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98 primaveras tendría hoy el artista César Manrique

El lunes 24 de abril César Manrique cumpliría 98 años. Su impronta artística le dio un vuelco a la percepción que los lanzaroteños tenían de su propia tierra y de sí mismos.

98 primaveras tendría hoy el artista César Manrique

César Manrique Cabrera nació en Arrecife el 24 de abril de 1919. De seguir vivo, este lunes cumpliría 98 años. Su genio creativo transformó la percepción que los lanzaroteños tenían de su propia tierra, y de sí mismos, a través de lo que denominó simbiosis arte-naturaleza/naturaleza-arte. Hace 25 años que ya no está físicamente entre nosotros, aunque su huella está presente en numerosos rincones de la isla. 

A pesar del tiempo transcurrido sigue vigente un estéril debate: cómo sería Lanzarote si Manrique siguiera por aquí, qué haría ante esto o que diría frente a aquello. También hay quien desea que nunca hubiese existido, para qué engañarnos.
 
Manrique falleció poco después del primer aniversario de la entrada en vigor del Plan Insular de Ordenación del Territorio (PIOT) y, por eso mismo, se perdió enardecidos debates, cuando no ásperos enfrentamientos, sobre la defensa del territorio y los  límites del crecimiento turístico. Qué diría si viera entrar en los juzgados, uno tras otro, a alcaldes y ex alcaldes imputados por una manera corrupta de entender la cosa pública, junto a los supuestos cerebros y los ejecutores que tendieron las celadas a la isla hasta conducirla a la desesperanza… No hay manera de averiguarlo.
 
“Por lo que sabemos de su trayectoria vital, estaría maravillado ante la creación divina y humana”
 
Manrique poseía un verbo apasionado que se encendía ante algún atropello, un gesto de desprecio hacia la cultura o un atentado contra la naturaleza. Por lo que sabemos de su trayectoria vital, estaría maravillado ante la creación divina y humana o enfadado ante la destrucción provocada por el hombre; difícilmente había en él término medio. Asistió al declive del logro insular que él mismo protagonizó, pero nunca dudó en activarse para protegerlo y reclamar cordura y sensibilidad. Por lo que sabemos, seguramente estaría partiéndose la cara ante los desmanes y cansado de oír de ciertos lugares: “¡Chacho, César, cállate ya!”.
 
Es probable que así fuera, aunque tal vez algunos preferirían otro Manrique: equidistante y descomprometido con el espacio público, emisario ante el mundo sólo para captar más turistas, encerrado en su estudio pintando y asistiendo a saraos sólo para dar un toque de distinción. Algunos, quizá, lo preferirían como una coartada para dar lustre a sus negocios, o para dar brillo a la isla, entendida ésta exclusivamente como un negocio.
 
“Si quisiera, el poder podría recordar a Manrique emulando su manera de estar en la vida: libre, optimista y creativa”
 
Él ya no está, así todo queda en el terreno de la conjetura. Permanece, sin embargo, la Fundación que creó para dar continuidad a su obra y su pensamiento. Desde su puesta en marcha, hace también 25 años, se ha situado, responsablemente, en el centro de la reflexión -y en la acción- en la defensa del territorio y la contención del crecimiento turístico desde una concepción amplia y contemporánea de la cultura. A Manrique sólo lo podemos imaginar encabezando la trayectoria de la institución que fundó, y que es inequívoca.
 
Si quisiera, el poder podría recordar a Manrique emulando su manera de estar en la vida -libre, optimista y creativa- y profundizando en sus propuestas relacionadas con el arte y la naturaleza, el desarrollo turístico y general, la defensa del territorio y la mejora del nivel educativo y cultural. Y lo mismo cabría decir de la gente, cada cual según sus preferencias. Cualquier cosa menos esperar que sean los demás los que resuelvan los problemas propios. Manrique se hizo preguntas y ofreció sus respuestas. Faltan las nuestras, las de cada cual: las preguntas y las respuestas.

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