Opinión

Domingo catalán

Este domingo los catalanes están convocados a las urnas para elegir la composición de su nuevo Parlamento. Después de las elecciones autonómicas del pasado 12 de julio en Galicia y Euskadi, ahora le toca el turno a otro de los territorios históricos del Estado. Desgraciadamente, la política sigue caminando por unos senderos muy alejados de los que transita la mayoría de los ciudadanos. El desapego de la ciudadanía de la política no es una ficción, es una auténtica realidad.

Después de un año la pandemia sigue sembrando el pánico, contagiando y matando gente sin darnos un respiro, sin concedernos una tregua. Miles de empresas han tenido que echar el cierre y otras tantas se aferran a préstamos, ayudas, a los ERTE o ERE para intentar sobrevivir hasta que la vacunación de la población permita recuperar parte de la vieja normalidad. 

Centenares de miles de familias ven como todos sus miembros han perdido los empleos. Las colas del hambre siguen creciendo. Miles de migrantes están auténticamente encarcelados en Canarias sin poder proseguir su camino a la Península y a Europa, proyectándose una imagen en el exterior muy negativa de las Islas. Sin embargo, las elecciones catalanas, las salidas de tono del vicepresidente Iglesias, la adjuración de Pablo Casado del pasado de su partido o las nuevas confesiones de Bárcenas con respecto al PP acaparan el interés de los medios de comunicación, tan alejados de las preocupaciones de la gente como la política.

Nos guste o no, la atención mediática este fin de semana estará centrada en el resultado de las elecciones de este domingo en Cataluña y en las repercusiones que el mismo puede tener en la política estatal. Sin duda, la situación sanitaria derivada de la pandemia condiciona el nivel de participación. Éste puede ser determinante en el resultado final de los comicios; todos los indicadores señalan que una baja participación -como la que se espera- beneficiará a los partidos independentistas catalanes. Además, si nos llevamos por los resultados alcanzados en Galicia y en Euskadi hace apenas seis meses, el viento sopla a favor de los partidos independentistas y territoriales.

Las probabilidades de que el independentismo catalán renueve al frente de la Generalitat son muy altas. La mayoría de las encuestas pronostican una mejoría de sus resultados respecto a la posición actual. En el bloque independentista la ecuación pasa por saber si suman más de 68 diputados (mayoría absoluta) o conocer qué fuerza obtendrá más escaños (Ezquerra o Junts) y por quién se decantará la CUP, por Pere Aragonés o a Laura Borrás al frente del Gobierno.

El PSC será uno de los ganadores de las elecciones. Los socialistas catalanes, liderados por Salvador Illa, mejorarán significativamente sus anteriores resultados y disputarán el liderazgo a Ezquerra y a Junts. Aún así, parece poco probable que tengan opciones de gobierno, excepto en el caso de que fracase la mayoría independentista y se abra la posibilidad de un gobierno alternativo conformado por un tripartito con Ezquerra y Comunes.

En clave estatal, las elecciones de este domingo reforzarán a Pedro Sánchez en el gobierno de coalición que mantiene con Unidas Podemos, y si además el PSC formara gobierno con Ezquerra encararía una cómoda segunda parte de la legislatura en Madrid. En esta ocasión, todo apunta a que los grandes perdedores en Cataluña van a ser Ciudadanos y el PP. Ciudadanos no ha sabido corresponder a la confianza que la mayoría de los catalanes depositó en ellos y corren un serio riesgo de salir muy tocados en estas elecciones. La Cataluña que les vio nacer y crecer como proyecto político puede ser testiga de un batacazo histórico que se ha ganado a pulso con sus equivocadas decisiones su ex-líder y fundador Albert Rivera.

Por contra, uno de los grandes triunfadores va a ser Vox. El discurso de Santiago Abascal ha llegado con fuerza a un sector de la sociedad catalana decepcionado con la difusa posición de Ciudadanos y el PP frente al soberanismo catalán. En el caso del PP, la cita de este domingo en Cataluña puede significar un paso atrás de Pablo Casado en su objetivo de consolidar una alternativa al sanchismo. Desde luego, puede ser demoledor si Vox le supera. En ese supuesto, su autoridad para reunificar a la derecha se vería seriamente menoscabada -por otra parte, sus declaraciones desmarcándose de las decisiones del Gobierno de Rajoy con respecto a Cataluña lo colocan como poco fiable en un sector muy significativo de los populares-. Las declaraciones de Casado no le aportarán nada en Cataluña y, sin embargo, minan su credibilidad como líder de los populares.

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