Opinión

Un globo que acabará explotando

Inmigrantes irregulares en Lanzarote. Imagen de archivo.
Un globo que acabará explotando

Los gobiernos de España siempre han sido muy timoratos a la hora de afrontar los problemas que tiene el archipiélago canario, particularmente con respecto a la inmigración que llega a través del mar. Es más,  si se les deja se desentienden absolutamente. 

En los propios medios de comunicación de ámbito estatal tiene mucha más repercusión e impacto la llegada de migrantes al sur de Europa que a nuestras Islas. Son escasos los análisis y reflexiones sobre la diferencia de las llegadas desde el norte de África al sur del continente europeo o a las islas —que sirven de puente para saltar al destino que vienen buscando— y los que llegan a Canarias a deambular sin rumbo a la espera de una próxima etapa para llegar al continente europeo o a ser devueltos a sus países de origen.

Pasotismo y la falta de compromiso 

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la primera ministra de Italia, Georgia Meloni, visitaron días atrás la Isla de Lampedusa y anunciaron un plan de medidas para hacer frente a la crisis migratoria que afecta a Italia. El presidente francés, Emmanuel Macron, también expresó su solidaridad con Italia y coincide con Meloni en la “necesidad de tratar este desafío con humanidad y de reforzar la cooperación a nivel europeo”. Mientras tanto, del Gobierno de España lo único que sabemos es que quiere seguir ampliando la capacidad de acogida en las Islas. Es decir, inflando un globo que terminará por explotar en nuestras manos.

El pasotismo y la falta de compromiso de los gobiernos españoles con Canarias en materia migratoria no es nuevo. En junio del año 2009, ante el incremento de la presión migratoria, el creciente número de menores no acompañados y la inacción del Gobierno de España, el Gobierno de Canarias se reunió en Bruselas con el entonces vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Justicia, Libertad y Seguridad, Jacques Barrot. Las conclusiones de esa reunión sirvieron para que el vicepresidente de la Comisión Europea pidiera explicaciones al Gobierno español sobre la aplicación de los fondos que España recibía de Europa para atender las consecuencias de la inmigración y para buscar complicidades en la atención al fenómeno migratorio. Una visita de Barrot a nuestro archipiélago ayudó a que conociera de primera mano la situación límite que vivían las Islas.

Somos un pueblo solidario

Debemos asumir con responsabilidad y compromiso el difícil papel que nos corresponde al ser frontera entre el primer mundo y la pobreza extrema de nuestros vecinos africanos. Lo hemos hecho históricamente y así continuaremos haciéndolo porque somos un pueblo solidario. Ahora bien, el límite para la acogida de menores no acompañados o de mayores debe ser el porcentaje que significamos en el total del Estado. Ni uno más.

Si la población de las Islas significa un 4% de la del conjunto del Estado, ese debe ser nuestro limite. No podemos caer en la trampa de que la capacidad de acogida de Canarias la marca el número de plazas nuevas o que amplíen en los centros existentes. Eso significaría estar jugando con una bomba de relojería que puede afectar en el futuro a nuestra economía. Si la política quiere recuperar credibilidad ante la ciudadanía debe abordar asuntos que están en la preocupación de la gente. La inmigración es uno de ellos. Abordarlo sin demagogias. Con responsabilidad y serenidad.

Otro asunto que exige un análisis serio y responsable es la queja generalizada de las empresas de que no se encuentra mano de obra. Mucha gente se conforma con la ayuda publica que recibe. No encuentra ningún incentivo que le motive a buscar trabajo. ¿Estaremos en el camino de avanzar hacia un modelo de sociedad sin ilusión, desmotivada, sin retos, pasiva y subsidiada?

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