Opinión

La campaña empezó hace cuatro años

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La campaña empezó hace cuatro años

La  campaña electoral alcanza su ecuador y va consumiéndose entre  las tradicionales vallas y y los clásicos carteles colgantes que nos han acompañado desde la llegada de la democracia. Ha cambiado mucho la política en estos cuarenta y cinco años, pero las vallas, carteles y pancartas nos hacen retrotraer en el tiempo. Las redes sociales y la digitalización han ido ganando espacio, pero sin llegar a desplazar a las clásicas herramientas propagandísticas de siempre. Todos los partidos y sus respectivos candidatos son conscientes de que el número de elementos publicitarios en la calle o a través de radios y televisiones no son determinantes a la hora de decidir el resultado de una elecciones locales, pero el objetivo es tener presencia y que los ciudadanos vean que tú también estás.

En unas elecciones locales la balanza no se inclina en los dieciocho días de una campaña electoral. Exceptuando los grandes municipios, las elecciones a los ayuntamientos se empiezan a ganar -o a perder- la misma noche en la que se conocieron los resultados de la anteriores. Los gestos, comportamientos, actitudes o reacciones que van teniendo los alcaldes ante hechos cotidianos van sirviendo al ciudadano para ir dibujando en su imaginario una foto que será determinante a la hora de decidir su voto. Si la foto que el ciudadano ha ido pacientemente componiendo durante cuatro años de su alcalde sintoniza con su ideario de persona, no hay valla, ni cartel, ni pancarta, ni radio, ni televisión ni redes sociales ni tampoco prensa que le haga torcer su voluntad de apoyo al personaje que ha construido durante cuatro años. 

Es verdad que hay un segmento de la ciudadanía muy ideologizado que vota a su partido sea quien sea el candidato. Son la excepción. En general, en el ámbito municipal se vota a la persona. Esa empatía que se genera entre los ciudadanos con su alcalde explica la solidez que tienen estos regidores municipales en los procesos electorales. La influencia de la política estatal en los pequeños y medianos municipios es muy limitada. Evidentemente las obras son muy importantes a la hora de enjuiciar el trabajo de un alcalde; pero, sin duda, mucho más lo son los pequeños detalles del día a día. Las habilidades sociales, humildad, cercanía, solidaridad, saber escuchar, mesura en la respuestas, presencia en bodas, bautizos, duelos, eventos deportivos, culturales o festejos son factores que los alcaldes ganadores despliegan con maestría.

En la primera mitad del periodo democrático que gozamos, el voto al ayuntamiento arrastraba también al de los cabildos y Parlamento hacia misma opción política. La madurez y la experiencia democrática ha ido ayudando a que el ciudadano vaya cada día con más precisión discriminando el sentido de su voto, sea éste al ayuntamiento, cabildo o Parlamento.

El apego del ciudadano a su alcalde explica muy bien por qué los alcaldes son tan imbatibles. Si el alcalde cumple regularmente con el ejercicio cotidiano de estar cerca de los pequeños detalles que hacen feliz al vecino tendremos alcalde para rato. La implantación y el poder acumulado en el ámbito municipal es determinante a la hora de citarse con las urnas. Los partidos bien armados en el espacio municipal aguantan mucho mejor las vicisitudes de sus partidos. No hay campaña electoral que pueda suplir la falta de presencia de una formación política en un determinado municipio. Armar una buena propuesta que ayude a influir en el espacio político local requiere de un trabajo continuado durante, al menos, cuatro años.

Ejemplo de la fidelización del voto lo tenemos en muchos municipios y en las Islas menos pobladas. La Gomera es una de ellas. Por encima de las emboscadas que le han tendido a Casimiro Curbelo, está la credibilidad que le otorgan los gomeros. La clave es la cercanía y la humildad. El que no lo entienda así tendrá que esperar otros cuatro años.

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