Opinión

Cuenta atrás

Congreso de los Diputados

Todos los ingredientes se están cocinando a fuego lento para que Pedro Sánchez disuelva las Cortes Generales y convoque elecciones anticipadas. Apenas superado el primer cuarto de la legislatura que echó a andar en enero del 2020, la cuenta atrás para anticipar las elecciones que ya ha comenzado. El segundo semestre del presente año la pandemia estará bajo control y, paralelamente, la actividad económica comenzará su recuperación. Poco a poco, las miradas perdidas, la tristeza y la melancolía con la que convivimos se irán transformado en optimismo, ilusión y confianza en el futuro próximo; la imagen de Sánchez y la de su partido saldrá fortalecida.

En la coalición de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos no se disimulan las diferencias de fondo y formas en las relaciones entre ambos socios. Los problemas de fondo suelen generar fricciones, pero normalmente con diálogo y generosidad se pueden ir solventando. Más complicados son los errores con las formas. La actitud permanentemente provocadora e insolente de Pablo Iglesias y los suyos respecto a algunas de las principales instituciones del Estado no encaja en el perfil de un partido como el PSOE, que ha gobernado en España casi dos décadas. En proporción a las provocaciones de los podemistas crece el desafecto hacia ellos de una buena parte del electorado socialista. Es muy previsible que los trámites para el divorcio los comiencen a mover pasada la mitad de la legislatura.

Todo parece indicar que en Cataluña los independentistas alcanzarán un acuerdo y dejarán al PSC que lidera Salvador Illa en la oposición. Si los independentistas se entienden, truncarán la posibilidad de un gobierno de Ezquerra y Comunes con el apoyo parlamentario del PSC. Esta hipótesis aleja la posibilidad de que los republicanos que lideran Junqueras y Aragonés garanticen el apoyo a Sánchez en Madrid.

Pablo Casado y los populares no terminan de encontrar su sitio. Mientras en Galicia el mensaje galleguista, conciliador e integrador de Nuñez Feijóo funcionó y le dio una muy meritoria mayoría absoluta, en Euskadi y Cataluña el mensaje disperso de Casado –en algún caso también oportunista– les condenó al fracaso. Los populares han perdido su sitio. El espacio del centro-derecha que ocupaban en solitario y que les permitía ser gobierno o alternativa al mismo ha sido invadido primero por Ciudadanos y ahora por Vox. 

El resultado de las elecciones catalanas deja muy claro que el votante conservador puede tener un nuevo referente en el partido que lidera Santiago Abascal. Añadiendo leña al fuego, a corto plazo, las relaciones entre Casado y Abascal están totalmente rotas. El agrio discurso de Pablo Casado en el debate de la moción de censura  presentada por Vox al Pedro Sánchez marcó un alejamiento político entre ambos que hace inviable a corto plazo cualquier tipo de entendimiento entre sus respectivos partidos.

Además, mientras Vox siga creciendo no hará ningún tipo de acercamiento al PP de Casado; más bien todo lo contrario, intentará afianzar su posición de única alternativa de la derecha al gobierno de izquierdas.

Después del varapalo que se llevó en Cataluña, parece que Casado quiere reorientar su estrategia. Los avanzados acuerdos que negocia con el Gobierno de Sánchez sobre los nombramiento en TVE, Consejo General del Poder Judicial, Defensor del Pueblo o Tribunal Constitucional, así lo indican. El diálogo entre Sánchez y Casado ha estado roto hasta la sonora derrota de los populares en Cataluña ante Abascal y los suyos. No es casual la mano tendida a Casado para darle aire después de la debacle popular en Cataluña. El diálogo con el PP fortalece a Sánchez y refuerza a Vox como alternativa, todos ganan menos el PP.

La fractura en la derecha política hace inviable una alternativa a corto plazo en España, pero abre una lucha entre el PP y Vox para ver quiénes se afianza como referencia en ese espacio político y quiénes jugarán el papel de partido bisagra. La naciente voluntad pactista del PP permitirá a Pedro Sánchez gobernar sin el chantaje  de su socio de gobierno, Unidas Podemos, en temas estratégicos y en asuntos de Estado. 

Sin duda, Sánchez aprovechará las fortalezas derivadas de la salida de la pandemia y las del inicio de la recuperación económica -así como las debilidades de sus adversarios políticos- para convocarnos anticipadamente a las urnas. Todas las piezas se mueven en esa dirección. Será difícil que Pedro Sánchez se resista a la tentación de precipitar el final de la legislatura.  

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