LA GRACIOSA

La Graciosa: menos mal que no cuajaron ni la carretera del Risco ni los planes de Manuel Fraga

Isla de La Graciosa.
Isla de La Graciosa.

Es remota la posibilidad de que La Graciosa acoja una experiencia piloto en Canarias para implantar medidas de control de aforos de visitantes y una tasa turística

La Graciosa: menos mal que no cuajaron ni la carretera del Risco ni los planes de Manuel Fraga

En el actual contexto político, es remota la posibilidad de que La Graciosa acoja una experiencia piloto en Canarias para implantar medidas de control de aforos de visitantes y una tasa turística para financiar la sostenibilidad del sistema insular. Al menos, de momento, así que mejor se intenta en la isla de Lobos. En Lanzarote la insostenibilidad es irreversible y las cosas están como están en todos los rincones del archipiélago. La Graciosa no es una excepción y menos mal que en su día no prosperaron ni la carretera del Risco de Famara ni los planes del ministro de Turismo de Franco, Manuel Fraga.

Teleférico, túnel, carretera…

La conectividad de La Graciosa ha vivido diversos episodios de ocurrencias. Una: un teleférico desde la cima del Risco; otra: construir un túnel que atravesara el macizo para acceder en coche hasta un embarcadero que se construiría en El Río, y que conectaría ambas islas por vía marítima; y otra: trazar una nueva carretera entre Caleta de Famara y las Salinas del Río. De fondo, todas planteaban no sólo mejorar la conectividad de la población graciosera, que se sentía muy aislada, sino abrir al turismo de masas el norte de Lanzarote y la Octava Isla.

El 5 de marzo de 1964 aterriza en Lanzarote el subsecretario de Obras Públicas, Vicente Mortes Afonso, quien poco antes había ocupado la Dirección General de Carreteras. Anuncia la construcción de una nueva carretera entre Caleta de Famara y las Salinas del Río, “que no sólo acortará mucho el camino hacia La Graciosa, sino que permitirá abrir al turismo esa maravillosa zona del norte de Lanzarote, bellísima por sus paisajes naturales y por contar con una playa de varios kilómetros de longitud”.

Un trayecto de “breves minutos de falúa”

Al año siguiente, en septiembre, el Consejo de Ministros autorizaba a celebrar la subasta de las obras de ampliación del abastecimiento de agua a Arrecife, que comprendían la construcción de nuevas galerías de alumbramiento, varias redes de distribución y la construcción del camino de acceso al Risco Famara. En agosto de 1967, la empresa adjudicataria, Cubiertas y Tejados, trabajaba en el camino de acceso a las galerías “atravesando el Risco de Famara (…) que tendrá un gran interés turístico por su situación a lo largo del acantilado y por proporcionar, además, un cómodo acceso a La Graciosa desde las Salinas del Río”, separadas por “breves minutos de falúa”.

En noviembre de 1968, el ministro Información y Turismo, Manuel Fraga, gira visita a la isla y adelanta “los fabulosos planes que el Estado tenía ya elaborados para la isla de La Graciosa”. Al año siguiente, nuevo titular en prensa: “Cien millones para una carretera de acceso a La Graciosa”. Las Cortes aprueban el dictamen sobre la promoción turística de la islita y, oficiosamente, se filtra que Información y Turismo “concederá unos ochenta millones de pesetas al objeto de terminar, ensanchar hasta siete metros y pavimentar, la carretera que el Ministerio de Obras Públicas está construyendo sobre el Risco (…)  a partir de la galería número dos del acantilado de Famara”.

