Lanzarote, volcán de museos

Lanzarote, volcán de museos

Mientras el mundo se la juega entre la crisis sanitaria y la económica, la isla de Lanzarote observa la decisión del Cabildo de cerrar el Museo Arqueológico (Casa Fajardo), el Museo Submarino y la tienda de la Casa Amarilla, antigua sede del Cabildo cuyas salas son usadas para la celebración de exposiciones. Una decisión que resta a la isla dos espacios de posible interés cultural y turístico y una tienda que daba empleo a varias personas a cargo del Cabildo. La justificación de este cierre es un saldo de 2,2 millones de euros entre pérdidas e inmovilizado (no sé cuántos años ni cuánto corresponde a pérdidas y a inmovilizado). “Una sangría económica” a juicio del consejero delegado de los Centros de Arte, Cultura y Turismo (CACT) de Lanzarote, Benjamín Perdomo, entidad que gestiona los archiconocidos establecimientos creados bajo la dirección artística de César Manrique, y otros posteriores, a los que se sumaron los que van a cerrarse tras una efímera existencia acompañada de polémicas.
Hay lanzaroteños que consideran que reducir la oferta de espacios museísticos o turísticos supone un retroceso
 
Según recoge la prensa, los informes y planes de viabilidad económica, turística y cultural auguraban cifras de visitantes muy optimistas y, por tanto, de unos ingresos que nunca se han alcanzado (¿dónde están esos estudios y quién se hace responsable de tales previsiones?). De hecho, la media de visitantes del Museo Submarino ha sido de 22 personas al día durante 2019, mientras el Museo Arqueológico lo visitaban sólo 9. Aún así, la decisión no está libre de polémica, ya que hay lanzaroteños que consideran que reducir la oferta de espacios museísticos o turísticos supone un retroceso, ya que César Manrique creó entre los visitantes la 'mala costumbre' de descubrir algo nuevo en la isla en cada regreso. De hecho, desde el fallecimiento del artista, se han abierto el Museo Agrícola El Patio, el Museo Aeronáutico, la Casa-Museo del Timple, la Casa Museo César Manrique en Haría, A Casa de Saramago, el Museo Etnográfico Tanit, el Museo de Historia de Arrecife (castillo San Gabriel) y el museo de la piratería en el castillo de Santa Bárbara. Una fórmula para rentabilizar patrimonio público, mostrar lo original de la isla y solucionar el problema de masificación en los CACT.
No uno sino dos museos y un posible 'chiringuito'
 
Pero ahora nos encontramos en una situación posiblemente inédita, en la que, por primera vez, se procederá a cerrar una oferta turística pública de reciente creación. No uno sino dos museos y un posible 'chiringuito'. Lo cual pone de manifiesto un doble fracaso de la planificación del Cabildo. Dos equipamientos sin viabilidad económica y sin un discurso o contenido poco atractivo, salvo para los amigos del ex presidente insular, a quienes se usó de 'modelo' para la realización de diversas esculturas (¡!). Y eso a pesar de que el 'artista' llegó a afirmar que su museo pondría a Lanzarote en el mapa mundial viniéndose arriba ¡y tanto! De ahí que el Museo Submarino seguirá hundido (físicamente) en el mismo sitio y probablemente no salga de ahí por el coste que le puede suponer a quien lo intente si no aparece alguien que crea puede sacarle rentabilidad con la experiencia de un modelo en el que las cuentas no salen ni para tener a una persona en la taquilla, aunque habrá que ver los problemas que pueda acarrear la nueva normalidad, ya sean económicos o de derechos sobre una obra sumergida. A lo que hay que sumar su ubicación próxima al puerto Marina Rubicón, declarado ilegal en el proceso contra la corrupción llamado 'Caso Yate'. De todos modos, no hemos de olvidar que el turismo de submarinismo es minoritario, pueden ser pocos, pero dejan en la isla mucho más beneficio que la masa que acude a un 'Todo Incluido'. No olvidemos que puede ser un buen producto, pero con un buen proyecto sin tantos episodios de novela negra.
La aventura escultórica de Jason Decaires que ha resultado fallida al atraer sólo al 5% de los submarinistas que visitan Lanzarote
 
Más preocupante es que el anterior mandato cabildicio haya dejado huérfano el patrimonio arqueológico porque no se podrá exhibir las piezas históricas en un edificio que es una ruina y obliga a buscar otro espacio para que los turistas puedan encontrar en la isla referencias de la población primitiva, los mahos. Y, dentro de este conjunto de medidas, la isla pierde una tienda cuya oportunidad, necesidad o funcionalidad no ha sido demostrada con el coste de cuatro empleados ubicados en el espacio expositivo la Casa Amarilla, donde se pueden visitar exposiciones bien estructuradas como la de Lanzarote en el cine o actualmente 'Las sombreras'.
 
Si bien esta decisión es controvertida, más lo sería mantener dos equipamientos que cargaban con una carga económica y ética preocupante. Y los anteriores responsables del Cabildo lo tenían claro, pero impusieron sus decisiones comprometiendo el dinero público para incorporar a la isla la aventura escultórica de Jason Decaires que ha resultado fallida al atraer sólo al 5% de los submarinistas que visitan Lanzarote, insuficiente para un museo que ha costado una fortuna y al que iban a destinar otras cantidades significativas para la realización de un centro de interpretación (300.000 euros) y un 'Observatorio' (480.000 euros). Esta instalación se presupuestó inicialmente en 650.000 euros, aunque se afirma que costó un millón, y el autor se reservó el derecho al 10% de la venta del merchandising y el 50% de las imágenes que se realizaran con fines comerciales. Por otro lado, los museos sumergidos se multiplican por el mundo, al igual que los acuarios, norias, parques acuáticos o modernos zoos. Arte y equipamientos turísticos que se convierten en franquicias o se repiten hasta la saciedad.
Puede que no hubiera otra alternativa, pero suena fatal por la falta de criterio de los que impulsaron este fiasco
 
En el caso del Museo Arqueológico, en 2019 recaudó 5.463 euros y tuvo unas 'pérdidas' de 185.815 euros. La instalación ha supuesto el gasto de unos cinco millones de euros pero podría crecer la cuenta bastante más, a causa del mal estado del inmueble al ser adquirido, en una compra que también está rodeada de polémica por la relación de amistad del ex presidente del Cabildo lanzaroteño con la familia que vendió el edificio. Una decisión que supuso el traslado de los recursos arqueológicos del castillo de San Gabriel, cuya ubicación sobre el arrecife junto al Puente de las Bolas era un paseo atractivo con un discurso para el turismo que unía las fortalezas coloniales para defensa de piratas y berberiscos con el pasado prehispánico.
 
Y ante los despropósitos anteriores creo que se debería facilitar toda la información con transparencia, así como elaborar un proyecto para impulsar o reconvertir estas instalaciones mediante concursos de ideas y no a través de contratos dirigidos, que permitan dotar estos dos espacios y tienda de un discurso más atractivo para ser visitado por turistas y residentes.
 
Probablemente, César Manrique, se habría preguntado la viabilidad de estos espacios museísticos, las necesidades de la isla y cómo conseguir el máximo aprovechamiento y sostenibilidad de ellos. Pero se ha optado por el cierre... Puede que no hubiera otra alternativa, pero suena fatal por la falta de criterio de los que impulsaron este fiasco, y falta de una actuación más ambiciosa por quienes se ven obligados al cierre.

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