Cuando piratas y corsarios frecuentaban las aguas de Lanzarote

Castillo de Santa Bárbara, en la cima de la Montaña de Guanapay.
Castillo de Santa Bárbara, en la cima de la Montaña de Guanapay.

Hasta hace un par de siglos, un pirata era una persona dedicada al abordaje de barcos en el mar para robar por cuenta propia; si era por cuenta ajena, era un corsario

Cuando piratas y corsarios frecuentaban las aguas de Lanzarote

Hoy día, el término pirata admite varios significados. Persona que accede ilegalmente a sistemas informáticos ajenos para apropiárselos u obtener información secreta; persona cruel y despiadada; pantalón por debajo de la rodilla que popularizó el tenista Nadal; ilegal, que carece de la debida licencia o que está falsificado; o persona o entidad que copia o reproduce el trabajo ajeno, en especial libros, discos, películas, programas informáticos, etcétera, sin autorización y sin respetar la propiedad intelectual.

Hasta hace un par de siglos, el uso de la palabra no ofrecía dudas. Un pirata era una persona que, junto con otras de igual condición, se dedicaba al abordaje de barcos en el mar para robar, por cuenta propia. Si era por cuenta ajena, era un corsario. En tiempos pasados, en Lanzarote los conocíamos bien, pues su amenaza era constante ya que frecuentaban las aguas del archipiélago.

Los saqueos de Morato Arráez, Tabac Arráez y Soliman

Por ejemplo, un 30 de julio de 1586, el corsario argelino Morato Arráez arriba a Lanzarote con una flotilla compuesta por siete galeras y desembarca de noche en la ensenada de Los Ancones con unos 1.000 hombres. Al día siguiente se dirigirían, casi sin ser vistos, a la Villa de Teguise, provocando uno de los más destructores ataques piráticos a la isla en el siglo XVI. El pirata asedia el Castillo de Santa Bárbara, y, a los pocos días, la población allí refugiada logra huir durante la noche buscando protección en riscos y cuevas.

El Museo de la Piratería, ubicado en el Castillo situado en la cima de la Montaña de Guanapay, recoge diversos ataques sufridos durante siglos por unos invasores que venían sobre todo en busca de esclavos. Los saqueos más importantes que conoció Lanzarote en aquel tiempo venían de la mano de piratas berberiscos como Morato Arráez, Tabac Arráez y Soliman. Pero, al encontrarse Canarias en la encrucijada de las rutas americanas, fue desde el mal llamado descubrimiento del Nuevo Mundo un escenario propicio para la piratería internacional.

Castillo de Santa Bárbara, en la Montaña de Guanapay. I
Al fondo, el Castillo de Santa Bárbara, en la Montaña de Guanapay.

Más de un centenar de caídos en el Callejón de la Sangre

Poco antes, en 1569 se produce el primer ataque pirata a Lanzarote, realizado por el corsario berberisco Calafat de Salé, quien ocupa la isla. Más de un centenar de argelinos fallecen en el Callejón de la Sangre de Teguise cuando atacaban La Villa. A finales del siglo XIX se encontraron varios esqueletos en la Plaza Mayor de Teguise cuando se procedía a la plantación de árboles, y no es hasta unos años más tarde cuando se les relaciona con los atacantes fallecidos en el Callejón de la Sangre.

En 1572, el pirata Dogalí, apodado El Turquillo, desembarca en Arrecife con 400 hombres y se dirigen a La Villa, que incendian y saquean mientras la población se refugia en la fortaleza cercana. Dogalí sitia el baluarte y captura a unos cien cristianos para posteriormente pedir rescate por ellos. Pero, todo hay que decirlo, también se producían razias en sentido contrario, en la costa de África, hasta que, aquel mismo año, el rey Felipe II prohíbe las avanzadillas en la costa de Berbería en busca de esclavos.

El incendio de la Torre del Águila, la ermita de San Marcial y Femés

El rey Felipe III expide en 1606 una real cédula por la cual apercibe a los señores de la isla sobre la obligación de fortificarla, dado el estado ruinoso en que habían quedado las fortalezas tras el ataque del pirata argelino Morato Arráez en 1586. El Castillo de San Gabriel es destruido por las llamas y, desde ese momento, tanto la fortaleza como el islote donde se asienta pasaron a llamarse El Quemado.

Otro atraque devastador tuvo lugar en 1618. Los corsarios argelinos Tabac y Solimán desembarcan con 3.000 hombres y destruyen Teguise y Arrecife, saqueando todos los objetos de valor que encontraron y llevándose unos 900 cautivos. En 1749 se produce el último ataque pirata a Lanzarote, cuando dos jabeques argelinos desembarcan por el puerto de Las Coloradas con 400 hombres armados que incendian la Torre del Águila, la ermita de San Marcial y Femés.

Hace un par de siglos, los veías venir y te escondías en la Cueva de los Verdes o te preparabas para defenderte en el Castillo de Guanapay. La versión contemporánea del pirata te mete la mano en la cartera y hasta le das las gracias.

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