“Considerables beneficios” para la población graciosera

Las crónicas de la época recogen que la adversa orografía sólo había permitido construir un camino estrecho y sin pavimentar, por lo que, “si la noticia que ofrecemos llega a confirmarse”, la nueva pista “acortará extraordinariamente la distancia entre Lanzarote y La Graciosa, quedando reducida hasta sólo ochocientos metros y el viajero podrá embarcar en las Salinas de Santa Coloma [del Río], al nivel del mar, y no en Órzola, como hasta ahora se ha venido haciendo, evitándose de esta forma el navegar en mar abierta, convirtiéndose así el trayecto marítimo en mucho más corto y cómodo, mientras el terrestre se reducirá también en muchos kilómetros. Así pues, todo esto cobra ahora doble valoración, como consecuencia de la promoción turística de La Graciosa, cuyos pobladores recibirán también considerables beneficios cuando finalicen los trabajos de construcción de la nueva carretera”.

La vieja carretera, ruta de senderistas

Pero, la noticia oficiosa no se confirmó y de aquello nada más se supo, ya que los planes desarrollistas para La Graciosa no prosperaron, por lo que decayó asimismo el interés por la carretera. Lo único bueno de aquel fracaso es que quedan los restos del camino, una pista excavada en la falda del acantilado que cruza el Risco de forma transversal. El tramo más accesible se utiliza como acceso a las galerías de agua. En la actualidad, los senderistas lo han convertido en una ruta que ofrece hermosas vistas del Risco, la playa de Famara y el Archipiélago Chinijo.

En aquella misma visita, Fraga anunció un formidable plan turístico para La Graciosa: nada más ni nada menos que 25.000 plazas hoteleras, según recogió el periódico El Eco de Canarias del domingo 10 de noviembre de 1968. La crónica aseguraba que Fraga llevaría el plan a Consejo de Ministros para su posterior aprobación por las Cortes, con el fin de promover el desarrollo turístico a gran escala en la islita, que, en su mayor parte, era y es de titularidad estatal.

Casi toda la isa, propiedad del Estado

A comienzos del siglo XX, el Estado se interesó por aclarar la situación de la propiedad de La Graciosa, ya que venía coleando desde los tiempos de la conquista. La isla había sido cedida por el primer marqués de Lanzarote al Cabildo para aprovechamiento comunal y venía siendo administrada por el Ayuntamiento de Teguise. A principios de los años sesenta se reanudó el expediente y se zanjó definitivamente en 1965, con lo que casi toda la superficie de La Graciosa pasó a ser propiedad del Estado.

El resto pertenece a los dos núcleos de población existentes: Caleta del Sebo y Pedro Barba. El primero, la capital de la isla, lo gestiona el Ayuntamiento de Teguise, mientras que la propiedad de Pedro Barba pertenece, desde 1973, a una sociedad que creó un núcleo turístico de segunda residencia sobre un antiguo asentamiento de pescadores.

Interés del Estado por el desarrollo turístico de La Graciosa

El interés del Estado por el desarrollo turístico a gran escala de La Graciosa en terrenos de su propiedad no concluyó hasta que el Archipiélago Chinijo fue declarado espacio natural protegido, cerrando la puerta a las apetencias inmobiliarias y especulativas de unos y otros. Hasta ese momento, los intentos habían fracasado, entre otros factores, debido a los litigios administrativos entre las diferentes entidades encargadas de la administración de la isla: Ayuntamiento de Teguise, Cabildo de Lanzarote, Gobierno de Canarias y Administración General del Estado.
Gloria y Alfredo Cabrera Socorro recogen estos hechos en Turismo versus pesca artesanal. A propósito de La Reserva Marina de la Isla de La Graciosa y los Islotes del Norte de Lanzarote, publicado en PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural (Vol. 2, nº 1, págs. 1-16, 2004). En 1982, siendo Adolfo Suárez presidente del Gobierno de España, se programó desde el Gobierno Central “la construcción de tres hoteles de distintas categorías, con capacidad para 2.000 camas y con una inversión de 4.000 millones de pesetas. En 1983, se construye un gran muelle, probablemente como paso previo, pero el proyecto se pospone porque el mismo año Dimas Martín Martín accede a la alcaldía del municipio de Teguise y tiene otros planes para el desarrollo turístico de La Graciosa”.

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