Usar la bandera para odiar debería estar prohibido

El agitador ultra Vito Quiles vuelve a ser noticia, anuncia que este jueves andará por Gran Canaria y el viernes por Tenerife. Nunca he estado en un acto suyo y no creo que lo vaya a hacer en el futuro, pero les puedo asegurar que portará una bandera de España y habrá muchas más en los actos. Y aunque a algunos les pueda parecer lo de la bandera algo accesorio, yo les digo que es central. Y es que hace ya años que la bandera de España es parte esencial de la política de este país, lamentablemente, y es de ella, y de su perverso y odioso uso de lo que quiero hablarles en este artículo. 

Pero antes de proseguir vamos a hacer un pequeño ejercicio de observación. A continuación, les adjunto tres fotos de tres manifestaciones de grupos neonazis europeos. Una de ellas corresponde a Alemania, otra a Francia y una tercera a España. ¿Aprecian la diferencia, ¿verdad? Solo en la concurrencia española se ven banderas del país en cuestión. Los neonazis alemanes y los franceses no enarbolan la enseña de su país para odiar ni para que los represente, no se la apropian, no la hacen suya, no la usan para ver quién es más francés o más alemán, quizá porque saben que Francia y Alemania son mucho más que su ideología violenta y reaccionaria. 

En España en cambio, hace mucho tiempo que las derechas y ultraderechas se apropiaron de la bandera constitucional y de cuantas haya con los dos colores, para proclamar que ellos son los auténticos y verdaderos españoles, todos los demás son justo lo contrario: escoria roja, comunistas, separatistas, filoetarras, antiespañoles, en resumidas cuentas.. ¿Entienden el efecto corrosivo sobre la convivencia que provoca el uso partidista de una bandera que debería ser de todos?

Esta semana el señor Quiles se paseará por las universidades canarias soltando barbaridades a los jóvenes, acompañado de matones de estética neonazi de empresas de desocupación, todo un síntoma que debería dar a pensar a más de uno de los que lo apoyan. Pero dará igual, porque el verdadero mensaje que viene a traer este chico es mucho más subliminal, y es la bandera, serán las muchas banderas de España traídas a propósito cuál garrote moral, para recordar a la gente que ellos son los que aman a España, esa gran nación histórica, todos los demás son enemigos del país. Esta idea, que no me ha tomado más de dos renglones escribirla, es la esencia de lo que viene a hacer aquí el señor Quiles, todo lo que vaya a decir en su discurso es secundario. El pseudoperiodista no busca informar de nada, solo quiere sembrar enfrentamiento. Su estrategia es simple: convertir un símbolo nacional en herramienta de odio, montado en un patriotismo que no construye nada, solo divide.

Lo grave no es él, es lo que representa: un deterioro profundo de las raíces de un país entero, donde los partidos y grupos de derecha y ultraderecha han convertido la bandera en su marca de identidad, y a la vez frontera ideológica. Así las cosas, una vez impuesta la idea, los demás, los que no comulgamos con los reaccionarios, no portamos ni mostramos ya nunca la bandera, para no ser tenidos o confundidos con lo que no somos. Y eso siendo un simple ciudadano despolitizado, si encima eres activista social o político de izquierdas, entonces prepárate porque te conviertes en odioso, antiespañol, enemigo de todo, y, en último caso, objeto a eliminar, social o políticamente, y si seguimos por este camino pronto también físicamente. 

Y créanme, todo esto no lo hablo desde el rencor ni la revancha, es mi propia experiencia personal. Sepan que de joven me alisté en una compañía de Infantería de Marina muy antigua y laureada de España, para servir en la Casa de su Majestad el Rey. Juré bandera, la besé con respeto y, casualidad, o no, un año y medio después me nombraron el Primero de la Promoción. Después vino la etapa de la Guardia Civil en Canarias, donde también me acompañó una hoja de servicios intachable, hasta que decidí que ya estaba bien. Más de veinte años después, tras media vida dedicada a defender a los españoles más vulnerables, a denunciar injusticias y a luchar por quienes este país deja atrás, soy para esa misma ultraderecha un traidor, un antipatriota y un enemigo de España, por hacer exactamente lo que la bandera debería representar: servir, proteger, cuidar. Me pregunto en qué momento dejé de ser un español modelo para pasar a ser un antiespañol. Y en este mismo saco de antiespañolismo caen todos los que no comulguen con sus patrioteras fiestas y su ideología ultraliberal, católica y reaccionaria. Así de simple es, y lo peor es que les está funcionando, a tenor de las tendencias y estimaciones de voto.  

"Vencerán, pero no convencerán", decía Unamuno. Y yo les digo, a todos esos que hoy agitan la bandera de España desde la rabia: ustedes no aman en verdad a España, ¿cómo se puede amar a un país odiando o despreciando a la mitad del país? "¡Que quieren romper España de la mano del separatismo!", dicen. Pero vamos a ver, si los landers alemanes o los cantones suizos son mil veces más independientes que las comunidades españolas, ¿y han visto ustedes que allí pase algo?

Han convertido el patriotismo en una trinchera emocional desde la que disparar a quienes piensan distinto. Y así repiten, conscientemente o no, lo que pasó durante los cuarenta años de dictadura, en los que la bandera fue el estandarte del régimen, del nacionalcatolicismo y del miedo, como símbolo de “la España verdadera” frente a la “antiespaña”, lo que los legitimó para perseguir, silenciar y fusilar a media nación. En la Transición tuvimos -o mejor decir tuvieron, los que estaban- la oportunidad de superar esta falla histórica, pero ya sabemos lo que pasó, no hubo verdadera Transición, no se desactivó el terrible legado, no se refundaron los símbolos desde la restitución, la diversidad o la reconciliación. Por eso, cuando hoy la extrema derecha agita la bandera, no está haciendo nada nuevo: solo reactiva un viejo fantasma, con los mismos colores y el mismo odio.

El resultado es una herida abierta que nunca se cierra, sino que se agranda. Por tanto, si queremos luchar contra esta deriva loca, bien haríamos en pedir donde haga falta que se deje de usar la bandera de un país, guste más o menos, para odiar, enfrentar y dividir, bajo multa, sanción o lo que sea. Lo siguiente sería darle a reiniciar y hacer la Transición que no se hizo entonces. Todo, harto imposible o cómo mínimo muy utópico, con partidos como VOX pensando ya en el sorpasso al PP y buena parte de la juventud española entregada a esta ideología. 

Y bueno, con expectativas algo más humildes, al menos ya saben a lo que viene Vito Quiles a Canarias, recuérdenlo si tienen pensado ir a vitorearle.