente

Algún día, Arrecife dejará de ser una ciudad diseñada casi en exclusiva por y para los coches para acercarse más y mejor a una urbe de las personas. Sería un sueño encontrarse un buen día con menos coches, más restricciones al tráfico, menos ruido, muchos menos gases contaminantes, más aceras, más peatones, más transportes públicos y colectivos, más bicis, más árboles, más parques y jardines, más sombra… Y con concejales y concejalas más partidarios a esta manera de entender la ciudad y menos adictos a los coches.
 
Un reciente reportaje de The New York Times difundía algunos de los cambios estructurales que está llevando a cabo la capital francesa desde 2014, de la mano de la alcaldesa Hidalgo. Entre otros, 320 kilómetros extra de carriles bici, cierre de autopistas al tráfico rodado para devolvérselo a los peatones, y, por supuesto, una mayor penalización del uso del coche en la ciudad. Como consecuencia de ello, el número de vehículos matriculados propiedad de los parisinos ha caído a mínimos históricos porque han dejado de ser imprescindibles.
 
Estaría muy bien que, en lugar del coche, la población lanzaroteña mayor de edad recurriera a otro signo externo para tratar de evidenciar su estatus económico o social. O sus pretensiones, vaya. No sé, quizá presumir de los libros leídos, de lo bien que te sientan esos zapatos cuando los sacas de paseo, de buena conversación sentado en una terraza en agradable compañía y por cuya calle no transitan coches, de los sistemas de transporte públicos utilizados en las ciudades que has visitado… Presumir de ser gente, ciudadanos, en vez de carcasa y de motor.

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