Opinión

Un año de vértigo

La sentencia del llamado ‘caso Gürtel’ desencadenó un auténtico terremoto político en España, que supuso un inesperado cambio de Gobierno a raíz de la censura capitalizada por el PSOE. El objetivo de la moción era provocar la salida de Rajoy y, en segundo término, seguir desgastando al PP. En diversos momentos del debate de la censura, Pedro Sánchez pidió a Rajoy que dimitiera y en ese mismo instante la moción se daría por retirada. Rajoy no dimitió, quizá porque pensó inicialmente que el PNV no iba a dejarlo caer o porque creyó que lo mejor para él y para su partido -si la moción prosperaba- era aprovechar el momento para propiciar una renovación en sus filas que le permitieran cortar la sangría que se estaba produciendo en favor de Ciudadanos.
 
Lo cierto es que Mariano Rajoy ha salido muy bien del primer plano de la política, favoreciendo una renovación en el PP que ha permitido a los populares -al menos hasta ahora- recuperar el espacio que iban ganando Rivera y los suyos. La negativa de Rajoy a claudicar y los intereses de los partidos territoriales llevaron en volandas a Pedro Sánchez a la Moncloa.
 
Sánchez se movió con habilidad dando forma a un equipo de Gobierno con buena imagen, que respondió a unos perfiles y pautas mayoritariamente aceptadas: feminista, ecologista, social y que abarcó un amplio abanico de sensibilidades personales e ideológicas. El objetivo perseguido lo consiguió ampliamente. El Gobierno entrante recibió muchos elogios desde distintos frentes políticos, sociales y mediáticos. Sánchez pensó en un Gobierno para subir las expectativas electorales de su partido, es decir, un Ejecutivo transitorio, en ningún caso -al menos a priori- para gobernar un espacio largo de tiempo durante el cual las carencias en la experiencia en gestión y el desconocimiento del funcionamiento del partido acabaran aflorando.
 
En sus primeros cien días en la Moncloa, Sánchez ha colocado al PSOE en unas buenas expectativas electorales, cumpliendo así con la primera meta que se había marcado. Sin embargo, la inexperiencia política de su gabinete ha aparecido demasiado pronto y la descoordinación entre el equipo de Moncloa y los distintos ministerios, la de éstos entre sí  y la de algunos ministerios con el aparato del partido empiezan a pasar factura a la imagen del gabinete.
 
Por otra parte, los principales partidos de la oposición están buscando un sitio preferente en el escenario político que se abrió tras la censura y la posterior renuncia de Rajoy a la presidencia de su partido. El PP está inmerso en un proceso de cambios internos auspiciados por la llegada de Pablo Casado a la presidencia del partido, novedades que incluyen mensajes orientados a recuperar el espacio que estaban perdiendo en el centro-derecha en favor de Ciudadanos.
 
Albert Rivera ha visto frustrado su ascenso con la renuncia de Rajoy y el proceso de renovación de los populares, por eso está intentando recuperar ser referencia de la derecha, sin perder la centralidad  que tuvo antes de la censura. La tarea es compleja. Por la derecha tendrá que pelear el voto con el PP y en el centro se puede encontrar un recuperado PSOE. Al otro lado del mapa, Pedro Sánchez ve que a su izquierda Podemos está perdiendo espacio en favor de su partido. La llegada del PSOE al Gobierno ha obligado a Podemos en estos primeros meses a renunciar a ser oposición y su caída en la encuestas es proporcional al crecimiento que experimenta el PSOE.
 
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, trabaja intensamente para llevar al Consejo de Ministros un Proyecto de Presupuestos para el próximo año. Sabe Sánchez que el momento más dulce para afrontar unas elecciones es ahora. Alargar la legislatura juega contra sus intereses electorales. Además, el presidente del Gobierno busca un golpe de efecto que contrarreste los mensajes del PP y de Ciudadanos, instalados en el discurso de que su gobierno está atrapado por Podemos y los independentistas. La presión que van a ejercer los de Pablo Iglesias y los independentistas para apoyar los Presupuestos del Estado será una buena excusa para que Pedro Sánchez de por finalizada la legislatura y convoque elecciones. Antes de marzo es muy probable nos encontremos en las urnas. En la escena política parece ya inevitable que  2019 sea un año de vértigo.

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