Top Secret, 1 de septiembre de 2020

Desbocado

Desbocado

Hace algún tiempo, cuando empezamos a sospechar que no todo iba a salir lo bien que deseábamos y, en consecuencia, dejamos de pintar arco iris en carteles que luego colgábamos de ventanas y balcones, se nos dijo que el virus causante de la pandemia actual no sobreviviría al calor y que, una vez superada la primera fase, habría un rebrote entrado el otoño. Allá por el mes de octubre, más o menos. Ahora sabemos que el SARS Cov2 cuenta entre sus propiedades, además, la de hacer fallar todos o casi todos los pronósticos. El calor no sólo no le afecta lo más mínimo, sino que, por el contrario, se diría incluso que le va. Y, como se puede apreciar fácilmente, el rebrote anunciado lleva con nosotros un par de semanas buenas. Llegó en pleno agosto, como el turismo a Benidorm. Lo que corresponde ahora a una sociedad como la española es empezar a buscar culpables en lugar de intentar hallar soluciones. Se nos da de miedo señalar con el dedo acusador. Lo otro ya es más complejo.

Verano

Cada cual tiene su particular teoría de por qué se ha desbocado el virus en la isla, en Canarias y en el conjunto del Estado. La principal responsabilidad, sostenemos aquí, hay que buscarla en nosotros mismos como individuos. En nuestro comportamiento. En nuestro mal o irresponsable comportamiento, concretamente. Es más que probable que entendimos mal, adrede, que la desescalada no significaba el final de la presencia del virus entre nosotros, sino unas medidas necesarias para tratar de reactivar la economía una vez que lo peor ya había pasado. Lo peor, pero no todo. Y si en un país como el nuestro, acostumbrado a vivir en la calle y de noche, le dices a las puertas del verano y tras cuatro meses de contención, que ya se puede salir, pues no nos extrañemos que se rompieran todas las previsiones, se adelantara el famoso rebrote y el virus se hiciera resistente al calor, al alcohol ingerido y hasta al cloro de las piscinas.

Jauja

Porque fue llegar el verano, decretarse la entrada en la fase de la “nueva normalidad” y salir cual estampida de Ñus por la sabana. A ese punto, recuerdan, llegamos con dos temores: el de la apertura de fronteras y la llegada incontrolada de guiris potencialmente contagiosos y el otro, político e interesado, de las pateras repletas de portadores del virus. Y durante un par de días los casos que se iban dando cumplían a la perfección con esos parámetros. Un par de días solamente. En seguida los positivos locales no sólo dejaron atrás a los importados, sino que fueron creciendo de una manera absolutamente increíble. Nosotros solitos nos bastamos para sembrar toda la isla de covid-19. Cada uno de los que leen esto intuye qué ha podido fallar. Sin salir de nuestro entorno, todos, tenemos ejemplos de comportamientos incompatibles con el control de una pandemia. Ojalá la llegada de septiembre, que probablemente traiga más indicios de normalidad que los locos julio y agosto, junto a las medidas tomadas estos últimos días, contribuyan a reducir esos números de vértigo que supone más de cuatrocientos positivos.

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