Fellini, centenario

En principio fueron los actores (y las actrices, claro). Íbamos al cine a ver tal o cual película porque salía tal actor o actriz, como nuestros padres y abuelos que incluso les reservaban comentarios del tipo “Qué bien trabaja” admirados por tal o cual actuación;  como si el oficio de esos intérpretes estuviese a la altura de los trabajos humildes que desempeñaban como carpinteros, marineros o camareras de piso. Pero más tarde, según fue uno persistiendo en la afición por las películas, llegaron los directores, esos nombres que salían en último lugar de la lista de créditos. Hasta el punto de ir a intento al cine para ver lo último de Truffaut o de Stanley Kubrick. O de Fellini.
 
El pasado 20 de enero hubiera cumplido Fellini cien años
Fellini es un nombre que suena y resuena incluso a personas no necesariamente cinéfilas. Hubo una época en que firmaba sus películas con el apellido por delante: el Satiricón de Fellini.  El Casanova de Fellini. Los años sesenta y setenta del siglo pasado fueron los del reconocimiento de los cineastas como autores verdaderos de las películas. Y del star system pasamos a esos tiempos en que los directores fueron las estrellas. Hoy día podríamos decir que se encuentran a la par, en más o menos pacífica coexistencia, porque las estrellas auténticas del cine contemporáneo son, quizá, los efectos digitales. Pero esa es otra historia.
 
El pasado 20 de enero hubiera cumplido Fellini cien años, aunque él no llegó a tanto ni falta que le hizo. Sin embargo, no ha habido filmoteca ni centro cultural en el mundo que se precie que se haya quedado sin celebrar este centenario. Nos sumamos a estas celebraciones, humildemente como siempre, con la proyección de La Strada, una de sus primeras películas, la que lo reveló internacionalmente gracias a un Óscar de Hollywood con que fue galardonado. El acto tendrá lugar esta misma tarde en el Cine Buñuel, en El Almacén, a partir de las 20.30. Y les  tenemos reservadas algunas sorpresas. Todo sea por celebrar el centenario.
 
Le debemos tanto a Fellini que no teníamos claro qué película elegir
Le debemos mucho Fellini. Le debemos los personajes fellianianos, que son esos personajes grotescos, hechos de trazo grueso, que luego también fuimos capaces de identificar en la vida real. Fellini empezó como dibujante, como caricaturista, y esa visión del mundo lo acompañó de por vida en cada película. Le debemos a Fellini los paparazzi, oficio inventado por un personaje de La Dolce Vita, película que recrea la vida disoluta en la Roma de los sesenta. Le debemos a Fellini películas enormes como Ocho y medio, Roma, Amarcord. Especialmente esta última, recreación  conmovedora de infancia y adolescencia en su Rímini natal, imposible de visionar sin la música de Nino Rota.
 
Le debemos a Fellini la música de Nino Rota, sin la que sus películas se nos harían inconcebibles, absolutamente. Trabajaron siempre juntos formando una de las parejas artísticas más fecundas de la historia de las artes. Rota quiso, como Bernard Hermann, ser músico sinfónico, importante, pero se quedó en músico de películas para alegría de la humanidad. A él también le debemos las partituras de Rocco y sus hermanos o las de El Padrino.
 
Le debemos tanto a Fellini que no teníamos claro qué película elegir. Optamos al final por La Strada por el cariño que le guardamos a esta vieja película. No es ni de lejos la más representativa. Pertenece a esa época en que el cine italiano empezaba a salir de la crudeza del neorrealismo para ocuparse de otras vidas. Los personajes de Zampanó y Gelsomina representan eso mismo. Gelsomina es una soñadora que anticipa las ilusiones de la sociedad más acomodada y ociosa surgida tras los respectivos “milagros” europeos de reconstrucción social. Zampanó, bronco y rudo, nos recuerda a padres y abuelos poco dados a besos y remilgos, hijos de duras posguerras. No hemos vuelto a revisar La Strada después de tantísimos años, y mucho temor tenemos a que se nos haya hecho vieja. Pero las películas son como las personas: si uno las quiso alguna vez, ya nunca más dejará de guardarles cariño. Aunque se nos llenen de arrugas.
 
¡¡¡No se la pierdan esta tarde en el Cine Buñuel!! Habrá algunas pequeñas sorpresas.

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