Opinión

Abandono e impotencia

Ni el Gobierno de España, ni la Unión Europea, ni los partidos políticos estatales, ni los medios de comunicación españoles, a nadie parece interesarle la nueva crisis migratoria que está sufriendo Canarias. Desde el 28 de agosto de 1994 en que una patera llegó a Fuerteventura con dos saharauis a bordo —estrenando lo que se considera la ruta canaria de la inmigración— jamás habíamos sentido los canarios tanta impotencia y tanto abandono.
 
Es verdad que la situación geográfica de nuestro Archipiélago nos convierte en un corredor entre el hambre, la miseria y el subdesarrollo de buena parte de África y el desarrollo y el bienestar que disfrutamos en Europa. Es cierto que la globalización de la información presenta para millones de africanos un bienestar y un modelo de vida en el Viejo Continente  que ellos ven inalcanzable en sus países de origen. Ambas cosas son ciertas. Mientras existan diferencias económicas y sociales tan profundas como las que se dan entre África y Europa, Canarias será un punto caliente del fenómeno migratorio; pero Canarias nos es el punto de destino de las miles de personas que se juegan la vida en una patera o en un cayuco; en todo caso, nuestro Archipiélago es el puente que les facilita la entrada en Europa.
Ante un fenómeno tan complejo y con tantas aristas no podemos caer en simplificaciones
 
En estos últimos veinticinco años, desde la Islas hemos tenido que luchar mucho para que el Gobierno de España —de turno— y la Unión Europea nos entendieran y se implicaran en el impulso de medidas que nos ayudaran a aliviar la presión migratoria. Así sucedió con los gobiernos de Aznar, Zapatero y Rajoy. Ante un fenómeno tan complejo y con tantas aristas como el que representa la inmigración que nos llega a través del mar no podemos caer en simplificaciones, como tampoco podemos cruzarnos de brazos y mirar para otro lado —parece que ese el camino escogido por el Gobierno de España hasta el momento—.
 
 El Gobierno de Canarias, el Parlamento y los cabildos y ayuntamientos de las islas deben de exigir con carácter urgente una reunión en la que estén presentes los tres ministros con responsabilidades en inmigración y la vicepresidenta primera como órgano coordinador de los tres ministerios afectados.  La dispersión de competencias en materia migratoria entre los ministerios de Defensa, Interior e Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, demanda la coordinación de la vicepresidenta primera —Carmen Calvo— respecto a las actuaciones a llevar a cabo ante la oleada creciente de protestas que se están produciendo en distintos sectores de la sociedad de nuestra tierra.
No hay soluciones mágicas para un problema como el que representa la llegada de gente jugándose la vida en una patera
 
No hay soluciones mágicas para un problema como el que representa la llegada de gente jugándose la vida en una patera o en un cayuco, pero si puede haber medidas en origen que disuadan a las mafias que trafican con las personas; también pueden haber acciones más sensatas para acoger a los que llegan en las infraestructuras que el Estado tiene en las Islas, así como protocolos que favorezcan las derivaciones hacia Europa.
 
Es el momento de saber qué pasa con el FRONTEX —Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, creada en 1994– que ayudó a disuadir a las mafias en la crisis migratoria del año 2009.  También es el momento de saber por qué han dejado de operar las patrulleras mixtas impulsadas por el Gobierno de Zapatero entre la Guardia Civil y la Gendarmería Real marroquí, que operaban en aguas próximas a Marruecos y en tierra. Igualmente, debemos preguntarnos  por qué han dejado de operar con efectividad las patrullas mixtas entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y sus homólogos en Senegal y Mauritania.
 
De la nueva oleada de inmigrantes que están llegando a las Islas llama la atención las pateras que llegan procedentes de territorio marroquí; cabría preguntarse también si hay una nueva crisis en las relaciones de España y Marruecos —ya sabemos como Marruecos resuelve las hipotéticas diferencias que pueda tener con España—. Además, es absolutamente intolerable que le permitamos al Gobierno de España tener vetadas las infraestructuras militares para acoger a los que están llegando a nuestras costas. Hay medidas y acciones posibles, lo que no parece haber es voluntad política de llevarlas a cabo.

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