El concejal y la Zona Centro

Anda una con los pelos de punta sin saber a dónde mirar. No ya porque considere que nuestros servidores públicos no estén a la altura, sino porque puede que ni las instancias empresariales lo estén. Estas últimas representan a empresarios y actividades comerciales, y una se pregunta cómo le pueden ir bien sus negocios o cómo pueden representar a otros, con las limitaciones que aparentan cuando presentan iniciativas para su sector.

 

En este caso, en el de la zona comercial del centro de Arrecife, parecen juntarse el hambre y las ganas de comer. Si en algún momento afirmaron que la apertura al tráfico de la Avenida de La Marina iba a ser la clave de la revitalización de esa zona, el tiempo no parece estar dándoles la razón, porque la experiencia de décadas va justo en sentido contrario. Peatonalizar es la clave para comenzar a crear las condiciones.

 

No sólo cerrando al tráfico se consigue el fin de atraer los visitantes a determinada zona, sino que deberá apostarse por crear las condiciones de forma simultánea, tal que elevar los índices de calidad y bienestar. El cutrerío no es una de esas condiciones, y no todo se puede fiar a la intervención voluntarista de la vecindad de la que esperamos que no ensucie, que sea cívica, o que pinte sus fachadas. Si esto fuera suficiente porque los niveles de madurez y responsabilidad fueran de tal calibre, no necesitaríamos gobierno alguno. Lo de este viernes y sábado de agosto pasados da más miedo que vergüenza. Sin duda.

 

Si el concejal Armando Santana, que no debe ir de por libre a la hora de intervenir en las arterias comerciales con el afán de dinamizarlas, apuesta por esa iniciativa es que representa la voluntad del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Arrecife. Si al concejal, o al Ayuntamiento se le suman Felapyme y la Asociación Arrecife Centro, peor me lo pintan.

 

Pasacalles, descuentos y alguna que otra cosa más, parece propio de unas festividades de pueblo de la posguerra, cuando la población no tenía mayor entretenimiento que andar calle arriba y abajo. Cuando esta sociedad se caracteriza por altos índices de entretenimiento y de alternativas al ocio, algunas cosas sobran, como los espectáculos callejeros de según que clases.

 

Predicadores, colectivos sociales, iluminados y hasta ciudadanos responsables, por no mencionar a otros pueblos más sensatos y observadores, han indicado durante décadas cuáles son las claves para cualificar determinados espacios públicos. La experiencias se han realizado allá y más allá, tímidamente aquí, pero siguen sin salir de su pobreza mental, esa que no acepta que los demás puedan ayudar a gobernar porque ellos son los elegidos.

 

Desde que llegaron anuncian a bombo y platillo que se conceden licencias de construcción para solares y casas viejas, porque esperan que la iniciativa privada resuelva lo que ellos no saben hacer. Con nuevas casas y la rehabilitación de otras, no se consigue lo que pretenden, que es la dinamización de la actividad comercial. Ayuda no ver solares ni casas en ruinas, pero falta una acción de gobierno, una relación de compromisos y tareas, unos recursos, un plan de actuaciones y un plazo. No es posible que de Ástrid Pérez para abajo nadie tenga una idea que comunicarnos para revitalizar la actividad comercial que no sea esta memez de estos días, y que no sepan que esta —la actividad comercial—, no es algo que vaya fuera del espacio urbano que tan abandonado tienen.

 

Una calle es la medida de todas las demás, hasta de la ciudad entera, diría yo. Miremos cuál es la calle más cualificada de Arrecife y preguntémonos por qué. Cuando lo sepamos, actuemos en consecuencia para toda la ciudad. En este contexto, donde una clave es la creación de determinada escenografía urbana, he leído algo sobre la intención de potenciar Arrecife como un centro comercial y de hostelería. Estamos en lo mismo, ¿con estas pintas? 

 

Una pista. No es el mobiliario urbano, no es sólo la peatonalización, no son sus edificios... Si en lo que les queda de mandato, no lo averiguan y actúan, es que realmente estamos perdidas. Nuestra —puede que para su suerte— olvidada Eva de Anta tuvo también la oportunidad y la desaprovechó. Pena de años perdidos.