Opinión

Censura a la moción

La moción de censura presentada por Vox a Pedro Sánchez ha acaparado la atención de la clase política en España a lo largo de toda la semana. Digo de la clase política, porque la mayoría de los ciudadanos estuvieron absolutamente ajenos al debate que acogió el Congreso de los Diputados. La representación llevada a cabo por censurantes y censurados en una de las Instituciones más relevantes de nuestro sistema democrático no debe volver a producirse. Sencillamente, degrada la política y aleja más a la gente de la misma.

Culminado el debate y la votación con el resultado conocido de antemano, las valoraciones de los partidos y de los analistas políticos no se han centrado en proponer modificaciones en Reglamento del Congreso o en la normativa vigente para evitar frivolidades como las vividas hace unos días. Toca, en estos días post debate, tirar del argumentario partidario para adjudicarse el triunfo e imputar la derrota al adversario. 

En realidad, en el esperpento de debate llevado a cabo los pasados martes y miércoles en Madrid han perdido todos. Ha perdido la política.

Sin duda, del debate de la moción impulsada por Vox se puede ratificar la división política española en dos grandes bloques; por una parte, el PSOE y todos los partidos situados a su izquierda sociológica, más la mayoría de nacionalistas y regionalistas; por el lado de la derecha, básicamente la potencial suma del PP con Vox. Con la práctica desaparición de Ciudadanos, España se queda sin un partido bisagra que pueda ayudar a centrar la política y que pueda entenderse a su izquierda y a su derecha.

Descartada de antemano la posibilidad de que la moción prosperara, el objetivo de todos los partidos estaba centrado en que la misma no perjudicara sus estrategias de cara a las elecciones locales y autonómicas del próximo 28 de mayo.

Los populares eran los que más difícil lo tenían para salir indemnes del órdago lanzado por Santiago Abascal. En esta ocasión fueron mucho más hábiles que en el debate de la anterior censura presentada por los mismos censurantes contra Sánchez. En aquella ocasión, Pablo Casado -líder por entonces de los populares- entro al trapo con los de Abascal y produjo un claro alejamiento y deterioro en las relaciones entre ambos. En este debate se escenificaron las diferencias, pero con respeto. La planificada renuncia del lider del PP, Alberto Nuñez Feijóo, a estar presente en el debate, así como su desistimiento de emitir opiniones sobre el mismo, fue todo un acierto político. Su ausencia, contribuyó mucho a que el choque que buscaba Abascal no se  produjera.

La nula expectación y el poco interés despertado por un debate muy degradado de antemano  fueron los factores que le ayudaron a tomar la decisión de estar alejado tanto física como mediáticamente. Si bien por el bando de la derecha el debate no parece que haya abierto más heridas que las ya existentes entre Vox y el PP, por el de la izquierda ha habido una de cal y otra de arena.

El debate de la censura sirvió para que Pedro Sánchez le diera la oportunidad a su vicepresidenta segunda, Yolanda Diaz, de reforzar su imagen de cara a la presentación de su nueva formación política, Sumar. Lejos de ser un gesto de generosidad política, la concesión de una caja de resonancia como es el Congreso de los Diputados a Yolanda Diaz por parte de Sánchez forma parte de una estrategia para reforzar las opciones a su izquierda que pueda ayudarle a seguir en la Moncloa.

Sin embargo, los celos -y los recelos- que ha despertado en Podemos el reforzamiento de la imagen de Díaz, en unos momentos en los que no se han cerrado aún las condiciones que Ione Belarra e Irene Montero exigen para formar parte del nuevo proyecto Sumar, que ella lidera, han abierto una crisis en Unidas Podemos. En el cómo lo solucionen estará buena parte del reforzamiento o debilitamiento de los partidos que Sánchez necesita para seguir gobernando. 

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