Top Secret, 18 de junio de 2019

No fue un error

La chafalmejada que Ciudadanos perpetró en Lanzarote cargándose a Benjamín Perdomo y, con él, buena parte de sus opciones en las municipales no fue un error. Los actuales sucesos de Santa Cruz de Tenerife vienen a confirmarlo. Siga leyendo...

No fue un error

La chafalmejada que Ciudadanos perpetró en Lanzarote cargándose a Benjamín Perdomo, y, con él, buena parte de sus opciones en las municipales, no fue un error. Los actuales sucesos de Santa Cruz de Tenerife vienen a confirmarlo. Ciudadanos era un partido feliz, con gente esperanzada y un líder siempre muy bien afeitado y con un montón de propuestas en la agenda. Claro que, de entre todas ellas, la gente compró en seguida esa cruzada contra la corrupción incluso obligando a un par de sospechosos a dimitir de sus cargos con tal de apoyar nuevos, y limpios, gobiernos. La gente se afiliaba al partido de manera espontánea. Muchas veces incluso desconociendo si en su entorno había, o no, organización formada. Fue el caso de Lanzarote, donde no pocos militantes lo fueron primero del Ciudadanos estatal antes de montarse la organización insular. Y ahí empezaron a conocerse. También en el conjunto de Canarias Ciudadanos era un partido feliz. Con gente esperanzada y una líder preparada, de formación sólida, discurso ágil y que, además, llevó al partido a las puertas del Parlamento de Canarias. Sólo una injusta Ley Electoral, la vigente en 2015, impidió a los de Melisa Rodríguez plantarse en la cámara regional. Pero…

Pero

Pero en todas las historias hay un pero. Incluso en las bonitas. Si es que en la política cabe ese adjetivo. Ciudadanos fue creciendo y, a su sombra, le crecieron las ambiciones. Y los ambiciosos. Y las ambiciosas. Y empezó la política de alcantarillas que, pese a ser una formación relativamente nueva, ya tenía un buen subsuelo y unos cuantos que se movían por él de manera muy hábil. Cuentan que un par de estos elementos de la nueva-vieja política, una tal Teresa Berástegui y un tal Juan Amigó, ambos absolutamente desconocidos en Lanzarote, se movieron con la destreza necesaria para acaparar el poder ciudadano en el Archipiélago. Partiendo, cómo no, de Tenerife. Esa isla desde donde parece emanar una imparable necesidad de mangonear al resto. El dúo es considerado propietario de la autoría intelectual de esa inteligente maniobra para cargarse a Benjamín Perdomo (por razones aún no suficientemente aclaradas) y, de paso, muchas de sus opciones en las municipales que acaban de celebrarse. No hace falta que miren los resultados: Ciudadanos ha fracasado en Lanzarote obteniendo una horquilla entre el más absoluto ridículo y lo patético incontestable.

Los Pablos

Es verdad que para que triunfara esa, llamemos, estrategia de hundir un partido y ahogar las esperanzas de no poca gente en la isla, se contó con la inteligencia insular de Ciudadanos, que al parecer conforma un dúo (la cosa va de dos en dos) a los que entre las filas naranjas conocen como “Los Pablos”. Lo hicieron fenomenal: un concejal en Yaiza y otro en San Bartolomé. El juego del programa y el aplauso del público. Esta masacre de cargos públicos en Lanzarote, sin embargo, (y pudo ser peor porque Perdomo no era su única víctima, pero los frenaron) no puede considerarse un error sino más bien una forma de proceder del Ciudadanos que le fue arrebatado a Melisa Rodríguez y cayó en las citadas manos. Que, por cierto, parecen recibir, de último, la inestimable ayuda de una Vidina Espino desatadísima en su papel de inquisidora mayor. Los acontecimientos en Santa Cruz de Tenerife, el sentido del voto de los dos concejales, las acusaciones de tamayazos, las amenazas de demandas y esa querencia por preferir que se perpetuara el régimen nacionalista a abrir las ventanas chicharreras (y autonómicas), tienen a buena parte del partido hablando solo. Y las redes ardiendo. Y sólo faltaría que Albert Rivera, una mañana de estas, se cortara afeitándose.

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