Papita rala

La lluvia es seguramente el peor enemigo del Festival de Cannes. Tiene otros, como la plataforma de pago Netflix, pero ninguno tan fiero como la lluvia. Fíjense ustedes cómo son las cosas que para esta gente de Cannes un año lluvioso es sinónimo de año ruin. Son unas lluvias mansitas pero traicioneras, de esas que llamamos mojabobos, porque parece que no te mojas y si te descuidas terminas calado hasta los huesos. La lluvia ha caído con tanta persistencia que ha trastocado todo el Festival. Las alfombras rojas anegadas de agua, tuvieron que ser sustituidas a diario. Gente que viene a desfilar por la Croisette y lucir sus trajes y sus joyas tuvieron que taparse o conformarse con posar bajo un vulgar paraguas. Igual Zara o Louis Vuitton han sacado alguna colección con paraguas de lujo y no hemos caído en la cuenta.
 
Mujeres descalzas con los zapatos en las manos para no enfangar los tacones. Estampas inéditas de este Festival que hemos contemplado con cierta delectación, como disfrutando de estas pequeñas desgracias ajenas. No debería uno, pero…
 
El cine más grave y solemne no faltó a la cita de la mano de Terence Mallick, el padre Mallick
El programa de este año también ha sido especialmente atípico, con películas de género repartidas por todas las secciones. Abundaron las de temática zombi, por increíble que parezca, pero también las de ciencia-ficción. La austriaca Little Joe es una muy simpática adaptación del clásico La invasión de los ultracuerpos. Todo muy extraterrestre. La Gomera, sin ir más lejos, es un policíaco disparatado. Parasite, producción coreana que finalmente ha sido galardonada con la Palma de Oro, es una comedia negra en la que unos duraznos son usados como arma homicida. 
 
Agradecimos mucho estas apuestas por un cine aparentemente más ligero y elemental y llegamos a pensar que pudiera ser la sombra de la película de Tarantino la que haya propiciado este viraje. Tarantino, ahí donde lo ven, es capaz marcar la línea de programación de un festival, incluso el de Cannes. No obstante el cine más grave y solemne no faltó a la cita de la mano de  Terence Mallick, al que se conoce desde hace tiempo como el padre Mallick, por la sensación que te deja de haber asistido a una misa cada vez que sales de una película suya. Vino acompañado por dos fieles monaguillos: los hermanos Dardenne, quienes han presentando una parodia de sí  mismos, la historia de un adolescente islamista radical que abandona de repente la militancia, en los diez minutos finales, después de recibir un beso de una chica rubita y caerse de una azotea y darse un taponazo en la cabeza. Así de sutil es esta pareja.
 
A Pedro Paz habrá rendirle el homenaje que se merece,  aunque él tenía otras muchas facetas artísticas
O que arde se llevó finalmente el segundo premio en importancia dentro de la sección Un Certain Regard. No importa. No le hacen falta reconocimientos a esta película bellísima que mostrará el paisaje rural gallego por el mundo entero. También resultó premiado Albert Serra, genio y figura del cine español. Si la cosecha cannois ha sido este año una locura, él presentó la película más loca del Festival, Liberté, deudora de la literatura del Marqués de Sade, con la que logró hacer huir de la sala a puñados de espectadores escandalizados en cada sesión.
 
La decepción llegó con los pronósticos que no se cumplieron para Almodóvar, el gran favorito para la Palma de Oro. Se quedó con el dolor, a un paso de la gloria. El premio para Antonio Banderas es más que un consuelo. Porque se lo merece, por gran actor y mejor persona. Un tipo que que nunca se ha olvidado de tierra natal malagueña y sigue luchando desde allí en infinidad de proyectos culturales.
 
Almodóvar nos lleva siempre directamente al recuerdo de Pedro Paz, cineasta conejero que trabajó como ayudante de dirección suyo y también hizo carrera como cortometrajista en el cine profesional. Se van a cumplir 20 años ya de su repentino y prematuro fallecimiento y nos admira el coraje y el valor que tuvo para marcharse a la península y cumplir con la ilusión de convertirse en director de cine. En aquella época no debió ser nada fácil. A Pedro Paz habrá rendirle el homenaje que se merece,  aunque él tenía otras muchas facetas artísticas. Formó parte del legendario grupo musical Papita Rala, que tenía en su repertorio un tema, del que apenas recuerda uno la letra, pero que decía más o  menos: ‘Ula-Ula-Ula-Ula/La-la/Oé Qué hacer/Pa que te calles’. Y se nos ocurre, en medio del relajo del último día, que podría ser un estribillo ideal para rondar a Tarantino y procurar que deje de hablar de una vez. O para rondar a todos esos políticos que los habrán remontado estos días de campaña. O para aplicarme la medicina yo mismo, que ya está bien de darles tanta jaqueca con festivales y películas.
 
A la prochaine.

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