LUGARES | Nueva normalidad

Caleta de Famara, este año ni fiestas ni mogollones debido a la covid-19

Ni dispositivos de seguridad, ni aparcamientos disuasorios, ni refuerzo del transporte colectivo, ni fiestas, ni verbena del agua... Nada de nada.

Caleta de Famara, este año ni fiestas ni mogollones debido a la covid-19

Este año, la pandemia ha dejado para otra ocasión la celebración de las fiestas en Caleta de Famara: ni dispositivos de seguridad, ni aparcamientos disuasorios, ni refuerzo del transporte colectivo, ni fiestas, ni verbena del agua… Nada de nada. Eso sí, días playa, los que quieras. Con una longitud de más de cuatro kilómetros, la playa de Famara se ha convertido en el penúltimo reducto costero de los lanzaroteños. Flanqueado en un extremo por el macizo de Famara y, en el otro, por el pueblo de la Caleta, en medio emerge un edén a marea vacía cuando el viento lo permite. Hay quien dice que se parece cada vez más a Las Canteras…
Antiguamente, algunas familias de Arrecife y Teguise se instalaban para sobrellevar los calores del verano
 
El veraneo en la Caleta viene de antiguo. Uno de sus veraneantes más conocidos, César Manrique, siempre mantuvo vivo el recuerdo de sus correrías infantiles en aquellas orillas y el impacto que en él ocasionó el descubrimiento de la luz y la naturaleza. Salvando las distancias, hoy no es muy diferente: sigue siendo un paraíso para los niños. El pueblo cuenta en la actualidad con más de mil residentes, un censo que no ha dejado de aumentar pese a los duros días de invierno, entre otras razones debido al auge de los deportes náuticos de viento, como el surf y kitesurf. Varias escuelas ofertan paquetes que incluyen cursos de iniciación y apartamentos para alojarse. Si no se ha reservado con antelación, en agosto es casi imposible encontrar alojamiento.
 
Antiguamente, algunas familias de Arrecife y Teguise se instalaban en este núcleo para sobrellevar los calores del verano, donde siempre sopla la brisa fresca del norte. En el primer tercio del XIX ya existen en la Caleta almacenes de piedra y barro construidos por los pescadores ocasionales. Poco a poco, a finales de siglo van construyéndose casas de veraneantes junto a los almacenes y pequeñas viviendas de los residentes fijos, cuyas primeras familias se apellidaban Tavío, Morales, Batista, Padrón y Machín. Aquí nació el maestro constructor de timples Simón Morales Tavío.
El viejo poblado de pescadores se ha transformado en un núcleo turístico y residencial
 
La ermita bajo la advocación del Sagrado Corazón de María data de 1907, y unos años más tarde se instala la costumbre de tomar baños en la Caleta entre los naturales de Teguise. Los residentes de la Caleta se multiplican en Semana Santa, preludio de un traslado estival que comenzará por la festividad de San Juan, en unos casos, o tras la celebración de las fiestas del Carmen, en Teguise, en otros. Otros años, tras las fiestas de la Caleta y el comienzo del curso escolar, se produce el retorno aunque todos saben que los mejores meses son septiembre, octubre y noviembre: sin viento, con días de mar en calma y sin tanta gente.  
 
El viejo poblado de pescadores se ha transformado en un núcleo turístico y residencial. No hay rastro de las chozas que guardaban los barquillos de dos proas, ni se otean velas a lo lejos, pero el lugar sigue siendo único. A un lado, el Risco y su luz cambiante; en la otra punta, la Caleta. En frente, las olas y, al fondo, La Graciosa, Montaña Clara y Alegranza. En días luminosos, el espectáculo es sublime. Pero recuerda que ni se permite acampar ni estacionar los coches en cualquier sitio o de cualquier manera, ya que esta zona es un espacio natural protegido y forma parte del Parque Natural del Archipiélago Chinijo.

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