Peatonaliza, que algo queda

Peatonaliza, que algo queda

Los comerciantes siempre desconfían de la peatonalización de las calles en las que tienen sus negocios. La repentina ausencia de tráfico la perciben como menor movimiento y una accesibilidad inferior a sus comercios y, en consecuencia, como una caída de la afluencia de público. El lema inicial suele ser el mismo: peatonalizar es malo para el comerciante. Siendo las ciudades hijas del comercio, las propuestas de peatonalización deben ser abordadas con el máximo rigor y con mucha información, de acuerdo, pero las ciudades no tienen por qué estar secuestradas por los vehículos a motor, al menos para siempre jamás.

La peatonalización es una fórmula tan generalizada que se ha convertido casi en un equipamiento normalizado en todas las ciudades europeas. Las zonas peatonales se han transformado en un remanso de paz que facilita la estancia de los visitantes, también de los turistas, sin olvidar que la modalidad del turismo de cruceros exige calles peatonales, comercio, ocio y centros históricos. Ello no quita que la peatonalización se asocie en el imaginario colectivo al cierre al tráfico motorizado privado de las calles de los centros urbanos; de ahí que suela ser una medida polémica.
 
“De cara al comercio lo trascendente es que la peatonalización llama a la gente, y la gente llama al negocio”
 
Las ya tradicionales e iniciales reticencias de algunos sectores del comercio suelen diluirse rápidamente, ya que peatonalizar posibilita casi de inmediato la configuración de un espacio propicio al comercio, capaz incluso de competir con las grandes superficies comerciales situadas en la periferia. Pero el ideal es peatonalizar buscando la combinación de varios efectos, como la ciudad-museo en los centros históricos para atraer turistas, la ciudad-hipermercado pensando en los compradores, o la ciudad-cafetería, orientada hacia el ocio. Aquí se la juega Arrecife, si, de verdad, aspira a ocupar cierto papel de relevancia en la industria turística insular.
 
La ciudadanía pasa de tener aceras estrechas a disfrutar de calles en calma por la que poder pasear sin empujones y apretones. También mejora la fisonomía de las calles cuando se plantan árboles. Pero, de cara al comercio, lo trascendente es que la peatonalización llama a la gente, y la gente llama al negocio. Así, se reconvierte la zona en un factor de atracción y las empresas tienden a instalarse en ella para captar clientes, lo que genera dinamismo comercial. Al tiempo.
 
JM Quintero

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