Opinión

Cannes on line: Ouistreham

Cannes on line: Ouistreham

Habrá quien piense que esto de madrugar para sentarse en una butaca a ver películas es una completa chifladura, cosa de gandules que no tienen nada mejor que hacer. Probablemente con toda su razón.  Si extendemos este juicio hacia los festivales de cine como Cannes, las conclusiones podrían ser todavía más lacerantes y provocarían que cualquier persona sensata se tirara de los pelos ante tanto disparate, tanta bobería. Cannes es como una burbuja ajena y extraña al mundo real en la que tienes que desenvolverte a un ritmo de centrifugadora junto a mandamases emperchados, modelos de pasarela, críticos arrogantes y demás fauna estrafalaria. Ha trascendido en la prensa de estos días que el legendario cineasta Jacques Rozier, emblema de la histórica nouvelle vague, seleccionado varias veces en la programación de Cannes, va a ser desahuciado de su casa en París a sus 94 años.  Pero este tipo de noticias no traspasa las paredes de la burbuja. Ni siquiera las salpica.

La versión on line de Cannes no es tan agitada, pero te obliga estúpidamente a los mismos madrugones. En lugar de hacer colas interminables ante la puerta de las salas, debes presentarte puntualmente delante de la pantalla del ordenador, a riesgo de perder la sesión si no llegas a tiempo, limpiándote todavía las legañas. En otros festivales on line como Rotterdam, te conceden al menos 72 horas después del estreno oficial en público. Aquí, no. Cannes es distinto; exclusivo. Nos prometieron un programa on line exhaustivo, que abarcaría todas las secciones del Festival.  Pero todo ha quedado en fiasco. Han reprogramado y restado películas de forma aleatoria y caprichosa y nos hemos tenido que conformar con la multitud de subproductos que abarrotan este inmenso mercado. Recibimos cientos de mails diarios con invitaciones para películas infumables. Como una que trata de las vicisitudes de unos vampiros marxistas a finales del XIX que también desdeñamos.

Se trata de una de esas películas de tesis, que tira la piedra del debate y esconde cobardemente la mano

De entre lo visto hasta ahora, destacamos esta “Ouistheram”, que por lo visto es un muelle ubicado en Caen (Francia) donde se toma el ferry hasta Portsmouth. Es el escenario donde se desarrolla esta película dirigida por el archiconocido escritor Emmanuel Carrere, reciente premio Princesa de Asturias de las Letras, que también viene haciendo sus pinitos en el cine. Trata de una escritora que se entremezcla en el mundo de las limpiadoras de ese ferry porque quiere escribir un libro de verdad, de primera mano, sobre los empleos precarios, sobre la pobreza y la explotación, sobre el sin vivir de las clases trabajadoras. Para ello se camufla en este gremio como una más, por más difícil que resulte figurarse a la actriz Juliette Binoche en ese entorno. Se trata de una de esas películas de tesis, que tira la piedra del debate y esconde cobardemente la mano. Pero te lleva a preguntas fundamentales: ¿sirve para algo el cine o cualquier otra manifestación artística como vehículo para estas denuncias sociales? ¿O en realidad solo son una excusa para servirse de ellas y tranquilizar las malas conciencias? Carrere no lo deja claro. Aún más: parece adoptar el punto de vista del cinismo y la autocomplacencia. Es lo que reflexionamos mientras nos limpiamos las legañas de los ojos, tan temprano. Y lamentamos con pesar la suerte desgraciada del gran Jacques Rozier.

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