Opinión

Madrid no es Galicia

El 1 de abril Alberto Nuñez Feijóo será proclamado nuevo presidente del PP mientras Pablo Casado aún sigue preguntándose que ha hecho mal para, en un abrir y cerrar de ojos, pasar de ser el candidato mejor posicionado para presidir el próximo Gobierno de España a denostado afiliado de base. 

Con cuarenta y un años recién cumplidos, Casado es obligado por su propio partido a renunciar a un liderazgo fruto del pacto con María Dolores de Cospedal, una alianza –con José María Aznar de maestro de ceremonias– que dejó fuera a la candidata que había obtenido el apoyo mayoritario de los afiliados, Soraya Sáenz de Santamaría.

Una buena parte de la ciudadanía recordará a Casado como hombre honesto, afable y comprometido en la lucha contra la corrupción.

Otros recordarán de Casado su candidez e ingenuidad para afrontar problemas como los generados en el seno de su propio partido con su compañera Isabel Diaz Ayuso. Erró Pablo Casado con el nombramiento de Teodoro García Egea como secretario general del partido y no fue capaz de intuir el desafecto que estaba provocando internamente hasta que la presidenta madrileña le hizo frente. La actitud desafiante y soberbia de García Egea condenaron a Casado.

En el marco de los convulsos tiempos políticos, económicos y sociales que estamos viviendo, la imagen de madurez, seriedad y experiencia que proyecta Alberto Nuñez Feijóo lo colocan como la mejor de la opciones posibles de los populares. Nuñez Feijóo viene avalado por las cuatro mayorías absolutas cosechadas al frente del Gobierno de Galicia. Sin embargo, la política en Madrid tiene aspectos que no han tenido recorrido en tierras gallegas.

Desde los tiempos de Manuel Fraga al frente de la Xunta, en Galicia todo lo que no es PSG y grupos de la izquierda radical gallega se aglutina entorno al PP; no ha habido espacio nunca ni para VOX, ni para Cs. Desde Fraga el PP gallego ha funcionado como un partido nacionalista que asume la defensa del galleguismo y de la idiosincracia e identidad de un territorio diferenciado, entre otras cosas, por su lengua.

El peso político que suponía Manuel Fraga, las condiciones objetivas diferenciadas que ofrece Galicia y la sutileza gallega favorecieron la consolidación de este rol especial de los populares gallegos dentro del proyecto estatal. No está escrito, pero se percibe. El discurso que sirve para aglutinar en Galicia a todo lo que no es socialismo y nacionalismo independentista de izquierdas desde Madrid tiene que ser reformulado; recomponer el centro derecha en el ámbito estatal es el gran reto que debe afrontar Feijóo.

La pandemia, las especiales dificultades económicas derivadas de los momentos que vivimos, la invasión rusa de Ucrania y el creciente desafecto a los gobiernos y a la política favorecen el crecimiento de fuerzas políticas como VOX. Además, el lamentable espectáculo que ofrecieron los populares en su reciente crisis supuso un duro golpe para sus votantes y simpatizantes que, según algunos sondeos de opinión, buscaron refugio en las filas de los que capitanea Abascal.

Mucha tarea le espera por delante a Nuñez Feijóo para colocar a su partido como una alternativa real de gobierno; la primera, sin duda, recomponer por convicción la unidad interna. Experiencia y oficio tiene el gallego para tener el temple que le faltó a Casado para abordar el conflicto con Diaz Ayuso. 

Comentarios