Opinión

1993

Superado el primer cuarto de la presente legislatura, el pacto conformado por el PSOE, NC, Unidas Podemos y la Agrupación Socialista Gomera transmite la sensación de que funciona razonablemente bien. No suele ser sencillo lograr algo así. Los gobiernos de pacto son muy complicados de gestionar, máxime si —como es el caso— forman parte del mismo cuatro fuerzas políticas. Sin duda, en este caso, las buenas sensaciones que se transmiten del funcionamiento del Gobierno de Canarias se deben al esfuerzo, trabajo y capacidad de diálogo del presidente Ángel Víctor Torres y a la lealtad y generosidad de las fuerzas políticas que forman parte del Ejecutivo y prestan el apoyo parlamentario.
 
En Canarias hay una cultura de pactos políticos que no suele darse en otros escenarios, particularmente en el ámbito de las Cortes Generales. Jamás ha habido en las Islas mayorías absolutas al frente del Gobierno de Canarias. La complejidad de un territorio conformado por ocho islas y siete circunscripciones insulares alejan la posibilidad de gobiernos de mayoría absoluta. Estamos por lo tanto obligados a poner en práctica el diálogo y la negociación como el mejor camino para alcanzar el entendimiento.
Que el gobierno de turno en Madrid no nos entienda ni atienda no es novedoso
 
Sin embargo, la unidad, la lealtad, la consideración y el respeto que el presidente Torres ha conseguido de sus socios de Gobierno en el Archipiélago no la han conseguido aún del Gobierno de España ni de su partido en Madrid. Ahí sí puede haber un problema para la estabilidad necesaria en el Gobierno de Canarias.
 
Que el gobierno de turno en Madrid no nos entienda ni atienda no es novedoso. Sólo cuando en Moncloa han necesitado los votos de los nacionalistas canarios han sido permeables a nuestras peculiaridades y las han atendido.
 
Después de casi dos décadas el PSOE ha vuelto a gobernar en Canarias. Coincide la presidencia de Ángel Víctor Torres con un Gobierno de su mismo partido en Madrid, y cabria esperar que el Gobierno de España que preside Pedro Sánchez prestara atención a los problemas singulares que tiene Canarias —único territorio del Estado que goza de un reconocimiento singular en Europa—. Especialmente por dos razones. En primer lugar, porque objetivamente la singularidad —que supone la lejanía— nos castiga más que a ninguna otra Comunidad por el negativo impacto que está teniendo la pandemia en las economías tan dependientes como la nuestra. Y, en segundo término, porque al frente del Gobierno de las islas está el secretario general de su partido.
La soberbia y la displicencia centralista favoreció la moción de censura del año 1993
 
Sin embargo, hasta el momento parecen entender mejor al presidente Torres sus socios de Gobierno en Canarias que sus compañeros en el Gobierno de España. Ni siquiera la presencia en el Gobierno de Sánchez de la ministra canaria Carolina Darias está sirviendo para generar en el seno del Consejo de Ministros sensibilidad hacia los asuntos de las islas.
 
El comportamiento que están teniendo los ministerios competentes en los asuntos relacionados con la inmigración —Interior, Exteriores, Defensa, Migraciones— es incomprensible e intolerable. No hablo sólo de soluciones —que no las hay sencillas para un asunto tan complejo— sino de la desidia con la que lo están tratando.
 
Por delante, pronto nos encontraremos con dos asuntos que marcaran mucho el futuro próximo de las relaciones Canarias-Estado. Los Presupuestos Generales del Estado, el reparto de los fondos especiales que llegan de Bruselas para la reconstrucción económica y social, el pago de la deuda ganada en los Tribunales de Justicia del convenio de carreteras y el respeto a nuestro Estatuto y a nuestro REF. Serán la prueba de fuego.
 
Tiempo y asuntos hay por delante para comprobar si el Gobierno de Pedro Sánchez es sensible con Canarias y considerado, respetuoso y leal con su líder en las Islas. A día de hoy, la estabilidad del Gobierno de las Islas depende más de los compañeros de partido de Ángel Víctor Torres en Madrid que de los socios que le apoyan lealmente en Canarias. Alguien debería advertir en Ferraz y en Moncloa que la soberbia y la displicencia centralista favoreció la moción de censura del año 1993 que derribó al entonces presidente socialista Jerónimo Saavedra.

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