Opinión

¿Pandemia electoral?

Gallegos y vascos están llamados hoy a las urnas. Tanto el lendakari Iñigo Urkullu como el presidente gallego Alberto Núñez Feijóo tomaron esta decisión pensando que es lo mejor para sus respectivos intereses políticos. Ahora bien, una pandemia como la que vive el mundo deja huella en todo lo que toca y también puede dejarla en el día a día de un proceso político tan aparentemente normal y predecible en democracia como una convocatoria electoral.
 
Inmediatamente después de la declaración del estado de alarma, Euskadi y Galicia decidieron aplazar las elecciones convocadas inicialmente para el cinco de abril. Ya entonces la pandemia había dejado más de trescientos muertos y alrededor de diez mil contagiados en España, una situación que hizo imposible celebrar las elecciones con las debidas condiciones y garantías de salud y seguridad. Aquella decisión se valoró positivamente, a la vista, sobre todo, de lo que había sucedido en las elecciones municipales celebradas en Francia, con una bajísima participación y con media docena de alcaldes que murieron en el transcurso de la campaña.
Las elecciones en Galicia y Euskadi se celebran en un clima sanitario, social y económico preocupante
 
A pesar de la preocupación —cuando no miedo— que gran parte de los gallegos y vascos siguen teniendo al COVID-19 -como igualmente ocurre en el resto del país-,, Nuñez Feijóo y Urkullu han querido aprovechar las buenas expectativas electorales que le auguran las encuestas. Todos los sondeos otorgan una renovada mayoría absoluta al líder gallego y una posición privilegiada al lendakari para formar gobierno. Sin embargo, está por ver si la pandemia también trunca las expectativas electorales de dos de los más sólidos líderes autonómicos de todo el Estado.
 
Seguramente, la preocupación por los datos de participación y los efectos que puedan tener los rebrotes de la pandemia en los votantes hará que la jornada sea menos tranquila de lo que en principio se presagiaba en los cuarteles centrales del PP gallego y del Partido Nacionalista Vasco. Las elecciones en Galicia y Euskadi se celebran en un clima sanitario, social y económico preocupante en todo el planeta, y obviamente también en los ámbitos regionales.
 
La pandemia que azota al mundo ha causado ya más de seiscientos mil muertos y más de doce millones de infectados. El maldito virus está sumiendo a todo el planeta en una crisis económica sin precedentes. Millones de personas están viendo como sus proyectos vitales saltan por los aires. La pérdida de puestos de trabajo y el caos social al que nos está arrastrando el virus debilita de forma significativa la cohesión social. En España el coronavirus ha provocado más de veintiocho mil muertes —datos oficiales, aunque oficiosamente se habla de más de cuarenta mil— y ha contagiado a más de doscientas cincuenta mil personas. El paro se dispara y miles de pequeñas y medianas empresas luchan para subsistir en medio de la incertidumbre que la crisis sanitaria está teniendo en la economía.
A Feijóo le ha aparecido un enemigo con el que no contaba para consolidar la mayoría absoluta que pronostican los sondeos
 
El dilema entre seguridad sanitaria o activación de la economía comenzó a decantarse por hacer compatible la actividad económica y la adopción de medidas que ayuden a autoprotegerse del virus. No hay alternativas: o se asumen algunos riesgos desde el punto de vista sanitario o el caos económico y social que nos acecha traerá más hambre, paro, pobreza y miseria. La confianza para que recuperemos la normalidad en los comportamientos sociales y económicos sólo nos la va a dar la propia naturaleza o la ciencia con el descubrimiento de la vacuna o tratamiento médico que nos proteja del virus. El mundo se despierta cada mañana esperando oír la noticia que nos devuelva a la realidad en la que vivíamos antes de entrar en este mal sueño.
 
La activación de la economía pasaba —y pasa— por la recuperación de una movilidad que en términos generales hemos recobrado en el ámbito territorial del Estado y mayoritariamente también con el exterior. Ahora bien, la bajada de las barreras territoriales incrementa los riesgos de contagios.
 
La atención la tenemos ahora concentrada en los rebrotes que se están produciendo y a los efectos que los mismos pueden causar en la llamada nueva normalidad que disfrutamos desde hace unas semanas. Después del rebrote de la pandemia en A Mariña, Lugo, a Nuñez Feijóo le ha aparecido un enemigo con el que no contaba para consolidar la mayoría absoluta que pronostican los sondeos. Está por ver también los efectos que puede tener el rebrote de Ordizia en el objetivo de Urkullu de liderar una cómoda mayoría que le permita formar gobierno.
 
La pandemia ha destrozado la salud, el bienestar y la economía. Está por ver si destroza las expectativas electorales en Galicia y País Vasco.

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