Eliza
Recientemente, en el marco de la Fiera del Libro en San Bartolomé, tuve la fortuna de asistir a la presentación de Los nombres de Feliza, una novela del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, fruto de casi tres décadas de investigación en torno a la figura de la escultora Feliza Bursztyn. Nacido en Bogotá en 1973, Vásquez ha consolidado su voz literaria con obras como El ruido de las cosas al caer, galardonada con el Premio Alfaguara.
Durante los días previos a la Fiera, acudí a la librería El Puente y pude conseguir otras obras del autor. Entre los libros que Norberto me recomendó y cuya lectura he disfrutado ,destacaría Viajes con un mapa en blanco, donde Vásquez reflexiona sobre la novela como un espejo de la sociedad y un medio privilegiado para entender la naturaleza humana. Allí sostiene una sugerente tesis: “no hemos inventado la novela; la novela nos ha inventado a nosotros”.
En Viajes con un mapa en blanco, Vásquez establece además una profunda conexión entre la novela y la Historia, argumentando que ambas comparten el propósito de comprender la experiencia humana, aunque lo hagan desde perspectivas diferentes. Para él, la novela, más allá de su ficción, se convierte en una herramienta valiosa para explorar verdades subjetivas, matices emocionales y dilemas morales que escapan al alcance de la Historia como disciplina y a las fuentes documentales de las que se nutre.
Así, el autor plantea que la novela puede iluminar los vacíos de la Historia, dando voz a quienes fueron ignorados o silenciados. No se trata de reemplazar a la Historia, sino de complementarla, ofreciendo una dimensión más íntima y compleja de los acontecimientos. De este modo, el novelista actúa a menudo como un historiador de lo invisible, y la ficción deviene una vía legítima y necesaria para comprender tanto el pasado como el presente.
Desde esta misma voluntad de entrelazar historia y ficción para dar voz a lo no contado surge Eliza, la primera novela de Myriam Ybot. Cómo debut novelístico resulta una obra madura reseñable por su rigor documental, su capacidad para mantener el pulso narrativo, su sensibilidad y su mirada profunda sobre las cuestiones que aborda. Ya tuve la oportunidad de recomendar Eliza el año pasado en un artículo titulado “Lecturas de verano”
antes de embarcarme de nuevo en su lectura hace poco junto a las compañeras y compañeros del Club de Lectura de la Biblioteca Insular. Entonces la describí junto a otras novedades editoriales como “una novela muy entretenida, donde se percibe la amplia documentación que tuvo que recopilar la autora para crear su ficción. También se denota la influencia de los clásicos de la novela inglesa. El uso de giros narrativos llevará a que, una vez comenzada la lectura, no se podrá abandonar hasta concluirla”.
Ahora me gustaría profundizar en algunos de los aspectos que esbocé entonces. En primer lugar, la cuestión del rigor histórico. Aunque la protagonista de la novela, Eliza Drake, es un personaje ficticio, está indudablemente inspirada en mujeres reales: viajeras europeas como Olivia Stone, que visitaron Canarias y documentaron sus experiencias mediante cartas, diarios y libros durante el siglo XIX y comienzos del XX. La escritora Olivia Stone recorrió junto a su esposo, el fotógrafo John Harris Stone, las islas Canarias entre 1883 y 1884. De ese viaje nació su obra Tenerife y sus seis satélites, donde ofrece una mirada singular sobre la geografía, sociedad, costumbres y naturaleza del archipiélago.
Es una obra deliciosa que fue editada en su día por la ULPGC en dos tomos pero que lleva años descatalogada (aunque se puede acceder a ella a través de la modalidad de libro electrónico en Memoria Digital de Canarias). Por fortuna, parte de este legado ha sido recientemente recuperado en el libro En camello por Lanzarote, publicado por Itineraria Editorial, al igual que la propia novela Eliza, con un esclarecedor prólogo del escritor Pepe Betancort.
Cabe recordar que las viajeras inglesas del siglo XIX se acercaron a Canarias con una mirada que combinaba asombro naturalista e interés etnográfico. Junto a Stone, otro buen ejemplo lo encontramos en Marianne North, pintora victoriana cuyas obras, además de registrar especies vegetales con rigor científico, capturan la atmósfera y la emoción del entorno. No es casual por tanto que una de sus pinturas fuera elegida como portada de la novela de Ybot. Frente a los viajeros varones, las mujeres se detuvieron en aspectos como las relaciones humanas, la vida doméstica y los detalles del paisaje. Y esa misma mirada es la que mantiene Eliza a lo largo de la obra: su interés por los detalles, por lo cotidiano que la lleva incluso, a un saludable interés por la gastronomía canaria.
