Opinión

La receta de Merkel

La mejor noticia del durísimo año que está a punto de terminar está fechada para la historia en Coventry (ciudad situada a unos 150 km de Londres), el pasado martes 8 de diciembre, cuando Margaret Keenan, de 90 años de edad, recibió la primera dosis de la vacuna contra la Covid-19 desarrollada por Pfizer. Margaret Keenan, May Persons —la enfermera que la vacunó—, la farmacéutica Pfizer y el Hospital Universitario de Coventry serán una referencia obligada en la Historia del presente siglo. Atrás quedarán las suspicacias sobre la decisión de las autoridades del Reino Unido de adelantar su plan de vacunación al de la Unión Europea, como anecdótico será que China y Rusia hayan activado sus planes de vacunación sin tener en cuenta la conveniente coordinación mundial ante un problema mundial. Lo verdaderamente importante es que la ciencia mundial ha sido capaz en un tiempo récord de encontrar un antídoto para frenar, controlar y destruir a un virus que, difícil de domesticar, ha monopolizado la preocupación y el miedo de miles de millones de personas en el planeta. 

La esperanza y la ilusión que han despertado en todo el mundo las imágenes del inicio de la vacunación contra el coronavirus es proporcional al daño que éste está ocasionando. Más de 69 millones de personas infectadas, más de millón y medio de muertos, más de la mitad de la población mundial sometida a algún tipo de confinamiento, la ruptura de la convivencia social, severas restricciones a la movilidad y la destrucción de buena parte de la economía —con cierre de empresas, paro, pobreza y perdida de bienestar— son los principales pero no los únicos zarpazos que la COVID-19 ha dejado, y sigue causándole, a la población del planeta. 

La vacuna que inyectó la enfermera May Persons a la nonagenaria Margaret Keenan en el Hospital Universitario de Coventry no es el final, pero sí el inicio de un tiempo de esperanza hasta conseguir la vacunación masiva necesaria para alcanzar la inmunidad contra el virus.

Sin duda, la ciencia está haciendo su trabajo y a la vacuna Pfizer se unirán pronto otras que están en sus respectivos procesos finales y que contribuirán a conseguir el objetivo en Europa y en el resto del mundo de recuperar la protección de la salud, la economía, el trabajo y el bienestar que tan duramente han sido deteriorados por la pandemia. Las previsiones sanitarias apuntan a que la vacunación y la inmunidad de la mayoría de la población no se logrará hasta mediados del próximo año; por lo tanto, las decisiones que tomen las autoridades y el cumplimiento estricto de las mismas por parte de la ciudadanía serán claves para evitar que siga creciendo la estadística de infectados y muertos en este tiempo de esperanza que se ha abierto después de que la vacuna sea ya una realidad. 

La relajación en el cumplimiento de las medidas dictadas para evitar los contagios no nos traerá sino más dolor y tristeza en estos tiempos de optimismo que ha abierto la vacuna de Pfizer. Nunca antes la salud y la economía han dependido tanto del comportamiento individual de cada uno de nosotros como en esta batalla que libramos contra la COVID-19.
Por su razonamiento y emotividad esperemos que calen hondo en dirigentes y ciudadanos el discurso de Angela Merkel el pasado miércoles en la Cámara Baja del Parlamento Alemán, intervención en la que Merkel abanderó la oportunidad de unas restricciones más agresivas para evitar el aumento de contagios, muertos y hospitalizados por la pandemia.

Merkel señaló, entre otros argumentos, que estamos en una fase decisiva en la lucha contra la pandemia, pero que se empiece a suministrar la vacuna no aleja el riesgo de contagios hasta tanto se consiga la inmunidad de la mayoría —recalcó—. La canciller alemana fue tan clara como certera. “Si el precio que tenemos que pagar por flexibilizar las medidas en estas próximas fiestas es el de 590 muertos al día ese es un precio absolutamente inaceptable”, afirmó en el transcurso de su comparecencia parlamentaria. Sentido común, sensatez y humanidad. La receta de Merkel resume el proceder al que debemos atenernos hasta que la vacuna sea una realidad a pie de calle, en el día a día, al alcance de todos

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