Opinión

Ella, Margarona

 Hablar del pasado y  presente de la octava isla canaria, es hablar de Margarita Páez Guadalupe, pero es que hablar también del futuro de La Graciosa, es hablar de Margarona.

Margarona fue la Juana de Arco en la pequeña isla, luchando sin capa, sin espada y sin ir a lomos de ningún caballo, pero guerreó, luchó con los pies descalzos y sobre el jable dorado graciosero, por su isla, por sus vecinos, porque  La Graciosa no se quedara atrás ante el avance que afrontaba nuestro archipiélago.  Afrontó sin miedo, con valentía y sin poner la rodilla en el suelo, más que para besar las ensalitradas calles de su amada tierra, batallas  en pro del futuro, cuadrándose y mirando al Risco de Famara casi a la misma altura, porque estaba convencida de que sus vecinos tenían derecho a la linea telefónica, a dejar de cargar barricas de agua o que sólo tuvieran luz, energía eléctrica, 4 ó 5 horas en la noche, cuando echaban a andar el motor.

Como toda una heroína, Margarona contó con un ejército, pero sin tanques de guerra ni cazas F-18, ni submarinos nucleares. Ella contó con quienes defendieron sus mares, con barquillos, atuneros o chalanas que haciendo surcos en el mar buscaban el mejor triunfo, el sustento familiar, trabajando por el principio económico de la isla, y a quienes Margarona nunca dejó solos, aunque se fuera quedando embelesada ante la emisora, porque el sueño le podía, pero nunca se acostó sin que llegara el último marinero, el último barco a puerto.

Sí contó con sus tropas, que no fue un batallón con armadura, ni cascos, ni lanzas; fueron sus vecinos y vecinas, quienes con calzón remangado, camisas de franelas con parches o la sombrera graciosera, la apoyaban en sus exigencias a instancias superiores, sin derribar muros de castillos, pero sí reclamando la construcción de un centro socio cultural, centro de salud o mejoras en el colegio público.

Ella, Margarona, nunca tuvo un cuartel, pero si tuvo una isla a la que jamás dejó desamparada, tuvo una isla por la que se desvivió, y por la que, como ella misma dice, nunca se le cayeron los anillos por tener que cargar bloques, hacer de sepulturera, de policía (cogiendo a alguno por la pechera y poniéndolo fuera del baile) o, con escoba en mano, barrer las calles de su isla.

Y allí, en su isla, en su adorado pedacito de tierra en medio del Atlántico, esa guerrera incansable fue donde nació, donde creció, se casó y formó una familia, donde volvió a dar otro gran ejemplo, en la integración de la mujer; poniéndose el mundo por montera y echándole agallas, y mucho trabajo, se convirtió en empresaria de su propio supermercado, después de que Pedro Morales se lo arrendara.

 Ella, Margarona, quien en más de una ocasión se quito su sombrera para ponérsela a la camella, para proteger del sol al animal, quien remolcó bidones de aceite, quien tiene en su casa la Cruz del Mérito Civil al lado de la Medalla de Oro de Canarias y en la pared colgado el reconocimiento como Mujer Canaria, fue una luchadora incansable, una guerrera con tres armas que siempre vencen; el amor a su isla, una mirada sincera y un corazón inmensamente grande y noble. Le dijeron que valía para política porque tenía corazón, y ¡cuánto se echa de menos en la política a día de hoy personas con ese compromiso!, creyendo que, "primero son los dientes y luego las muelas" (frase que repite con frecuencia), personas que de verdad le importe trabajar por los nuestros, personas con corazón, personas como ella, Margarona.

Y es que Margarona es La Graciosa y La Graciosa es Margarona , Doña Margarita Páez Guadalupe, Margarona "HIJA PREDILECTA DE TEGUISE".

Jonás Álvarez es concejal en la oposición en Teguise

Comentarios