La Villa, amenazada desde dentro

La Villa, amenazada desde dentro

Teguise anda de celebraciones. Los festejos conmemoran los 600 años de su fundación para occidente como Villa de Teguise, aunque realmente se trate de la refundación de la Gran Aldea donde, desde mucho antes de la llegada de Jean de Bethencourt, moraban antiguos pobladores de la isla. Extraña, por tanto, que los nacionalistas echen las campanas al vuelo con una efemérides que pone en evidencia el sometimiento del pueblo aborigen. 
 
Valga el comentario para señalar que, de la historia de la comunidad, se ponen en evidencia seis centurias materializadas en valiosísimos testimonios materiales y en la conservación de un conjunto histórico realmente notable. 
 
Para que la Villa de Teguise sea lo que es hoy, en lo concerniente a la pervivencia de su idiosincrasia de ese período, hay que considerar el desplazamiento de su capitalidad en favor de Arrecife durante el siglo XIX, momento en que deja de ser relevante administrativamente. Ese hecho es el que, definitivamente, la preserva de la presión urbanística asociada a una capitalidad. Ha dormitado, por tanto, durante décadas, siendo testigo del desinterés por su suelo en favor de las fincas dispuestas en las costas lanzaroteñas, que se entregan al vertiginoso desarrollo del turismo a partir de la década de los sesenta del siglo XX.
 
En 1980 es declarado como Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico, medida que garantiza la preservación de todos los valores asociados al conjunto y que supone que la Villa ha agotado su capacidad de transformación. Ello implica que toda intervención debe ir dirigida a la conservación y puesta en uso del emplazamiento, sin que ello implique modificaciones que alteren su fisonomía, pues no podría otorgarse una medida de protección si lo que es objeto de esa protección va a ser alterado considerablemente y por tanto no merecería ser legado a las siguientes generaciones.
 
A la clase política local, las limitaciones urbanísticas les hicieron poca gracia
Este asunto, el de la transformación de los bienes y conjuntos históricos, suele ser un tema de trago difícil, por cuanto se están limitando las expectativas urbanísticas y las intervenciones, y casa muy mal con el aprovechamiento al que aspiran propietarios, arquitectos y promotores. Éstos no están considerando ningún otro interés que el suyo propio, pues estamos hablando de la memoria de un pueblo, de su cultura, de las señas de identidad, de la autoestima y de todos aquellos aspectos ligados al patrimonio. Todo lo que parece que algunos quieren olvidar.       
 
Teguise contó con una delimitación de protección y, además, con lo que en aquel momento se podría denominar como área de respeto, una zona inmediata al conjunto histórico que aspiraba neutralizar intervenciones agresivas para el conjunto. Este perímetro inmediato, de pocos metros, siempre fue insuficiente para garantizar la integridad del bien, pues de haberse desarrollado todo el suelo colindante a ese conjunto sin un criterio estético o de volúmenes que permitieran contextualizarlo, hoy habríamos heredado un bien sometido a la presión de un entorno que habría comprometido aquellos valores.
 
En el año 2004, ante aquella evidencia, se incoa el entorno de protección, un nuevo perímetro muy ambicioso que respondía a una necesidad de preservación, al dictado de la ley,  así como a valores ambientales y de contemplación del conjunto. 
 
Es procedente reconocer que a la clase política local y a los promotores inmobiliarios, las limitaciones urbanísticas derivadas de las medidas de protección les hicieron poca gracia. En 2009, no habiéndose resuelto el expediente para la definitiva declaración y por haber transcurrido el plazo para resolverlo, el alcalde denuncia la mora y decae la protección. Desde ese momento, es un conjunto sin el colchón de protección al que la ley obliga. Catorce años después, desde el ayuntamiento, en la persona de su alcalde, no se ha instado, ni se tiene intención de ello, la incoación de un nuevo entorno de protección, a pesar de  que  se podría haber iniciado nuevamente en el año 2013.
 
En 2014, Teguise aprueba su Plan General. Siendo a priori una grata noticia para el municipio, no lo es para la Villa, pues es el pistoletazo para intervenir en el entorno libremente, dado que ya no disfruta de entorno de protección ni de las limitaciones derivadas de este, quedando el conjunto en serio riesgo.
 
El Ayuntamiento ya ha hecho sus movimientos en la dirección del desatino
El escenario se ha ido definiendo estos años. En un momento en que la costa parece agotada para el nuevo turismo que está por llegar, con el tirón que el mercadillo dominical tiene, con los valores de los que son conscientes los especuladores y que hacen de la Villa un pastel apetecible. Eso que da el atractivo es, paradójicamente, lo que está amenazado, pues la presión urbanística no se ciñe al entorno, sino que quiere entrar a saco en el propio conjunto, ese mismo que hay que preservar, eso que es tan apreciado, tan valorado; ese bien que pasa por uno de los mejores de Canarias.
 
El ayuntamiento ya ha hecho sus movimientos en la dirección del desatino pues con el encargo del Plan Especial de Protección (atentos a este término: ¡de protección!) que les corresponde redactar,  presenta un documento  que es una vergüenza para el ayuntamiento y para los redactores. Es tal el nivel de intervención pretendido que en un corto plazo de tiempo la Villa, tal y como la conocemos, derivaría en mayor ocupación de suelo y mayor altura de sus inmuebles, justo la transformación que una declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) pretende evitar. Como diría Alfonso Guerra de otros asuntos: “...no la va a reconocer ni la madre que la parió”. 
 
El Plan General de Teguise fue informado negativamente por el Cabildo, pero la elaboración de un nuevo Plan ajustado a los intereses especulativos municipales, de la mano de los promotores inmobiliarios, acaso los mismos unos y otros, es una cuestión de tiempo. Hasta ahora se solicitaban licencias para el entorno manteniendo indemne el BIC, pero ya llegan solicitudes  para demoler y construir pareados dentro del conjunto.
  
La Ley del Suelo de Coalición Canaria acabará de dar  la estocada final, pues ha recogido una cláusula por la que si un plan especial no es informado en un plazo de dos meses por el Cabildo, se dará por autorizado. Hasta ahora no había plazos, sino el informe preceptivo y vinculante de la administración con competencia, el Cabildo.
 
De momento, el nombre es Oswaldo Betancort. Es alcalde de la Villa. No debe entender muy bien lo de la conciliación de valores con el obligado desarrollo y, sí, en su mano tiene una herramienta que es como un fósforo para un pirómano. Mírenle a la cara, puesto que ya ha puesto precio a la Villa de Teguise.

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