Carnaval, ¿aquí o allá?

Carnaval, ¿aquí o allá?

En 2009, siendo Víctor San Ginés concejal de Fiestas de Arrecife, el Ayuntamiento se atrevió a sacar el carnaval del centro de Arrecife. Para ello, habilitó un espacio de cinco mil metros cuadrados, de ellos mil ochocientos cubiertos, con siete ambientes distintos y con capacidad para acoger a unas 30.000 personas. El área destinada a las verbenas podía reunir cómodamente seis mil personas, y a su alrededor se instalaron los ventorrillos y las barras de las asociaciones y colectivos. El lugar reservado para la música electrónica podía albergar a otras cuatro mil. El dispositivo incluía un hospitalito, dos controles policiales uno a la entrada y otro en la zona de música disco, dos puestos de la Policía Local y Protección Civil, 700 metros de vallado y 46 baños portátiles.

La seguridad y la agilidad en las posibles atenciones sanitarias fueron los dos argumentos utilizados por el grupo de gobierno municipal de aquel momento, presidido por Pérez Parrilla. El botellón funcionó, pero al año siguiente se volvió al centro. ¿La razón? Seguramente los seguidores del carnaval prefieren la calle antes que un descampado. El hecho es que se regresó a la plaza pública situada al lado de El Almacén -que incomprensiblemente se sigue utilizando como aparcamiento- en donde se amontona la humanidad, brincando, bebiendo y orinando a destajo. Este año también. El Carnaval, las mascaritas y los cosos deben estar en las calles, cierto, pero a sus horas. Los botellones institucionalizados, en cambio, con los decibelios al máximo y hasta las tantas, deben estar exactamente en el quinto carajo. En el sexto, mejor.
 
Ernesto Cedrés

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