Top Secret, 2 de junio de 2020

El viaje

El viaje

Dos de las viajeras que llegaron a Lanzarote en el vuelo de Madrid del pasado viernes, relataron que volar hoy, en plena pandemia, no difiere demasiado de lo que era viajar en tiempos previos a la aparición del virus. Uno, que todavía no ha salido de la isla desde que estallara la crisis sanitaria, se ha estado imaginando cómo será esto de la vuelta a los cielos. Y lo primero que se viene a la mente es ¡chiquita lata! Controles, mascarilla, más controles, tiempo de antelación, horas perdidas… Entre los nuevos protocolos, quizá por oírselo decir al presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, visualizamos la toma de temperatura en origen, lo que implicaría ya ir un ratito antes a la sala de embarque. Lógicamente no tropezarse con nadie ni sentarse lo suficientemente cerca como para exponernos. Ni tocar nada que veamos que otros han tocado. Aunque para eso está la botellita pequeña que cada cual incorporamos ya como parte de nuestro atuendo y que sirve para ir desinfectándonos las manos cada poco tiempo. Pensamos también en un embarque ordenado. Distancia de seguridad y pasarela hacia el avión. O, si estás en alguno de nuestros aeropuertos, un pateíto hacia el aparato.

Molestias

Como el embarque ha sido ordenado, entras al avión cuando todos los que te han precedido están sentados. Y tú colocas la maleta en el portabultos y te acomodas también. Ya no hay ni revistas ni instrucciones ni nada que hayan podido tocar los que han viajado en ese asiento antes que tú. Y, en fin, a esperar a que el vuelo vaya bien. Y luego, el proceso a la inversa: desembaque en orden y a la espera de que les vaya tocando a los de tu fila. En definitiva, todo lo limpio que uno pueda imaginarse. Sin embargo, la realidad es otra bien distinta según contaron ayer en Biosfera Televisión Nínive y Vanesa, dos de las pasajeras que llegaron en el ya famoso vuelo de Madrid donde viajaba también el pasajero contagiado. De lo relatado hasta ahora, de lo que uno se imagina cómo será volar en estos tiempos, nada de nada. De hecho, podríamos resumirlo como ellas mismas han hecho: si no fuera por la mascarilla, nadie notaría la diferencia

Caos

De entrada, nada de control de temperatura en Madrid. Te puedes venir con 40°C de fiebre si te tienes en pie. En el embarque, la Guardia Civil, para que enseñes la autorización para el viaje. Y el resto, como toda la vida. En plena pandemia, cuando se recomienda guardar distancias, no tocar nada de lo que toque el de al lado, todos juntitos y apelotonados en una guagua de las que llaman jardinera. Si uno está agarrado a la barra de arriba y debe rodarse, se aparta para que el siguiente se agarre en el mismo sitio. Mal asunto. Y al llegar al avión, todos para la escalerilla, y a esperar al primero que le cueste poner el equipaje en la parte alta de la cabina. Tapón que se formó y a echar el aliento (a través de la mascarilla) al cogote del que tienes delante. A poco que te incomoden estas situaciones, pillas un ataque de ansiedad que te dura quince días. No parece que sea el escenario idóneo, desde luego. Y probablemente haya protocolos que no cuesten mucho aplicar y que, además de garantizar un mayor control sanitario, ayuden a no generar una cierta, y nos tememos que casi inevitable, psicosis. 

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