Top Secret, 22 de abril de 2019

Déjà vu

Este domingo, el candidato al Senado por Unidas Podemos, Jorge Peñas, se comprometió a crear una oficina de atención al público que recoja diariamente las demandas del pueblo de Lanzarote. ¿Les suena de algo? Siga leyendo...

 

Déjà vu

Este domingo, el candidato al Senado por Unidas Podemos, Jorge Peñas, se comprometió a crear una oficina de atención al público que recoja diariamente las demandas del pueblo de Lanzarote. ¿Les suena de algo? “Cuando sea elegido senador por Lanzarote y La Graciosa”, dijo Jorge Peñas, abogado de profesión, abriré una oficina de atención permanente para tener un intercambio constante con la gente. Estamos abiertos a ideas y queremos que nos las transmitan”. El objetivo de esta oficina, siguió explicando Peñas, sería defender leyes y controlar al gobierno “para que tengamos una vida cada vez más digna y podamos progresar con un desarrollo sostenible que no dependa del monocultivo del turismo y que abra el camino a un desarrollo como creemos que se merece este archipiélago”. Peñas, si no estamos equivocados, lleva una década viviendo en Lanzarote. Así que no lo puede saber porque no lo vivió. De sus dos acompañantes, ambas candidatas al Parlamento y al Cabildo, María del Río y Nona Perera, puede que la primera tampoco cayera en la cuenta. En esa época estaba alejadísima de la vida política de Lanzarote. Pero quizá Nona se lo pudo advertir. Porque ella sí ha de conocerlo.

La oficina

Lanzarote ya tuvo una oficina del Senado en la isla. Estaba ubicada en la calle Canalejas y su creador fue el senador de entonces, Dimas Martín Martín. No estamos seguros de que cumpliera con las premisas que anuncia Peñas, eso de defender leyes y controlar al Gobierno, y tampoco podríamos asegurar que por allí pasara demasiada gente a transmitir ideas. O al menos ninguna idea que tuviera que ver con el Senado. Sí es verdad que aquella oficina de Dimas era un no parar de visitas. Y pocas eran las personas que salían de allí sin una solución. Muchos abandonaban la oficina con un pagaré en el bolsillo interior de la chaqueta. Si todavía conservan la chaqueta, aún debe estar ahí el pagaré, por llamarlo de algún modo. Que pasara tanta gente por esa oficina de la calle Canalejas, decorada como se decoran las solemnes estancias, tenía más que ver con las otras ocupaciones de “Don Dimas” que por la tarea de senador en sí.

El interés

Y es que, desengañémonos, el oficio de senador no es demasiado agradecido para andar haciendo favores al conejero de base. A no ser que en uno de los viajes a Madrid aproveche para traer algún paquete de El Corte Inglés o para llevar la rebequita a la olvidadiza universitaria conejera. Peñas, o quien pusiera Peñas en esa oficina, se iba a aburrir como una ostra. Dimas no. Dimas se divertía como gorrino en charco. Y, con él, dos personas que ya no están entre nosotros y que no pocos secretos se llevaron a la tumba. Uno de ellos se llevó unos cuantos menos, cierto, porque se desahogó en un juzgado a raíz del Caso Unión. Muchos años después de aquella oficina del Senado en Lanzarote. El fondo de la cuestión es loable, pues se trata de algo tan obvio como que el cargo público se ponga a disposición de quien debe ponerse, que no es otro que el ciudadano. Pero ha sido escuchar eso de Oficina del Senado en la isla y no hemos podido evitar tener un déjà vu.

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