Y aquí encontramos quizás dos de los grandes aciertos de la novela: la visión femenina de la protagonista y el eje temático, el abordar un aspecto poco explorado de la historia canaria en la literatura: la presencia e influencia de la comunidad británica en las islas, con alguna relevante excepción como Alonso Quesada que en Las inquietudes del Hall, ofreció una mirada compleja sobre los ingleses, reconociendo con ironía e inteligencia tanto su papel modernizador en las islas como sus actitudes arrogantes y distantes hacia la población local.
Eliza retoma y actualiza pues la cuestión de la presencia británica en Canarias como tema y el legado de las viajeras inglesas, en particular, integrando historia, paisaje y emoción, rindiendo homenaje a esas mujeres que, con respeto y curiosidad, ampliaron nuestro imaginario cultural e invitándonos a reflexionar sobre la identidad, la libertad y el encuentro con el otro.
Pero Eliza destaca además de por esa cuestión temática y el rigor histórico con que aborda esta, por su prosa cuidada, por su léxico amplio y por la sensibilidad con la que Ybot describe tanto los paisajes como los matices emocionales que vive la protagonista. Alternando entre fragmentos de diario y una narración omnisciente, la novela sobresale por su riqueza sensorial e histórica, transportando al lector a la atmósfera de Canarias a principios del siglo XX.
Ahora me gustaría detenerme en el concepto de viaje en esta novela. El viaje en Eliza es un eje estructurador y símbolo de transformación: no solo geográfica, de la Inglaterra victoriana a Lanzarote, sino identitaria. Este desplazamiento puede leerse como una inversión del viaje colonial clásico: no es el hombre europeo quien explora territorios exóticos, sino una mujer que busca en lo periférico una forma de emancipación personal. No obstante, el viaje no es unívocamente liberador; también plantea tensiones y contradicciones. Mientras le permite a la protagonista conectar con su deseo, revela jerarquías implícitas en su relación con el entorno. En todo caso, Eliza subvierte el arquetipo tradicional del héroe masculino en el viaje, como Odiseo o Robinson Crusoe, y lo transforma en un viaje interior femenino, introspectivo y afirmador de la subjetividad, lo que le otorga una dimensión crítica e innovadora.
En cuanto a su vínculo con los clásicos de la novela inglesa, bajo mi punto de vista Eliza recuerda a heroínas como Jane Eyre o Catherine Earnshaw, que también desafían las normas sociales en busca de autonomía y plenitud. El estilo de Ybot, cuidado y evocador, remite a la prosa elegante de autoras como Jane Austen o Charlotte Brontë, aunque su lenguaje sea más contemporáneo. Además, como Austen, Ybot retrata con agudeza las limitaciones impuestas a las mujeres por las convenciones sociales, usando la ironía y el análisis psicológico para profundizar en el carácter de su protagonista. Finalmente el paisaje, rural en Charlotte Brontë, insular y exótico en Ybot, cobra un valor simbólico en la evolución emocional de la protagonista.
Eliza es, en definitiva, una novela sobre el descubrimiento y la emancipación femenina. El viaje de Eliza Drake a Tenerife y Lanzarote en la primera década del siglo XX se convierte en una transformación íntima en la que la naturaleza y la luz de Lanzarote, donde reside la autora desde hace más de treinta años, juegan un papel esencial. La descripción del paisaje, la cultura y las tradiciones se realiza con un respeto y un afecto enternecedores y encuentro alguna similitudes estilísticas, temáticas, ambientales y temporales con la obra de
otra excepcional narradora, Ana García-Ramos del Castillo, autora de notables novelas como Tanto para nada o La vida en silencio.
Eliza es una obra literaria que conjuga una prosa evocadora y auténtica, solidez documental y profunda sensibilidad (enlazando Historia y ficción) y tiene, además, una relevante capacidad para conectar lo local con lo universal. Nos invita a mirar Canarias, y especialmente Lanzarote, con otros ojos, a valorar la riqueza de nuestra historia y a reconocer el papel esencial de las voces femeninas en la construcción de la memoria colectiva. Eliza es, por todo ello, una novela que merece ser leída hoy… y, seguramente, también dentro de cien
años