Rostros, pueblos

Como Festival de categoría A que es, todas las películas que se proyectan en Cannes lo hacen en premiere mundial (excepcionalmente, se admite un pase previo pero solo en su país de origen), por lo que las expectativas que se generan ante cada una de ellas son desmesuradas, máxime cuando que los que figuran son los autores de mayor renombre internacional. Esto da lugar a situaciones cuando menos curiosas. Sales en tropel de una proyección, en medio de una masa ingente, y te aborda por ejemplo un equipo de tv que quiere conocer tus primeras impresiones sobre la película. Se siente uno como un ministro, intentando además esquivar a esta gente.

Otra consecuencia habitual: considerar que cada película que ves es una obra maestra imperecedera, tendencia que alimentan algunos de los críticos más renombrados publicando ese tipo de comentarios en redes sociales nada más salir de la proyección. Por ejemplo ‘Wonderstruck’, del director norteamericano Todd Haynes, se dio por segura ganadora de la Palma de Oro de Cannes según arrancaron los créditos del final. En realidad es un simple telefilme, a la mayor gloria de la ciudad de Nueva York, que recrea dos tiempos distintos (los años 20 y los 70), en base a toda clase de tópicos y con evidente desgana, porque al director lo único que parece importarle es meter música de David Bowie a toda costa.
 
“De lo visto hasta ahora nos quedamos con ‘Visages, Villages’, una gozada que nos lleva a pensar que quizá el cine se inventó solo para esto”
 
Al día siguiente, ‘Wonderstruck’ ha sido despreciada y  hasta vilipendiada y otra película ha ocupado su lugar entre los favoritos a la Palma. Y así siempre.
 
No está siendo una gran edición del Festival este año. Maestros como Garrel o Claire Denis nos han decepcionado relativamente, con películas más ligeras, más consumibles, más cerca de Rohmer que de su propio cine. Abel Ferrara presento un documental sobre las giras de su banda de rock en Francia, donde lo mejor ha sido su propia presentación sobre el escenario en permanente estado de tambaleo. Bruno Dumont se ha atrevido con un biopic sobre la infancia de Juana de Arco en clave de tecno pop ruidoso, un auténtico disparate que después de todo se agradece (y mucho).
 
De lo visto hasta ahora nos quedamos con ‘Visages, Villages’, un documental en el que la legendaria Agnes Varda se lanza a la carreteras de los campos de Francia junto a un artista multimedia llamado JR (de esos que lo mismo te hace una foto que te escribe un poema), para filmar nada más que los países y los rostros de la gente (humilde) que los habita. Una gozada que nos lleva a pensar que quizá el cine se inventó solo para esto.
 
Marco Arrocha

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