DIFUNTOS

Los cementerios de Lanzarote y el de La Graciosa se acicalan para honrar a sus muertos

Cementerio viejo de La Villa.
Cementerio viejo de La Villa.

De cada dos decesos que se producen hoy día, uno acaba en inhumación en un cementerio y otro en incineración en un horno crematorio

Los cementerios de Lanzarote y el de La Graciosa se acicalan para honrar a sus muertos

Muchas personas se acercarán en estos días a los cementerios existentes en Lanzarote y La Graciosa para recordar y honrar a sus muertos. Los camposantos se llenarán de flores, relucirán las lápidas y se aprestarán a recibir, a partir de ahora, a una parte de las más de 800 personas que fallecen a lo largo de un año en la isla. Sólo una parte porque, a diferencia de épocas pasadas, no todas serán enterradas. De hecho, de cada dos decesos que se producen hoy día, uno acaba en un cementerio y otro en un horno crematorio.

Otro aspecto que ha cambiado es que los camposantos tienen un carácter eminentemente laico, aunque se producen enterramientos por diferentes ritos religiosos. Ya no es como antes, cuando los cementerios eran católicos y la cultura de la muerte, y de la vida, era gestionada por la confesión dominante. Antiguamente, por ejemplo, se habilitaba una zona apartada y no consagrada para los enterramientos no católicos, denominada la chercha, una derivación de la palabra inglesa church —iglesia—.

La inhumación, la elección preferida en pueblos pequeños

Por otro lado, la población residente en la isla de procedencia extranjera es cada vez mayor. Aquí conviven grupos personas de todas partes del mundo y de más de cien países diferentes, cada cual con sus preferencias religiosas y sus ritos fúnebres. Como sucede en el resto de Europa, la inhumación suele ser la elección preferida en pueblos pequeños mientras la incineración es la opción favorita en los grandes núcleos urbanos.

Hay en Lanzarote doce cementerios, de los que diez están en uso; además, hay un camposanto en La Graciosa. Se encuentran en desuso el cementerio antiguo de La Villa y el de La Candelaria, en Tías. Los que están en uso ocupan una superficie de más de 60.000 metros cuadrados y su porcentaje de saturación es bastante elevado. El de mayor superficie es San Román, con 19.000 metros cuadrados, y el más pequeño es el de Femés, con sólo 271 metros cuadrados.

Cambios en los hábitos de la cultura funeraria

Quienes no acudirán a los cementerios son los familiares y amistades de aquellas personas que se inclinaron por ser incineradas, a quienes se les recuerda de otra manera, digamos no presencial. La cultura de la cremación de difuntos ha arraigado en la isla y sigue en alza. Hay varias razones que explican estos cambios en los hábitos de la cultura funeraria. La principal es el precio, ya que una cremación básica es bastante más barata que un entierro tradicional. Pero tampoco debe desdeñarse la creciente pérdida de influencia de la jerarquía eclesiástica católica en la sociedad y el enraizamiento de hábitos de naturaleza laica.

La cremación es el proceso mediante el cual se reduce el cuerpo de un fallecido a cenizas exponiéndolo a altas temperaturas. En un primer momento, la incineración supuso un ahorro considerable para las familias ya que permitió eliminar gastos como el coche fúnebre, el entierro, el nicho o la lápida. Hoy, en cambio, la amplia gama de urnas disponibles y los variados servicios funerarios complementarios pueden aumentar el gasto de la incineración hasta llegar equipararlo al de la inhumación.

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