Sacos, caos, asco
31 de octubre de 2016 (10:20 h.)
La alerta pre-bélica tiene siempre una escenografía que las imágenes gráficas recogen desde muy antiguo. Sacos de arena que protegen monumentos y fachadas. Para un Arrecife que es escenario pre-bélico, el Ayuntamiento reparte sacos de arena, medida previsora donde las haya para lo incontrolable, para una alerta de lluvias. En este caso, ni granadas, ni balas, ni bombas incendiarias, sino agua de lluvia. El agua de ríos y barrancos desbordados, de olas destructivas, no era lo que se esperaba, sino de lluvia.
La obsolescencia de determinadas infraestructuras o la carencia de ellas, es lo que propicia acciones como esta. Arrecife, ha acometido obras de saneamiento y de canalización de aguas pluviales, y la Dirección General de Aguas ha gastado, que no invertido, un dineral en proveer a una zona donde lluvias e inundaciones eran una misma cosa, de la infraestructura adecuada para la resolución definitiva de este problema recurrente.
“Las obras subterráneas realizadas años atrás en La Plazuela nunca mostraron utilidad alguna”
Las obras subterráneas realizadas años atrás en La Plazuela, acometidas por Lanzagrava, y recepcionada por el Ayuntamiento, nunca mostraron utilidad alguna. Tanto es así que para que pudiera entregarse “en condiciones”, la empresa, provista de botes de silicona, selló las tapas metálicas de la instalación. El permanente olor nauseabundo evidenciaba que algo no funcionaba.
Tras la obra, año tras año se ha inundado y desparramado aguas fecales por la vía y locales comerciales de la zona. Este octubre no se apreció nada de eso, pero porque, finalmente, el caudal de agua caída no era para mucha alarma. El chisme sigue sin funcionar, pestilente a ratos, y nadie quiere abrir la caja de los truenos oculta bajo el subsuelo, ese chisme que la empresa instaló y entregó al Ayuntamiento a sabiendas de la inutilidad de la misma y que este recibe, técnicos mediante, con el conocimiento de su inutilidad (connivencia obliga).
Del resto de la ciudad tal que lo mismo. Sacos de arena para las puertas, poco caos, por la presencia de vehículos que organizaban que nada reventara, y, eso sí, asco, mucho asco por el olor penetrante que perfora las pituitarias, y que no se va. La misma ciudad que queremos vender a los turistas, huele a merde.
Leonardo de León Luzardo