Canarias, es un concierto de Bad Bunny cada día.

Foto: Archivo
En vísperas del 18M y esas manifestaciones que se presumen otra vez masivas, quiero apuntar a un detalle que se me antoja crucial, y en el que no se incide lo suficiente. Por el título del artículo igual están pensando que me voy a referir al continuo ambiente festivo de bacanal generalizada que se promueve en Canarias, también y mucho desde nuestras instituciones y grandes medios de comunicación, para tenernos a todos entretenidos con lo que no es importante. También podría hablar de ello, de hecho hablaré de ello, pero no va por ahí el artículo. La cosa va, de que en Canarias, la mayoría de los residentes, cada mañana al abrir los ojos, antes incluso de ponernos el café, tenemos que abonar el precio de una entrada para ver a Bad Bunny, aunque no nos guste el reguetón. Y no una entrada cualquiera, sino una de esas que rondan los 300 euros, o muchos más -no sé si han visto cómo andan las entradas de la gira de este tío para los conciertos de este año-. Cada día, sí. Una entrada cada día sin excepción, por el simple hecho de vivir aquí: por pagar el alquiler, hacer la compra, llenar la nevera, pagar un colegio o un médico. Y es que este es, a grandes rasgos, el precio de la vida cotidiana en Canarias.

Entenderán la metáfora del concierto de Bad Bunny si les digo que el salario medio en el Archipiélago ronda los 1.400 euros mensuales, y en Alemania, Holanda, Bélgica, Austria y otros tantos países europeos, nos doblan la cantidad tranquilamente. Con ese sueldo, un canario que quisiera asistir a un concierto de Bad Bunny debería destinar casi el 20% de su salario mensual, por una sola entrada. En cambio, un alemán medio, que cobra cerca de 3.000 euros mensuales, apenas sacrificaría un 10% de su sueldo para el mismo evento. Así, lo que para unos puede ser un capricho asequible, para los de aquí es un lujo que bordea lo inalcanzable.

Pero lo grave no es el concierto, es el símil. Porque la diferencia de sueldos y salarios entre Canarias y Europa es abismal, pero el coste de la vida es similar en muchas necesidades básicas, o incluso son más baratas en Europa, y esta realidad es una losa insalvable. Digámoslo claro: aquí ya no se puede vivir con dignidad, salvo que seas rico, político o extranjero. El coste de una cesta básica en un supermercado de Tenerife o Gran Canaria, por ejemplo, lo estudiamos y denunciamos ampliamente hace un año desde la Plataforma Canaria por la Emergencias Alimentaria, y vimos que supera con creces el de una en Madrid o Berlín. La vivienda, empujada por el turismo y la especulación, tres cuartos de lo mismo, o aún peor si me apuran, porque en Europa hay oferta de viviendas en alquiler, más caras o más baratas, pero en Canarias directamente es que no hay. La pobreza estructural la hemos disfrazado de normalidad.


Cada huevo, cada litro de leche, cada alquiler desbocado, cada ticket de guagua, cada receta médica que no cubre el sistema público, son pequeñas entradas al concierto obligatorio de la precariedad. Y no hay escapatoria. El espectáculo no termina nunca.. Se repite al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente. Sanidad, educación, cuidados, el ocio, igualmente prohibitivos. Y así es la vida de la mayoría de los canarios: pagamos por ir al concierto, pero nos ponen en la última fila. Qué digo en la última fila, ni siquiera nos dejan entrar al estadio. Lo estamos viendo a duras penas, desde una terraza lejana abarrotada de gente, y al cantante casi ni se le ve, y tampoco se oye. Pero pagamos, porque esto es "El Paraíso", dicen.

 La paradoja es aún más hiriente cuando se considera el papel que desempeñan las Islas en el engranaje turístico europeo. Somos el macroburdel exótico al que vienen a descansar quienes sí pueden pagarse la entrada, para que les sirva un camarero con el salario más bajo del Estado, y les limpie la habitación del hotel de cinco estrellas una kelly mal pagada que vive en una autocaravana, en una tienda de campaña o en un piso patera, porque no hay vivienda, ni cerca ni lejos de su lugar de trabajo. Como el agricultor que recoge la papa que le pondrán con mojo en la terraza al guiri, que apenas puede permitirse comprar frutas frescas para su propia familia, no digamos ya irse de vacaciones. Y a la par encadenamos récords de visitantes, de pernoctaciones y de ingresos. Pero los ingresos son en Canarias como los turistas, llegan, se mueven un poco por las Islas, y pronto se van.. Porque el dinero no se queda aquí, no se redistribuye, no gotea ni se filtra hacia los de abajo, se evapora.

Y este es el modelo económico canario contra el que debemos luchar y gritar, este 18M, y más allá. Un modelo que se sostiene sobre una triple trampa: muy bajos salarios, precios inflados por la insularidad, la dependencia exterior y la especulación brutal, y una clase política corrupta y cobarde hasta decir basta, legislando siempre a favor del capital y del visitante, nunca del residente. ¿Entienden ahora?: la precariedad no es un accidente, es una política mantenida; el canario pobre no es una estadística, es una decisión deliberada. Y en esas estamos, señores y señoras, en una macrofiesta eterna, una borrachera interminable, un carnaval que no acaba, con una diferencia importante. Porque el que viene de fuera, el turista, se pasa una semana aquí de cogorza en cogorza, de puta en puta, pero luego se marcha a su país a seguir con su vida ordenada, su trabajo digno, su familia educada y su futuro próspero, y su cultura y sus tradiciones por supuesto. Entre tanto, el canario, empieza a sentirse como un extraño en su propia tierra, y ya hasta le cuesta ver a otro canario por la calle porque cada vez hay menos, y se entrega a esa fiesta perpetua porque es lo que hay, por no enfrentarse a su triste realidad de pobreza, precariedad y peor futuro, quizá para no pensar, para no amargarse más. Y así va, hasta que un día se da cuenta que esta fiesta obligada ya no le entretiene, lo agota. Entonces, llega el colapso. 

Hasta aquí el artículo de hoy. Esto es vivir en Canarias: trabajo mal pagado, precios imposibles, “¡sálvese quien pueda!”, sin perspectivas de mejora y no hay para dónde escapar. Y digo que no hay perspectivas de mejora porque el político canario es tan servil, está tan acomplejado y es tan inepto, que no se da cuenta que todo es cuestión de oferta y demanda. Si no queremos cambiar el modelo de mercado capitalista hiper especulativo actual, al menos apliquemos bien sus reglas. Y si todo el mundo quiere venir a vivir o de vacaciones a Canarias, la única forma de proteger al residente y a nuestra tierra es poner en valor a Canarias como se merece, como hacen en otros lugares turísticos masificados donde te estallan por todo. Es sencillo: hay que cobrar más caro, aumentar en calidad y poner en valor lo nuestro. Hay que tratar de que el dinero que llega se quede aquí, y el que quiera venir que pague, y el que quiera quedarse a vivir que se ponga a la cola. ¿Ustedes ven a algún político canario defendiendo esto, cuando a una alcaldesa le caen palos por todos lados por poner una ecotasa ridícula de 15 céntimos? Pues esto es lo que hay. Seguimos pagando una entrada para ver a Bad Bunny cada día, aunque no soportemos el reguetón, como es mi caso.