Opinión

Efecto dominó

El próximo 28 de abril los españoles estamos convocados a las urnas, para elegir a las Cortes Generales de la XIII legislatura. Poco después, el 26 de mayo, volveremos a acercarnos a los colegios electorales para elegir a los concejales de los 8.116 municipios del Estado, los consejos insulares, los cabildos, los parlamentos autonómicos de trece comunidades y a los representantes en el Parlamento Europeo. Dada la cercanía de ambas convocatorias electorales, serán inevitables las interferencias que se van a producir en las campañas de una y otra convocatoria, así como la influencia que ejercerán los resultados en la composición de los gobiernos del Estado, de las comunidades autónomas afectadas y de los cabildos y consejos de Canarias y Baleares respectivamente.
 
Cuando se celebren las elecciones locales y autonómicas -el 26 de mayo- aún no tendremos nuevo Gobierno de España. En esa situación, es absolutamente inevitable aislar los acuerdos que se produzcan para configurar una mayoría que sustente al Gobierno del Estado de los que se tengan que producir para elegir a los presidentes de los entes locales y a los presidentes de trece comunidades autónomas.
 
La política de pactos para gobernar las instituciones en sus diferentes escalas -Estado, comunidades, ayuntamientos y consejos y cabildos insulares- se presenta verdaderamente apasionante y exigente. Entre otras razones y sobre todo porque la irrupción con fuerza de nuevos partidos políticos complicará mucho la configuración de mayorías de gobierno.
 
El escenario apunta a una atomización de las nuevas mayorías
Durante décadas, las mayorías de gobierno en el ámbito local, en las autonomías y también en el Estado han pivotado sobre uno de los dos grandes partidos que han protagonizado los cuarenta años de democracia: el PSOE y el PP. Las mayoría absolutas han predominado y cuando no fue así los pequeños partidos territoriales inclinaban la balanza para uno u otro lado. Ese tiempo político ha quedado atrás. El escenario que tenemos por delante apunta a una atomización en la composición de las nuevas mayorías de gobierno que requiere acuerdos que sostengan a gobiernos estables.
 
Cuando la noche del 28 de abril se conozca el veredicto de las urnas se abrirá un tenso tiempo de espera hasta que la noche de 26 de mayo conozcamos el mismo veredicto sobre los entes locales y las comunidades autónomas; los resultados, llegados a esa jornada, dirán si es posible replicar el acuerdo de mayoría de gobierno para el Estado en las comunidades autónomas, cabildos, consejos y ayuntamientos o si, por contra, tiene que haber un cambio de cromos.
 
La tensión que ya se palpa de cara a las elecciones generales, afectará, sin duda a la convocatoria de mayo. La futura composición del Gobierno de España puede ser la llave de seguridad que garantice gobiernos autonómicos y locales o, por contra, quien les condene a la oposición. La incertidumbre sobrevuela, como nunca antes, los próximos resultados electorales. Los partidos están ya lanzados a una campaña electoral en la que parece a pesar de los nuevos partidos predomina la simplificación en bloques de las derechas o de izquierdas.
 
En junio se vivirá un efecto dominó que dependerá sobre todo de Cs
Las encuestas publicadas vaticinan un escenario muy abierto. El PSOE parte con una ligera ventaja sobre el PP, pero con un panorama muy sombrío para poder articular una mayoría de gobierno. En el bloque conservador, el PP y Ciudadanos pugnan por ver quién es más contundente a la hora de separarse de las políticas de Pedro Sánchez, especialmente las relacionadas con Cataluña; al propio tiempo, pelean entre sí por el liderazgo de la derecha. En la medida que los sondeos electorales apunten hacia una posible traslación a nivel general del  pacto de Andalucía, Rivera y Casado intensificarán su lucha por liderar a la derecha.
 
El resultado de la pugna por liderar un gobierno de derechas -junto a Vox-  no es inocuo para el futuro de la política en España: si la pugna se resuelve en favor de Rivera, se abre un futuro incierto para Casado y para el PP. Si, por contra, el que gana el pulso es Casado, a Rivera y a Ciudadanos les quedará la alternativa de volver a centrarse y convertirse en el partido transversal que España necesita. En este orden de cosas, el próximo Gobierno de España, y a partir de ahí muchos gobiernos autonómicos y locales, dependerán en buena medida de cómo le vaya a Ciudadanos, único partido que, a pesar del portazo que Rivera ha dado al PSOE, puede llegado el momento pactar hacia la derecha o hacia la izquierda. En junio se vivirá un efecto dominó que dependerá de todos los contendientes, pero sobre todo de Ciudadanos.

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