Viva Chaplin

Viendo el otro día en vídeo unas vieja películas de Charlie Chaplin, me preguntaban mis hijos chicos por qué se ven en blanco y negro y no a todo color; y que por qué no se oyen lo que dicen los personajes aunque abran la boca para hablar. Y una última cosa: porque anda todo el mundo tan deprisa, tan ligerito, y también los coches y las hojas de los árboles, a una velocidad que no es la de la vida real. Me imagino que de chico se hizo uno estas mismas preguntas cuando tuvimos la oportunidad de ver alguna de estas películas viejas siempre por la tv. La primera vez que vi en una pantalla grande una de Chaplin fue ‘Una mujer de París’, aquí en la Sala Buñuel. Ahora nos sentimos muy orgullosos de proyectar en la Sala esta tarde (a partir de las 20.30h) otras obras suyas bajo el lema, que no podía ser otro, ‘Viva  Chaplin’.
 
Viva Charlie Chaplin, claro que sí, por habernos aficionado al cine, por habernos hecho cinéfilos. Por enseñarnos tantas cosas del cine y de la vida. Chaplin se crió tirado en las calles de Londres y nunca olvidó ni renegó de esos orígenes. Al contrario, fueron su inspiración para crear el personaje que más tarde lo hizo famoso en los Estados Unidos. Poco a poco fue creando una estampa única,  el hombrito, el fellow man (Charlot lo rebautizó un distribuidor francés y fue el nombre detestable que heredamos en España): un tipo con bombín, bastón y traje harapiento que llegó a convertirse en emblema universal. 
 
Nos sentimos muy honrados de rendir este homenaje a Charlie Chaplin en la Sala Buñuel
Mis hijos chicos, que como todos los chinijos tienen una percepción especial, distinta y superior a la nuestra, dicen que este personaje de Chaplin se les parece a un gato. Y es verdad. Un gato en permanente lucha, contra la ley, contra la policía, y sobre todo, contra el hambre. Por tan próxima, el hambre nos toca tan de cerca en Lanzarote que no nos extraña que un tipo se coma unas botas y los cordones, como si fueran fideos, del mismo modo que hace no tanto hacíamos gofio de los carozos de las piñas. Pasar más hambre que un caracol delante de un espejo nos vincula a Chaplin generación tras generación.
 
Pero hay otra cosa más que tiene que ver con la pobreza. Chaplin luchó incansablemente por prosperar allá, en los Estados Unidos. Se hizo un director independiente, sin tenerle que rendir cuentas a ningún mandamás, y creó así la película más grande de la historia del cine, una que se titula ‘Luces de la Ciudad’. La hizo muda, en pleno apogeo del sonoro, en el año 31. Cabezudo, quiso seguir haciendo cine mudo. Trata de una florista ciega de la que se enamora Chaplin, hasta de hacer todos los trabajos imposibles por reunir el dinero necesario para operarla y que recupere la vista. Al final lo consigue, aunque le cuesta hasta la cárcel. Al final la florista lo reconoce. No es un tipo rico, como ella suponía. Es un tipo con un traje raído, bastón y bombín. ‘Can you see now?’, le responde Chaplin, en el rótulo. La pobreza no es una vergüenza. ¿Puedes ver ahora? Ser pobre es una honra. Es tan difícil comprenderlo.
 
De chico me acuerdo de pensar que estos primeros tiempos del cine se debían solo a las risas y las comedias. Así hasta descubrir ‘Luces de la Ciudad’ o ‘Una mujer de París’. Y tantas otras. Hoy nos sentimos muy honrados de rendir este homenaje a Charlie Chaplin en la Sala Buñuel. Les descubriremos por qué se hicieron en blanco y negro. Por qué son mudas. Y por qué anda el mundo tan deprisa: la gente, los coches. Las hojas de los árboles.
 
Habrá sorpresas. ¡¡No se lo pierdan!!

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