El miedo no puede ser parte del aprendizaje

Cada día, en algún colegio de Lanzarote, un chinijo o una chinija cruza la puerta con miedo. No

sabe si hoy será un día tranquilo o si tendrá que soportar burlas, empujones, insultos o silencios que

duelen más que cualquier golpe. Para algunos, niños y niñas con necesidades de apoyo adicional,

cada jornada es un doble desafío: aprender, adaptarse al aula, y al mismo tiempo protegerse del

acoso. ¿Cómo podemos esperar que un niño rinda y crezca si tiene miedo de levantarse cada

mañana?

Detrás de esos niños hay familias que sufren en silencio. Padres y madres que ven cómo sus hijos

llegan a casa cabizbajos, con la mirada baja, con el corazón apretado. Intentan acompañarles,

protegerles, darles seguridad… pero muchas veces no saben cómo. Esa impotencia duele tanto

como el propio acoso. Nos recuerda que no basta con mirar hacia otro lado; el silencio también

duele.

El acoso puede ser físico, verbal, social o digital. Cada golpe invisible deja huella: baja autoestima,

miedo a hablar, desconfianza hacia los demás. Y es en los entornos educativos donde esta lucha se

juega día a día. En estos casos, es fundamental saber que existe un recurso al que cualquier

persona puede acudir: el teléfono 900 018 018, una línea gratuita, confidencial y disponible las

24 horas del día, los 365 días del año. Las llamadas no quedan reflejadas en la factura y

pueden realizarse tanto por niños y adolescentes como por familias, docentes o cualquier

persona que conozca una situación de acoso. Atiende casos de acoso verbal, psicológico, físico,

social, sexual y ciberacoso a través de redes sociales, móviles o internet. Además, dispone de

un chat específico para personas con discapacidad auditiva o del habla a través de la web

https://chatanar.es. Tener este apoyo puede marcar la diferencia entre callar o pedir ayuda.

Por eso es vital que los colegios no sean solo edificios con aulas, sino espacios seguros, vigilantes,

atentos. Profesores, orientadores, compañeros… todos tenemos que formar un escudo que actúe a

tiempo. Porque cada gesto que dejamos pasar, cada mirada que ignoramos, deja marcas que pueden

durar toda una vida.

Tener protocolos y planes de actuación no basta. Los documentos no abrazan, no escuchan, no

protegen. Lo que salva a un chinijo o chinija es que se apliquen de verdad: intervenir, acompañar,

escuchar, adaptarse a cada necesidad, y no dejar que nadie camine solo en el miedo. ¿Cuántos niños

habrán callado por miedo a ser ignorados? ¿Cuántas familias habrán sentido que no hay salida?

Cada gesto cuenta: una palabra de apoyo, una acción a tiempo, un protocolo aplicado con corazón.

Lanzarote puede ser un ejemplo de colegios seguros e inclusivos si actuamos juntos, con empatía y

compromiso. Porque detrás de cada protocolo, de cada intervención, de cada decisión, hay vidas

que merecen aprender, crecer y ser felices… sin miedo, sin soledad, sin silencio. Y todos tenemos

la responsabilidad de asegurarnos de que nadie camine solo por el miedo.