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Charco de San Ginés, el patio de recreo de la población de Arrecife

Charco de San Ginés
Charco de San Ginés

A este espacio aún le queda por hacer realidad dos sueños, la reapertura del pasaje que lo unía con la bahía de Naos y la ordenación del fondeo de embarcaciones.

Charco de San Ginés, el patio de recreo de la población de Arrecife

Hace tiempo que el Charco de San Ginés hizo realidad su viejo sueño de erigirse en el patio de recreo de la población de Arrecife, pero aún le quedan dos anhelos más. El primero es la reapertura del pasaje que lo unía con la bahía de Naos para favorecer la circulación interior de las mareas y, con ella, la regeneración constante de las aguas, lo que requeriría intervenir en un tramo de la Avenida Olof Palme. El segundo es la ordenación del fondeo de embarcaciones, una actividad que se rige en la actualidad por el libre albedrío.

Por lo demás, el Charco de San Ginés lo tiene todo: permite la cercanía, pero sin aglomeraciones; es estupendo tanto de día como de noche; su oferta de restauración es variada y apta para todos los gustos y bolsillos; y, por último, es un lugar recogido y tiene un punto novelero. El fin de la crisis sanitaria ha reafirmado este espacio como la verdadera plaza central de la ciudad, donde se dan cita el origen histórico de Arrecife y sus aires porteños y marineros.

Hubo que esperar décadas a la eclosión de El Charco

Le costó interiorizarlo, pero Arrecife ya tiene clarísimo que su litoral es su punto fuerte y ofrece grandes oportunidades. Áreas de expansión, lugares de encuentro, itinerarios de paseo, amplios espacios libres, paisaje marítimo, contrapunto a la densidad, carril bici... Todo ello se veía venir en El Charco de San Ginés hace más de medio siglo, pero hubo que esperar décadas a la eclosión del mejor espacio público de Arrecife. Aquí conviven restaurantes, bares, cafeterías, terrazas y mucha gente paseando y, en los últimos años y cogidas con calzador, también las fiestas patronales de la ciudad.

El Charco está de bote en bote casi a todas horas del día. La población local y los turistas de cruceros visualizan que el litoral aporta valores ambientales, calidad paisajística y singularidad. Por eso, da grima recordar que un alcalde llegó a plantear que lo mejor era rellenarlo para crear un gran aparcamiento encima. Tal era la pésima estampa de El Charco en los años sesenta y setenta del siglo pasado, cuando la isla y su capital se incorporaron a la corriente del turismo. El hedor era insoportable; la imagen, desoladora.

Pero no fue así siempre. Antiguamente, el movimiento de las mareas hacía de El Charco el atractivo natural más interesante de la capital, añadiendo mayor pedigrí al entorno donde se fundó la ciudad, la zona de La Puntilla. En su fisonomía aún se aprecian viviendas de tipología popular y restos de almacenes y bodegas vinculadas a la actividad portuaria y litoral desde el siglo XVIII. Entre la orilla septentrional de El Charco y la calle Pérez Galdós, la antigua vía hacia la Villa de Teguise, se asentó el sector más humilde de la población.

Manrique detectó el potencial que se ocultaba tras la charca pestilente

En general, el frente del litoral de El Charco fue creciendo dando la espalda al mar. Esto es así porque las construcciones situadas en la franja naciente de la calle Real tenían su trasera en la lámina de agua, por lo que estas viviendas se desarrollaron sin mirar al mar. Por lo tanto, no se conforma una fachada en sus orillas, un hecho que se está produciendo en fechas recientes a raíz de su revaloración como área residencial y de ocio.

Como hiciera con basureros y escombreras, César Manrique detectó el potencial que se ocultaba tras la charca pestilente. Primero hubo que cerrar la conexión con la bahía de Naos para evitar la contaminación que generaban las factorías de pescado. Luego, se produjo la intervención urbanística: el dragado, los muros de piedra, la rehabilitación de los puentes y la creación de una lámina de agua permanente en el Morro de Elvira a modo de cascada, que está a la espera de ser reparada.

El Charco tardó en coger impulso, primero como privilegiada zona residencial y después como lugar de ocio. Hoy, su ribera es la primera opción que maneja cualquier empresario de la hostelería que desee abrir un negocio en Arrecife. Proliferan los establecimientos en las orillas de la amplia laguna de casi cien mil metros cuadrados de superficie que ha sido y es un fondeadero natural para embarcaciones de pequeño tamaño. Flanqueada por El Lomo y La Puntilla, El Charco es un parque urbano de agua y la plaza mayor de la ciudad, aunque el Ayuntamiento y la iglesia le den la espalda.

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