La escultura

Que la intención de un grupo de ciudadanos para homenajear a un paisano se materialice en una obra de reconocimiento de una trayectoria es siempre una buena noticia. Manrique debe ser depositario de cuantos testimonios de respeto y consideración sean posibles, tanto por la actividad realizada para la isla, como por su pensamiento adelantado —aún hoy lo es— sobre lo que debería ser una gestión sensible de un territorio. Y por qué no, porque demostró una visión y un talento poco habituales en la manera en que intervino en el medio natural, logrando así unas condiciones para determinado posicionamiento turístico posterior, quizás, ese al que aspiramos los que no explotamos hoteles, y que no somos capaces de gestionar. Aquello de “turismo de calidad”.
También combaten a la fundación que creó, que, no siendo Manrique, es la heredera de su legado
 
Si tuviéramos que cuantificar en dinero el valor de los Centros de su creación, hoy serían difícilmente asumibles desde esa perspectiva, pero también sería impensable desde las medidas actuales de protección del territorio que no dudo que surgen por la propia dinámica del artista de poner en valor las singularidades de la que fue consciente antes que nadie. Indudablemente, son como son por el talento del personaje. Predicó una forma de relacionarse con el medio que, aunque heredada de la histórica sabiduría que los antiguos agricultores pusieron antes en práctica en nuestros campos, comenzaba a diluirse en pos del desarrollismo. 
 
Decía que sí a los reconocimientos, aunque crea íntimamente que el mejor de todos es hacer real aquella utopía en la que seguimos creyendo como la única posible para el mantenimiento de las extraordinarias condiciones de las que disfrutamos, y que se encuentran en indiscutible riesgo desde hace décadas. Ya lo estaban en vida de Manrique y mientras vivió, y, tras su muerte, ha habido quienes lo han combatido, primero a él y lo que sus enseñanzas suponían para quienes anteponen la obtención de riqueza a cualquier precio. También combaten a la fundación que creó, que, no siendo Manrique, es la heredera de su legado, lo cual ha demostrado sobradamente.
 
Cualquier escultura en homenaje a Manrique, cualquier escultura del tipo que sea y honre a quien honre, nunca suscitará el acuerdo de todos. Por mucha buena intención que existiera, sólo quedaría a salvo tras un proceso de mayorías. Y ni así supondría que por ello satisfaría a todos.
Cuando se requiere la concertación de la comunidad para sacar adelante un proyecto, se la debe hacer partícipe
 
Creo en la solvencia de quienes querían rendir tributo al artista y en su buena fe, pero también creo con igual convicción que el proceso podría haber sido otro en aras del logro de las adhesiones y de la obtención de los recursos para su financiación. ¿Qué faltó? Pues, quizás, haber marcado los tiempos y la secuencia de otra manera. Se solicitaba ayuda económica cuando se ignoraba lo que costaría y ni tan siquiera se había presentado un proyecto. No hubo un concurso de ideas —al menos no lo recuerdo— y todo estaba decidido un buen día porque así se nos comunicó a la ciudadanía a la que se solicitaba su colaboración. Cuando se requiere la concertación de la comunidad para sacar adelante un proyecto, se la debe hacer partícipe y esta debe sentirse partícipe. 
 
A mi juicio, la obra no nace de la mejor manera y los valores estéticos de cualquier obra artística siempre se pueden poner en cuestión. De haber sido de otra forma, lo que nadie me quitará es que habré sabido desde el primer momento para qué escultura aporté mis recursos porque existía un proyecto. Y no, no colaboré, ni en el primer momento, porque mi contribución tenía que haber ido acompañada de la certeza de saber exactamente a qué escultura destinarían mi dinero. Y no colaboré después porque ese homenaje tan bienintencionado, a mi juicio, no está a la altura del tributo que César merecía. No creo que sea una cuestión de dinero, francamente. Aunque tenga la tentación, no opinaré sobre lo que le habría parecido al artista, me basta con saber qué opino yo.

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