Opinión

¿Y mi segunda dosis de AstraZeneca?

¿Y mi segunda dosis de AstraZeneca?

Quiero mi segunda dosis de AstraZeneca o se van todxs lxs responsables a la mierda y dejo de cumplir cualquier norma al respecto del covid, salvo las que yo me dicte.

Hay situaciones en la vida, la mayor parte de las situaciones en la vida, en las que uno no tiene ni idea de cual es el camino a seguir. Entre otras cosas porque uno no tiene ni idea de qué es la vida. Ni uno ni nadie.

En mi caso suelo ser muy fiel con las decisiones que tomo y me siento libre asumiendo la totalidad de las consecuencias de esas decisiones. Es decir, cada vez que culpo a alguien de algún suceso, relacionado con ellas, estoy cediendo parte de mi libertad. Y para mí la libertad es la capacidad de asumir el máximo de conciencia y responsabilidad de mis pensamientos y mis acciones. Y los que yo haya podido generar o provocar en otrxs.

Luego están los asuntos generales, los que comparto con lxs humanxs en primer grado y con la vida en general, en un grado superior. Entiendo las extraordinarias dificultades para gestionar esta crisis, partiendo de la óptica de que el covid existe y no es que mate -que la vida mata- si no cómo mata. Y que las soluciones están en un entorno altamente cualificado, pero altamente codicioso, competitivo y corrupto. La ciencia farmacéutica y la política.

¿Cómo mata? En mis ensueños he podido sentirlo en toda su intensidad y nunca “vi” nada parecido. Porque cualquier otra situación crítica que ensoñé o viví, la pude afrontar desde el mayor de los dolores o sufrimientos, pero desde un ancla mental. Digamos ese castillo en el que somos atacados y asediados, pero en el castillo. Sin castillo no tengo palabras para contarles cómo es. Hay situaciones más allá del miedo. El miedo, al fin y al cabo, son las murallas del castillo.

Yo no me puedo explicar más, tampoco sabría explicar lo que es el opuesto, la dicha, el gozo. Pero en mis ensueños y vida también he experimentado dichas y gozos previamente inimaginables. Quizá sea un extremista, pero con dos extremos. Como me harto de decir la vida es bipolar y paradójica.

Bueno, el caso es que me llamaron a vacunar y decidí ir y vacunarme. Y además con la intuición de que había tenido mucha suerte con la vacuna que me tocó (ya se habían iniciado las polémicas con ella). Lo hice por un compromiso con lxs más mayores, con lxs más débiles, con respecto a este virus y para liberar cuanto antes la vida de lxs jóvenes. Y porque ya he vivido lo suficiente como para apuntarme a que prueben conmigo.

Así que ahora me parece una absoluta cobardía política que no me garanticen la segunda toma por si me matan. Una vez puesta la primera, la segunda es a mi entender una decisión mía y de nadie más. Estando como están las vacunas disponibles.

Así que lo único que quiero decir es que quiero mi segunda dosis de AstraZeneca. Es un derecho que nadie me debe quitar. Para la primera les ofrecí mi cuerpo sin pedir garantías de ningún tipo. Y asumiendo que no las había. Y agradecido.

Y si no me la dan, no es que me lo tome como un problema de salud, ni que como dije al principio vaya a culpar a nadie de mi situación. Simplemente seré más libre que nunca. Porque tendré que asumir la metida de pata más grande de mi historial social. 

Sería -cómo no- paradójico que me tocara una ministra (mujer) y canaria (paisana). Que fuera socialista no es ninguna paradoja. Es parte de mi currículum. Añado la parte final de un carteo con otra persona que se cuestiona el uso de mascarillas y la existencia del virus.

Respuesta: Sí, eso es así, hay científicos que dicen que nada existe. Por ejemplo, la Tierra a escala universal es infinitamente más pequeña que un virus a escala humana. Y mira la importancia que nos damos. Ya no como tierra, sino como individuos. Que de la Tierra pasamos..

Jajaja… me sigue preocupando más porque no puedo ir en pelotas. No creo que exista ningún argumento científico en contra. Y la pena es muchísimo mayor, legal y socialmente, que ir sin mascarillas. Imagínate una persona sin mascarilla por la calle Real, un santuario hindú o una catedral cristiana. Y otro en pelotas con mascarilla. A por quién piensas que irían.

Yo no creo ni dejo de creer. Simplemente evaluo posibilidades con la información disponible, la intuición y lo que me cuentan personas amigas que manejan mucha más información que yo,  con más capacidad técnica de procesarla y de muchos lugares diferentes.

No tengo miedo a morirme ni siquiera a enfermarme, pero tampoco es que me apetezca. Así que mi evaluación -que no mi creencia- es que hay muchas posibilidades de que lo del covid sea verdad. Y muchas más de que no sepamos cómo afrontarlo adecuadamente, teniendo además en cuenta la diversidad de formas de afrontar la vida tanto a nivel individual como nacional y la tendencia a la corrupción y la codicia. 

Sobre lo que no tengo una evaluación es de si es natural o artificial. Uno de los científicos que dice que es artificial es premio Nobel de medicina por descubrir el virus del sida. Otro científico premio Nobel también que creó la técnica PCR dice que el primero es un cantamañanas que nunca aportó pruebas del virus del sida. Los dos son rebeldes alternativos. Y yo no soy nadie para entender, en profundidad, sus debates.

En el fondo las cosas muy pequeñitas son parte de la mecánica cuántica. Y los que más saben de ella dicen que el que diga que la entiende no tiene ni puta idea de ella. Pero existen los GPS y los móviles y tantas y tantas cosas que, al fin y al cabo, se basan en cálculos de probabilidades, porque nunca sabremos dónde se encuentra el electrón. Sea lo que sea el tal electrón. Que tampoco nadie lo ha visto jamás.

Parece ser que lo más grande sea el Universo, o Dios, y lo más pequeño está oculto a la vista  humana, jajaja y hacen bien.

Abrazos.

Termino:

Ministra guárdeme una vacuna. O escríbame una carta privada y explíqueme por qué no a la segunda dosis. O unas cuantas millones de cartas a todos los astrazenecados. ¡Vamos! Lo hacen para pedirnos el voto. Hágalo para explicarnos el veto.

Por lo pronto canturreo aquello de: ”Es decir, que con la violencia del mar, quisiera volver a besar haaasta sangraaaar”. Y sonrío de cuando vivíamos  soplando una vela de cumpleaños sobre una tarta y luego comiéndonosla entre todos. Viviendo al límite. 

No obstante, y pese a todo y por encima de todo, me compadezco de su situación. Esa es la paradoja. Lo positivo y lo negativo es como el electrón: nunca sabremos dónde está; solo probabilidades.

Igual está mejor dejarlo como está y no vacunarme más, o la segunda de otra. Pero me gusta la ilusión de que tomo mis decisiones. Me imagino que a usted le pasa lo mismo. Si no, no sería ministra. Digo yo.

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